Libro: Poesías completas
Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Prólogo de Luis T. González del Valle y José Manuel Pereiro.
Colección Visor de Poesía.
Volumen CMXCI.
Visor Libros.
Madrid, 2017.
Yo no puedo ser más que un admirador de don Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936). Pero advierto también que soy un admirador confuso. Don Ramón María del Valle-Inclán siempre se me escapa de las manos.
Y no es para menos cuando evoco a ese personaje con barba de chivo, gesto adusto, tras unas gafas quevedescas, mal trajeado, chaqueta oscura y casposa, cara de pasar hambre, participante en aventuras indianas y en trajines del Madrid calenturiento de la vida bohemia, personaje autosobrevalorado de sí mismo, personaje contra todos y enfrentado con todos, con Azorín, con Leopoldo Alas, con Manuel Bueno, que le propinó un bastonazo tras una discusión en el café de la Montaña en 1899, del que uno de los gemelos de la camisa, al incrustarse en la carne e infectarse la herida, le supuso que le amputasen un brazo; militante carlista sin saberse el porqué, activista de izquierdas sin renunciar al nombramiento de “Caballero de la Orden de la Legitimidad Proscrita”, otorgado por el pretendiente carlista a rey de España, don Jaime, en los días coincidentes con su supuesto republicanismo y cantador, sin duda, de los primeros compases del Oriamendi, “Por Dios, por la Patria y el Rey…”.
Don Ramón María del Valle-Inclán, siempre acosado por la necesidad y la contrariedad. Se me hace difícil pensar que supiera reír quien me parece que siempre anduvo por la vida contrariado de todo y por el todo. Y es, sobre todo para mí, un escritor difícilmente clasificable, del que yo no sabría dónde ponerme: si colocarme entre don Juan Manuel de Montenegro, marqués de Bradomín, “aquel hidalgo visionario y pródigo que vivía en el Pazo de Lantañón”, en su Sonata de Otoño, de 1920, donde prima la suntuosidad y elegancia como telón de fondo; o si colocarme en su pasear con Max Estrella, peregrinando en el paisaje nocturno del Madrid, plagado de míseras viviendas, de tabernas mugrientas y de jardines repletos de mendigos, junto a don Latino de Hispalis, como “sombras en las sombras de un rincón”, en sus Luces de Bohemia.

Probablemente, estaría en todos, pues, como antes he dicho, soy un admirador ferviente del autor de una obra literaria que por su carácter disruptivo e iconoclasta se ha mantenido intacta y viva. Además, no puedo olvidar que en mis tiempos universitarios de los años sesenta del pasado siglo XX, Valle-Inclán fue, y para mí siempre lo será, –porque el pasado es un eterno presente– como una luminaria. Yo aún me recuerdo como estudiante de Derecho, presenciando en el Teatro Romea de Murcia, allá por uno de aquellos años, la representación teatral de la Farsa y licencia de la Reina Castiza, hecha por el TEU de Murcia, bajo la dirección de César Oliva, y escenificada magistralmente, como me ha comentado de nuevo mi amigo y compañero del alma y de curso académico Rafael Ferrández Flores, con quien viví la puesta en escena, que permitió milagrosamente la censura que ya en aquellos años andaba aflojando en su antes férreo control. Y de cómo en aquel teatro, lleno a rebosar, aplaudíamos y pateábamos a un tiempo, alborozados por aquella versión de Valle-Inclán, satírica y en clave de parodia, de la corte de Isabel II.
Corte isabelina, befa septembrina. Farsa de muñecos, maliciosos ecos de los semanarios (...) Mi musa moderna enarca la pierna, se cimbra, se ondula, se comba, se achula con el ringorrango rítmico del tango…
Y de cuya obra, al escritor gallego no se le ocurrió otra cosa nada más y menos, que enviar a S. M. el rey Alfonso XIII su primer ejemplar publicado, con la siguiente dedicatoria:
“Este libro es la estilización del reinado de vuestra abuela Isabel II y hago votos porque el vuestro no sugiera la misma estilización a los poetas del porvenir”.
Y todo esto y más lo viene a hacer don Ramón María del Valle-Inclán cuando encima había llegado a solicitar la rehabilitación de los títulos del marquesado del Valle, vizcondado de Vieixin y del señorío de Caramiñal, que le fueron denegados
Contradicciones y desengaños jalonan la vida de nuestro autor. Viajes sin gran resultado, matrimonio frustrado con doña Josefina Blanco Tejerina, con su separación judicial incluida, limitados recursos y siempre casi en el límite de la ruina y que finalmente, gravemente enfermo, diagnosticado por el doctor Marañón de cáncer, don Ramón María rindió su alma y su frustrada bravura el día 5 de enero de 1935, siendo enterrado en el cementerio de Boixaca, en Santiago.
