
Yo no creo absolutamente en las coincidencias. Y por el contrario creo en la libertad. Y que, en función de la libertad, es por lo que en la vida, surgen lo que no son más que aparentes coincidencias.
Y creo que es cierto el dicho que conocemos de que “las palabras se las lleva el viento”, porque el paso del tiempo hace que hasta el nombre y las palabras, acaben perdiéndose del recuerdo. Sólo hay una posible excepción, relativa si se quiere, pero real: Quien deja en la tierra un libro escrito, tiene muchas posibilidades de que su recuerdo y sus palabras puedan surgir de la oscuridad en los tiempos futuros.
Ha escrito Emilio Lledó, en su interesante ensayo, Los Libros y la Libertad, que: “Ante los libros, mientras el tiempo nos sostiene y alienta, somos capaces de recuperar lo que otros seres como nosotros gozaron, sufrieron, soñaron, pensaron. Una cierta forma de eternidad, que nos permite alargar nuestra vida hacia otras vidas y alimentarnos de ellas”.
Ser escritor o poder ser tenido por tal, es consecuencia de un don creativo que se posee, y que se fundamenta en el lenguaje y sobre todo en el sentimiento. Y para ello es preciso que la palabra y el sentimiento se escriban desde la armonía de aquella y desde la intensidad del alma.
Y estamos ante un libro que es un lujo de la palabra y del sentimiento. El libro de Antonio Colomina Riquelme Orihuela Desde la escalera de San Miguel.
La libertad es siempre la capacidad de elegir entre dos o más opciones solo una de ellas. Y es un bien personal, y se tiene para todo. Hay hasta libertad de conciencia. Y hay que creer en la libertad, que se concreta en la palabra “decidir”. Y la libertad determina que surjan lo que pueden ser aparentes coincidencias. Esta opinión o creencia podrá ser discutible. Pero al menos a mí me ha pasado más de una vez.

Creo que fue en el año de 2007, cuando en uno de mis múltiples paseos por esos sitios donde se venden libros, me tropecé en uno de los anaqueles del establecimiento, con uno de ellos que se titulaba Orihuela, dulce pueblo. Estaba escrito por Antonio Colomina Riquelme, un escritor oriolano a quien no conocía, y no solo me detuve para ojear el libro, sino que acabé adquiriendo un ejemplar.
Lo leí con ilusión. Ya su título me invitaba a ello. Y en la palabra de su autor, Antonio Colomina Riquelme, redescubrí a Orihuela. Aquella Orihuela “de antes”, que yo recordada como pedazos cortos de mi vida. Y como en la solapa del libro Orihuela, dulce pueblo, venía el correo electrónico de su autor, le remití una felicitación por su libro que tanto me había gustado.
Recibí una pronta contestación electrónica del escritor, y poco después, aún sin conocernos personalmente, me pidió que le presentara su segundo y próximo libro titulado Orihuela. Sus calles, sus plazas, sus gentes, cuya petición acepté, y que se celebró en Orihuela el día 13 de diciembre de 2007, en el entonces llamado Conservatorio Municipal de Música Lonja Municipal, con una notable asistencia y la presencia del autor del prólogo del libro, nuestro recordado amigo, el escritor y periodista Tirso Marín Sessé.

La coincidencia y la libertad o viceversa. Yo pude no haber comprado el libro. No haber felicitado a su autor. Y dejar la ocasión para después. Yo pude haberme excusado de la presentación. Pero resulta que yo nunca me he esperado a la segunda vuelta. Una segunda vuelta que además no se merecía Antonio Colomina Riquelme, que además de un brillante escritor, es un hombre sereno, honrado y firme en sus amores y convicciones. La lealtad es para él un signo definitorio y distintivo.
Pero es que Antonio Colomina pudo haber hecho lo mismo conmigo. Ante mi comunicación de felicitación por su libro, contestarme dándome las gracias y nada más. Pero él, como yo, se subió al camino de mi vida para compartir una amistad de esas que se dice, “para siempre”.
