¿Sabías que Jesucristo está todavía entre nosotros y sigue haciendo milagros y que no se entiende que haya tanta gente que lo ignora?
“El Cristianismo es la leche”, dice un amigo mío que, además de buena gente y buen cristiano, es un poco bruto y durante un tiempo no acababa de comprender cómo Jesucristo podía ser Dios y hombre a la vez; cómo el Hijo de Dios y Dios verdadero junto con el Padre y el Espíritu Santo pudo encarnarse en el vientre de María Santísima, crecer y predicar y hacer milagros para finalmente (otra cosa que le costó más de la cuenta entender a mi amigo Javier) morir en una cruz para el perdón de los pecados de toda la Humanidad. Y resucitó para subir al Cielo y a la vez quedarse con nosotros en este fabuloso planeta hasta el fin de los tiempos en la Eucaristía. ¿Imposible? Se lo dijo Jesús a los apóstoles: “para Dios nada es imposible”.
Dios es el principio de todas las cosas, de los cielos y de la Tierra; de todas las galaxias, sus estrellas y sus planetas; de todo lo material y de lo inmaterial. Es el Dios de todos y de todo. Ninguna otra religión tiene un Dios que se hizo hombre, un Dios que es uno y trino, tres personas y un sólo Dios verdadero. Increíble pero cierto. Ninguna mente humana lo habría ideado ni descubierto y sólo lo sabemos porque Él nos lo ha revelado por medio de los profetas del Antiguo Testamento y a través de la doctrina del Dios Hijo hecho hombre, Jesucristo, cuyas enseñanzas están recogidas en los Evangelios y otros escritos de sus apóstoles, que conforman el Nuevo Testamento.
Los agnósticos y ateos no han leído la Biblia y algunos se atreven a diagnosticar lo que todos los enemigos de la Religión Cristiana manipularon siempre: que la Biblia encierra fábulas y no hechos históricos relatados por autores que, en algunos casos, nos son desconocidos, si bien el anonimato no es exclusivo de algunos de esos libros sino de multitud de obras literarias, algunas de extraordinaria calidad. Multitud de ateos dicen o han dicho que es el hombre quien ha creado a Dios, lo que, además de una necedad, es un exhibición de soberbia, impropia de un ser inteligente.
Dios creó al hombre y a la mujer y los creó libres. Fue la cumbre de su obra creadora. Libres como los ángeles y por eso, como ellos, unos vivimos (o lo intentamos) como ángeles y otros como demonios. Reitero, con don Quijote, que la libertad es uno de los más grandes dones que los cielos dieron al hombre. Libremente actuamos y por nuestras obras, más que por nuestra fe, nos salvaremos o nos condenaremos para toda la eternidad. El paraíso celestial nos espera a todos, incluso a los que no han hecho caso a ese principio elemental: “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti”, que los cristianos completan así: “ama al prójimo como a ti mismo”.
Se me olvidaba definir a Dios y es bueno hacerlo para eliminar el error de muchos, sobre todo enemigos del Cristianismo, cuando atacan a su Iglesia como amenazante con el infierno. Dios es amor. Jesucristo, Dios y hombre, redujo a dos los mandamientos: “Amarás a Dios con todas tus fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo”. ¿Sabías que Jesucristo está todavía entre nosotros, que sigue haciendo milagros y que no se entiende que haya tanta gente que lo ignora? En todos los sagrarios de todas las iglesias del planeta está Jesucristo. Y los milagros eucarísticos los puede leer todo el mundo en internet. Son muchos y están avalados por científicos que analizaron en laboratorio la sangre aparecida en varias sagradas hostias, en algunas ocasiones ante la duda de algún sacerdote sobre la presencia real del Señor. Esos milagros, en diversos países y en diversas épocas, testimonian que el cuerpo y la sangre de Jesucristo están en todas y cada una de la hostias. Increíble pero cierto.
Hubo un tiempo en que casi todos los españoles sabían y disfrutaban las verdades, a la vez sencillas y sublimes, del Cristianismo. Casi les entraba (nos entraba) la fe a los bebés con la leche materna. Nos bautizaban recién nacidos y nos hacían hijos de Dios casi el mismo día que nos alumbraba nuestra madre. Lo que había sido bueno para nuestros padres lo era, o tenía que serlo, para los recién nacidos. ¿Acaso nos pidieron permiso para engendrarnos, para nacer o para amamantarnos? ¿Acaso nos pedirán permiso para morirnos? Muchos heredamos la fe de nuestros padres y le damos gracias a Dios porque así fuera. Recuerdo haber leído en un periódico, hace tiempo, las declaraciones de un famoso director de cine italiano (ni aventuro el nombre porque no lo recuerdo con exactitud) que le gustaría ser creyente; porque “el Cristianismo es una hermosa religión”, algo que ya dijo mucho antes Gandhi. Animo a agnósticos y a ateos a leer, a conocer, a descubrir los tesoros del Cristianismo, que nos arregla la vida y la muerte. No se puede creer en lo que se desconoce y menos se puede amar. Esto proclama el viejo dicho latino: “Nihil volitum quin precognitum”, (“Nada es querido (deseado) que no haya sido conocido”).
En la Biblia hay libros interesantísimos, algunos bellamente escritos. No se los pierdan. Les van a sorprender, a pesar de que en uno de ellos, el Eclesiastés, leamos, nada más abrirlo: “nada nuevo bajo el sol” (“nihil novum sub sole”). Si no queréis leer, acercaos, de vez en cuando, a una iglesia y hablad con Jesucristo en el sagrario. Seguro que os escucha y os habla. Yo lo hago y me va bien. Por eso lo recomiendo. Me va mejor que cuando hacía yoga. Un abrazo, amigos.
Amigo Ramón se nota a la legua que has estudiado con los jesuitas. No me quiero meter en temas religiosos en público. Un abrazo grande.
Gracias, Ramón.
Camino, Verdad y Vida…
o lo que para mí es similar:
Amor y Verdad
en mis acciones
es la «alegría Plena»
(Teresa de Jesús)…
Feliz día cada día,
generoso Ramón
Gómez Carrión