Acaso como una premonición la enorme poetisa gallega Rosalía de Castro de Murguía, en su libro de poesías En las orillas del Sar, nos dirá como un rezo universal:
Los que tras de las fatigas de una existencia azarosa al dar termino al rudo combate cogen larga cosecha de gloria.
Premonición invertida, pues el primer libro de Valle-Inclán Femeninas, fue prologado por el erudito don Manuel Murguía, viudo ya entonces de Rosalía de Castro y gran amigo del padre de nuestro escritor.
Y es que como en otros o en más de uno, don Ramón María, también venció sus batallas después de su muerte.
Y he leído mucho y después las obras literarias y teatrales de don Ramón María, que en ocasiones me han parecido “terribles”. Comedias bárbaras, esperpentos, El ruedo ibérico…
En cualquier caso, siempre con mi sincera admiración por Valle-Inclán, tengo que sumarme al escritor Andrés Trapiello, cuando en su libro Los nietos del Cid. La nueva edad de oro de la literatura española, 1898-1914 nos dice que “Valle-Inclán ha de empezar él sólo cualquier capítulo de la literatura española. De eso no hay duda. Fue uno de los escritores más asombrosamente célebres en su tiempo y puede decirse que jamás llegó nadie tan alto con más contados recursos”.

Y es que, efectivamente, Valle-Inclán cultiva todos los diversos géneros literarios: es escritor, es autor teatral, es ensayista y es poeta. Y todos sus géneros se caracterizan por dos tendencias opuestas: la variedad y la cohesión.
Y don Ramón María es poeta por la gracia de Dios, y acaso, por la gracia de su amigo el excelso poeta nicaragüense Rubén Darío, que le influye en ello poderosamente incorporándolo en el modernismo; y así, en Claves líricas: versos de don Ramón del Valle-Inclán, publicado en Pueyo, Madrid, 1930, le escribirá este Soneto iconográfico para el señor marqués de Bradomín, de Rubén Darío, su amigo.
Este gran don Ramón de las barbas de chivo, cuya sonrisa es la flor de su figura, parece un viejo dios, altanero y esquivo, que se animase en la frialdad de su escultura: El cobre de sus ojos por instantes fulgura y da una llama roja tras un ramo de olivo. Tengo la sensación de que siento y que vivo a su lado, una vida más intensa y más dura. Este gran don Ramón del Valle-Inclán, me inquieta y a través del zodíaco de sus versos actuales se me esfuma en radiosas visiones de poeta. O se me rompe en un fracaso de cristales. ¡Yo le he visto arrancarse del pecho, la saeta que le lanzan los siete pecados capitales!
Modernista
Fruto de su amistad con Rubén Darío, el inaugurador de la modernidad poética en la lengua española o de su íntima decisión. Para mí, ya en sus sonatas, suenan con altura poética su propio modernismo. Porque para mí, las sonatas no son otra cosa más que historias románticas, casi versificadas.
Es la Sonata de estío: “La noche se avecina. En esta hora del crepúsculo, el deseo ardiente que la Niña Chole me produce se aquilata y purifica, hasta convertirse en ansia vaga de amor ideal y poético. Todo oscurece lentamente: gime la brisa, riela la luna, el cielo azul turquí se torna negro, de un negro solemne donde las estrellas adquieren una limpieza profunda. Es la noche americana de los poetas”.
¿Cabe más visión modernista de la vida? ¿Cabe una visión en la que el amor y lo profano se revisten de formas como sagradas? ¿Cabe el que frente al realismo burgués, se exalte más lo aristocrático, refinado y cosmopolita?
Yo no conocía muy bien del alcance poeta de Valle-Inclán. Hoy no me cabe duda ante la publicación Poesías Completas que la Colección Visor de Poesía, en edición de 2017, que he conseguido encontrar. Es un poemario tripartito. En el prólogo del libro Poesías completas, escrito por Luis T. González del Valle y José Manuel Pereiro Otero, nos dicen que sus tres poemarios, Aromas de leyenda (1907), La Pipa de Kif (1919) y El pasajero (1920) constituyen un nuevo cosmos donde se unen precariamente varias facetas creativas en su escritura; “pero pese a la distancia estética entre ellas, estas tres etapas, por supuesto, caben dentro de la modernidad”.