También creo, como él, que los libros son también nuestros amigos. Esos amigos que hay que cuidar y que, tras su lectura, y acaso subrayados, conservarlos con esmero, sobre todo cuando tienen el alma de papel.
Antonio Colomina Riquelme, que es un prolífico escritor, va dejando los rasgos de su alma prendidos en su pluma sobre todas las cosas que escribe. Tras sus anteriores libros, Orihuela, dulce pueblo, Orihuela. Sus calles, sus plazas sus gentes, Como la seda y el esparto, Memorias de un zagal de la posguerra, y Orihuela en mis artículos, nos trae su nuevo libro: Orihuela desde la escalera de San Miguel.
Ante todo, y lo diré más veces, es un libro magnífico.
Me faltan palabras para comentarles este libro, pues en él, voy y vuelvo por entre sus páginas, por generosidad de Antonio para conmigo, en el que nos trae de nuevo a Orihuela, a esa Orihuela de su vida, a ese tiempo nuevo, pero viejo a la vez. Y lo hace con el anhelo del recuerdo emocionado de su vida y de sus gentes. Es en realidad y aunque no lo parezca un libro biográfico: “El pasado forma parte de nuestra existencia, quererlo olvidar es mutilar nuestra vida”, nos dice casi como advertencia, en su nota introductoria.

Y esto es cierto y es esto así. Ya nos dijo el gran poeta de Bohemia Rainer María Rilque: “porque acaso no se es más, que del país de la infancia”. Y Antonio Colomina es de Orihuela, y Orihuela le ha seguido a lo largo de su vida como un recuerdo enamorado.
Y tras ese pensamiento verdadero, el libro de Antonio Colomina nos va a recordar a esa Orihuela de sus años mozos, vista y recordada desde la “Escalera de San Miguel”, esa escalera que marcó su vida, y que el gran poeta oriolano, aún no bien del todo reconocido, Carlos Fenoll, nos la describiera diciendo:
San Miguel
Fragancia a tomillo. Sol.
Baja la gente en tropel
La cuesta del caracol…
Como en continuo retrato iluminado, ante el lector, nos aparecerá una amplia colección de sus escritos, tanto del tiempo viejo, como del tiempo nuevo. Tiempo poblado de sus gentes, de su entorno y de su paisaje. Por eso he dicho antes que es en realidad un libro biográfico.
“Temas costumbristas oriolanos” será el inicio este libro, donde nos encontraremos con el capítulo que titula “Esplendor oriolano”. Es un artículo-estudio luminoso, como un amplio introito, donde nos contará buena parte de la historia de Orihuela, de su belleza arquitectónica y de sus personajes, para seguir luego con estudios tan oriolanos como los referidos a “San Isidro”, o “El volar la milocha” y muchos más. ¿Qué fue de todo aquello, me pregunto yo, y nos preguntaremos todos los que pintamos años? Bueno, y en este capítulo Antonio Colomina, nos contará muchas cosas, que no quiero aquí desvelar más.
Puede que algún lector o lectora se vea retratado, o le traiga al recuerdo alguno de sus seres queridos, y que ante ello, sus ojos hagan esfuerzos por evitar que se derrame una sentida lágrima. Pero no tengan miedo porque llorar… dejar correr una lágrima, es un homenaje al sentimiento.
Seguirá el libro con el capítulo titulado “Temas Religiosos”. Hay en este grupo de artículos, el que titula “Mis recuerdos del antiguo Oratorio Festivo” muchas de sus experiencias de activo colegial. Ahí está toda una vida de adolescencia y juventud, y un artículo que no podía faltar: “Nuestro Padre Jesús me atrae”, se llama.
Luego en su Capítulo Tercero, nos contará trasuntos de vivencias personales titulados “Relatos Breves”, como “Javier, un cruzado en la corte celestial” o “La matanza” y otros magníficos relatos.
