Para estar protegido contra leyes de sociocomunistas y demás políticos partidarios de matar a bebés no nacidos y a enfermos terminales, preferiblemente ancianos.
Acusan falsamente al nuevo obispo de Orihuela-Alicante de comparar al Gobierno español con el de Hitler y todo porque a monseñor Munilla le ha parecido que hay una similitud entre una ley de los nazis germanos protegiendo a los animales contra cualquier tipo de maltrato (mientras masacraban a seis o siete millones de judíos) y la ley con que los sociocomunistas del ejecutivo Frankestein van a mimar a los irracionales mientras legislan a favor del aborto y la eutanasia.
No sostiene el nuevo obispo de Orihuela-Alicante que Sánchez sea un Hitler. Sólo advierte de la gran sensibilidad del sociocomunismo por la defensa de los animales, como la tuvo el nacionalsocialismo, frente a la nula sensibilidad hacia la vida de los bebés no nacidos o los enfermos terminales, sobre todo los ancianos. Nunca ha dicho monseñor Munilla que se trate de dos gobiernos iguales, sino que han coincidido en su amor por los irracionales y su poco aprecio por una parte de los racionales.
No hace falta ser un lince para observar que algunos periodistas y algún que otro medio informativo se alinean con grupos políticos o politizados especialmente interesados en desacreditar al nuevo pastor diocesano, del que no quieren ser ovejas, prefiriendo pertenecer al rebaño controlado de los partidos políticos y asociaciones alineadas en lo que se llama cultura de la muerte e ideología de género, absolutamente entregadas a combatir y destruir los valores tradicionales de la civilización occidental alimentada durante siglos por una cultura grecorromana enriquecida por el Cristianismo.
Ya saben que los sociocomunistas y allegados no quieren que los chicos de Secundaria y Bachillerato estudien nada, o casi nada, de filosofía, ni historia universal, ni religión; no vaya a ser que aprendan a pensar por cuenta propia frente al lavado de cerebro que pretenden hacer sobre varones y hembras desde casi su más tierna infancia. Quieren que desde pequeñitos estudien sexología, con aberraciones gigantescas como que puedan elegir el sexo que desean ‘ser’ o tener, metiéndoles en su cabecita la excelencia de los gays, lesbianas, trans y bisexuales frente al machismo criminal de los heterosexuales.
Niegan a la familia la responsabilidad de educar a los hijos, que ya no son hijos de sus padres sino casi propiedad del Estado, aunque disfracen su abusivo poder en la defensa de los derechos del niño. Hay que defender, por supuesto, los derechos del niño ante conductas criminales de ciertos padres, pero de ahí a negar a los padres el derecho de que no se les inculque ideología de género a los chicos, adolescentes y jóvenes, hay un trecho.
Tal y como pinta el sociocomunismo y como está legislando, he llegado a esta conclusión: de mayor quiero ser animal irracional para estar protegido contras leyes de sociocomunistas y demás políticos partidarios de matar a bebés no nacidos y a enfermos terminales, preferiblemente ancianos. Lo hago buscando protección para los hijos de mis hijos y de mis nietos y contra la eutanasia, pues ya no está muy lejana la hora de mi muerte. Como Luis García Berlanga, que dejó por escrito: “Que me ayuden a no morir”. No quiero ser como Pedro Sánchez y Yolanda Díaz y sus compañeros mártires, tan amigos de ayudar a otros a una ‘muerte digna’. Podrían pedirla con efectos urgentes para dar ejemplo de muerte (que no de vida) digna. Pedro Sánchez tuvo la jeta y la poca vergüenza de llamar a Rajoy “indigno presidente”. Lo hizo en televisión, en el curso de un debate que vio toda España, la misma televisión en que juró por su honor (digo yo que sería por su honor) que no pactaría jamás con Bildu y que lo diría hasta setenta veces siete (bueno creo que dijo veinte). Todo el mundo recuerda su juramento de no meter en el Gobierno al Podemos de Pablito Iglesias porque no podría dormir jamás. El presidente más mentiroso de la historia no tardó más que unas horas, tras las elecciones, para abrazarse con él y meterse con él en la cama, digo en la Moncloa.
No es que a mí me guste Rajoy, pues siempre pensé y dije que fue un presidente dontancrediano, un ‘cagarria’ que intenta justificar su esmirriada aplicación del artículo 155 en Cataluña en su reciente libro Política para adultos. Es un libro interesante del que uno saca la conclusión de que Rajoy es una buena persona, pero no un político brillante. Claro que es una joya al lado de este Sánchez, ni buena persona ni brillante. Repito lo que dijo de él, por escrito y en El País, Javier Marías: “El mayor imbécil moral”. Estas palabras merecen ser cinceladas en el escudo de armas de Pedro Sánchez, junto a estas otras que definen al futuro ‘duque de Sánchez’: “Mentiroso, tragaldabas y traidor”. Digo yo que el rey hará duque a Pedro cuando salga del Gobierno, como el emérito hizo duque a Suárez. Esperemos que para entonces no haya prestado el gran servicio a España de que se independicen Cataluña y el País Vasco. Sería ‘demasié’. Tanta traición sería superior a las de Judas y Bellido Dolfos juntas. De momento se conforma con ‘la mesa bilateral’, que aparece y desaparece como los ojos del Guadiana. Es como una zanahoria que pone ante los burros de Esquerra de Cataluña (y a la vista de PNV y Bildu) para que caminen rebotados por la senda anticonstitucional pero sin declaración de independencia. ¡Qué gran servidor de España! ¡Que le den ya el ducado, coñe!
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