Esta configuración modernista es visible gracias a las influencias de Rubén Darío, reflejado en sus poemas, sobre todo en Aromas de leyenda. Aquí está bien claro en los versos poetizados en claves. En la clave V, y verso “Rosa Matinal”, nos dirá con clara impronta modernista y como un recreo de las tradiciones de Galicia, que:
El dionisiaco don de los molinos. Enciende las divinas represalias. Y junta ramos celtas y latinos en trocaicos cantares de faunalias.
El pasajero, donde en las claves en rosa, se empaparán sus realidades con sus invenciones. Y en la “Rosa de melancolía”:
Me daba Epicuro sus ánforas llenas, un fauno me daba su agreste alegría, un pastor de Arcadia, miel de sus colmenas.
¿Leemos a Valle-Inclán o leemos a Rubén Darío?
Y más allá en La pipa de Kif:
El ritmo del orbe en mi ritmo asumo,. Cuando por ti quemo la Pipa de Kif,. Y llegas mecida en la onda de humo,. Azul, que te evoca como un “leif-motif".
Y luego las claves de la vida bohemia: “La Coima”, “El preso”, “Resol de verbena”, “La Tienda del herbolario”, “Rosa del sanatorio”, definitoria de la nueva estética moderna…
Cubista, futurista y estridente por el caos febril de la modorra vuela la sensación, que al fin se borra, verde mosca zumbándome en la frente.
Solo hay para mí, una notable diferencia entre el poeta Valle-Inclán y el poeta Rubén Darío, y nos lo dice el propio poeta nicaragüense en el preludio de su Muy siglo XVIII:
Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana (...) Y muy siglo dieciocho y muy antiguo y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinitas.
“Una sed de ilusiones infinitas”, de las que nos llena Rubén Darío en su poesía. La sed de ilusiones infinitas, frente a la amargura y el desdén del resentimiento, tan frecuentes en Valle-Inclán.
Por eso yo me voy a quedar con el marqués de Bradomín, en la Sonata de estío, donde me encuentro complacido con el Valle-Inclán poeta, porque al recordar los ojos de la Niña Chole, nos acaba diciendo: “Lo advertí con terror, porque estaba seguro de concluir enamorándome locamente de sus lindos ojos si tenía la desgracia de volver a verlos”.
Valle-Inclán se desmorona feliz con su marquesado de Bradomín, en el estío de su vida, para permanecer vivo por el resplandor de unos ojos de mujer. Marqués de Bradomín. “Feo, católico, y sentimental”.
Y seguiré persistiendo en mi admiración al escritor gallego, porque, además, Valle-Inclán no está caduco como tantos escritores novecentistas y hasta veinteañistas. Valle-Inclán sigue vivo. Representa para mí ese genio cervantino, pero enervado. Esa mezcla airada y disconforme como el libertador de galeotes, a pesar de sí mismo. Está aquí, hoy. Harto de injusticias. En sus libros y teatros, y hasta en sus poesías que, en estas letras, las he calificado, de “poesías airadas”.
Valle-Inclán. Siempre Valle-Inclán.
Alicante 15 de marzo de 2021.
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Muy documentado tu artículo. Mi tocayo don Ramón del Valle-Inclán es un personaje que se escapa de mi control literario. Un abrazo
Ciertamente querido amigo Ramón Palmeral. Valle-Inclán siempre nos dejará turbados por su iconoclastia. Pero nos quedara la Niña Chole, en la Sonata de Estío, en su lugar inolvidable. Un abrazo de tu amigo Julio Calvet.
Este comentario de Don Ramon María del Valle-Inclán lo dedico a mi compañero del alma Don Rafael Ferrández Flores con quien anduve un feliz tiempo con nuestros libros de Derecho bajo el brazo,
Un interesante artículo sobre Valle Inclán que nos acerca más a este fantástico escritor.
La sonata de primavera es una de las novelas más bonitas que he leído !!
Enhorabuena Querido amigo Julio!!
Muchas Gracias Pilar. Desde luego, las Sonatas, y como tu bien dices… son extraordinarias, únicas, y la de primavera… Un abrazo, Julio.
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Me ha encantado el artículo de Valle-Inclán.
A mí, personalmente, me impactó mucho la figura de Max Estrella y su dualidad con Don Latino, que no sé por qué me hicieron recordar a Don Quijote y Sancho. Igual que parte de la esencia del personaje Valle-Inclán me trae un regusto grato a Quevedo.
Enhorabuena Julio, he tenido gusto de leer el artículo.
Muchas gracias Juan Antonio. Comparto tu opinión ante un gran genio literario. Un abrazo.