En el capítulo siguiente están las “Presentaciones Literarias y Prólogos”, propios y ajenos, que es un compendio de su actividad literaria. Y por fin, un Quinto capítulo denominado “Varios”, que nos irán presentando historias, personajes, hechos notorios… Toda una Orihuela vital, con nombres propios. Y finalmente un canto emocionado al Ejército al que en un tiempo sirvió.
Y no puedo contar más. Haría un flaco favor a su autor si lo contara todo, pues está el libro para leerlo serenamente, despacio y evocando nuestros recuerdos, porque no es un libro para leerlo de una “carrera”, ni es un libro para leerlo una sola vez. Es un libro para luego evocar los recuerdos que nos cuenta, recorriendo las calles y esquinas de Orihuela.
Y no es solo un libro para los hombres y mujeres de Orihuela. Es un libro también para quienes no conozcan este pueblo ni a sus gentes. Y que, tras su lectura, estoy seguro, sentirán la curiosidad de conocerlo y venir a esta tierra. Ya dijo Juan Gil-Albert en su libro Gabriel Miro: Remembranza, cuando habla de la novela El Obispo Leproso, que “Es Orihuela el lugar de la acción -Oleza- en el libro. Orihuela elevada ahora en calidades estéticas a la categoría de León, Granada y Toledo. Porque ¿quién, al terminar de leer ese libro no siente las ansias de visitarla?… “Y la ciudad subía en el azul como una vieja custodia de piedra, de sol y de cosechas, estremecida de campanas y palomos”. Frases de Miró que nos dan un optimismo de bellezas, un optimismo de mundo bueno para criaturas de corazón ancho”. Y esta sensación y deseo nos quedará también tras la lectura del libro, Orihuela desde la escalera de San Miguel.
Y la palabra. Sobre todo, la palabra. La palabra como redención. La palabra verdadera y necesaria, que agradecía Machado. La palabra, que como dice Olegario González de Cardedal, “con su luz y lumbre reganamos el gozo de vivir y la dignidad de ser hombres”. La palabra en libertad, añadiría yo. En libertad y con dignidad.
Aquí está la palabra escrita de Antonio Colomina Riquelme desde la escalera de San Miguel.
Terminaré este comentario con un poema, que titulé “El paisaje del alma”, de mi libro Versos del mar y otras soledades, y que dediqué: “A Antonio Colomina, que con su corazón pasea por las calles y plazas de su pueblo”:
El paisaje es el aura de su cielo,
el rigor de sus montañas,
el verde o gris de sus flores,
el encuentro de las cosas con las almas,
el barroquismo del sentido
y también del sentimiento.
El barroquismo del acanto
y la voluta encendida de sus flores,
de su estampa y de sus soles,
y del perfil de sus gentes.
Bastará con pasear, lentamente,
en una noche de otoño por Oleza,
cuando el reloj de la Catedral
toque los cuartos de las once de la noche.
Y escuchar el silencio tan solo quebrado
por el llanto de un niño que no duerme.
Y sentir como cae sobre nosotros
como una lluvia leve
la inmensidad de una nostalgia
del pasado de su vida y de la propia nuestra.
Porque el pasado es imborrable,
porque siempre está habitado, por personas
que se fueron para siempre.
Mi enhorabuena Antonio Colomina Riquelme por tu nuevo libro Orihuela desde la escalera de San Miguel.
Alicante, en el primer día del otoño del año 2020.
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Magnífico artículo de Julio Calvet de » libros y recuerdos «en donde descubrimos al escritor Antonio Corominas,
en sus dos excelentes libros dedicados a Orihuela .
En ellos se hace un recorrido por este emblemático pueblo tanto desde punto de vista histórico, como emocional trayendo a la memoria recuerdos y vivencias que marcaron la vida del autor.
Son muy hermosos los versos que acompañan este escrito, que hacen que brote en el lector el deseo de hacer una visita a Orihuela, para admirar en vivo esta preciosa ciudad.