Título: En las orillas del Sar
Autora: Rosalía de Castro
Edición de Xesús Alonso Montero. Cátedra, Letras Hispánicas
Ediciones Cátedra, calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15, Madrid
Décima Edición, 2017
Rosalía de Castro (1837-1885) nace en la madrugada del 21 de febrero de 1837, en una casa de doña Teresa de Castro y Abadía, soltera, de una familia hidalga y respetabilísima, localizada en el margen derecho del Camiño Novo (Padrón), y en la antigua vía de entrada a Santiago de Compostela. Es hija natural de la referida doña Teresa Castro y Abadía (1804-1872) y del sacerdote José Martínez Viojo (1798-1871); a los tres días es bautizada en el Hospital Real de Santiago, por el capellán y presbítero José Vicente Varela y Montero, con el nombre de María Rosalía Rita, figurando en la partida de bautismo como hija de padres desconocidos, librándose de la inclusa al hacerse cargo de ella la madrina, María Francisca Martínez, fiel sirvienta de la madre de la recién nacida.
Sus primeros diez años los pasa en una finca llamada La Mahía, en la parroquia de Castro Ortuño, cercana a Padrón, al cuidado de su madrina, y en 1847 es reclamada por su madre, pasando a vivir ambas al pazo de El Retén, solar de los Castro. Es matriculada en el Liceo de San Agustín, de Santiago, donde conoció al poeta gallego Aurelio Aguirre, al que le unió una amistad muy próxima al noviazgo, pero casi al mismo tiempo conoció a Manuel Murguía, periodista e historiador, adalid del movimiento regionalista, con quien años después contraería matrimonio. Manuel Murguía tenía 24 años y Rosalía 21. De su matrimonio nacieron varios hijos: Alejandra, Aura, los mellizos Gala y Ovidio, Amara, y Adriano Honorato que murió niño.
Y por causas profesionales de su esposo, archivero-bibliotecario de España, Rosalía le acompaña por distintas ciudades y regiones de España, pero siempre adoleciendo de la saudade de su tierra, y con una delicada salud que pronto empezó a quebrantarse, sobre todo tras la muerte de su madre, que la agravó, y su alma se llenó de amargura.
La saudade es la nostalgia, un sentimiento de tristeza y de añoranza. Y la saudade es un sentimiento muy asentado en Rosalía de Castro y la llevó consigo durante toda su vida, porque acaso también puede que esté asentada en el alma de las gentes del pueblo gallego. Como dice Federico Carlos Sainz de Robles en una referencia biográfica de Rosalía de Castro: “La amargura se fue convirtiendo en ‘misteriosa nostalgia’ que la hacía parecer un dulce fantasma sujeto a la tierra solo por hilos delgados de escasa resistencia. Reanimó su alma la publicación de su libro Cantares gallegos, acogido con fervor en toda Galicia y con admiración en toda España”.
En 1856, llegó Rosalía por primera vez a Madrid, hospedándose en el domicilio de doña Carmen Lujín de Castro, prima de su madre y que a la vez fue madre del periodista Alejandro Pérez Lujín, el famoso autor de La casa de la Troya: estudiantina, que nos relata con la frescura del momento, los amores entre Carmiña Castro Retén y Gerardo Roquer y Paz, en la universidad compostelana.
Tan sólo un año antes de llegar a Madrid Rosalía, había llegado a la capital el gran poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer. Se encuentran aquí, cómo nos dice Federico Carlos Sainz de Robles, “los dos líricos más extraordinarios del siglo XIX, afines por su sensibilidad exquisita, por la hondura y melancolía de sus poemas, por sus dolencias corporales”. Con Bécquer llega a su culminación la poesía de la década de 1860 y, según nos dice José Carlos Mainer, con una dicción menos retórica y personal que recordaba la de Heinrich Heine, y la expresividad sintética de un pensamiento o una tristeza en forma de copla popular: “género que había llamado la atención de Antonio Trueba, Augusto Ferrán y Rosalía de Castro”. Y añade José Carlos Mainer que los mejores poetas del momento eran de regiones bilingües, cómo la gallega Rosalía de Castro. Y ciertamente, el primer libro de Rosalía, Cantares gallegos, está escrito en su lengua materna. Este libro coloca a Rosalía a la cabeza de los poetas peninsulares que se acercaron a los modos de la copla popular; después vino su libro Follas novas, prologado por Emilio Castelar, que fue un conjunto más complejo e inquietante, cuyas cuatro secciones enuncian los límites de su mundo: “Vaguidades” y “Do intimo”, “Da terra” y “As viúvas dos vivos y as viúvas dos mortos”. Finalmente, su pesimismo y su densidad se afianzaron en su último libro A las orillas del Sar, un libro escrito en castellano.
En la Introducción de la edición de Xesús Alonso Montero del libro que comentamos, A las orillas del Sar, nos dice que Galicia era entonces un país totalmente analfabeto en su idioma, pero aun así, los versos gallegos del libro auroral de Rosalía de Castro, Cantares gallegos, fueron amados, recitados y cantados, por gentes muy diversas de la tierra gallega, “las humildes en primer lugar, intuyeron la grandeza y la belleza de la hazaña: una poeta mujer, una mujer huérfana en la niñez, una mujer de poca salud y agobiada por las penas, asume sin pedantería, como el que respira, la defensa y la canción del marginado y postrado país. Algún tiempo después, la gratitud y la devoción de las gentes esbozaban el comienzo de un mito”.
Escribe Elena de los Ríos, en Mujer Hoy: “Su obra está sin duda marcada por una existencia no demasiado feliz, (parece que fue una mujer solitaria y escéptica ante el amor) y una orfandad: hija de un sacerdote y de una hidalga soltera y pobre, fue criada por una sirvienta de su madre. Estos mimbres biográficos le permitieron referirse como nadie a la “saudade”, esa oscura melancolía típicamente norteña que lo llena todo de desesperanza”.
Y ciertamente, resulta que, aunque la obra literaria de Rosalía de Castro cuente con relatos y novelas como la muy original de El caballero de las botas azules, es en la poesía que ella crea donde el verso encuentra la plenitud y su realización plástica y vital.
Cantares gallegos, Follas novas y En las orillas del Sar, van jalonando su vida, como deslizándose a la “desolación”. Es En las orillas del Sar, cuando se produce la total desazón de la autora. Ya el titulo bucólico del libro lo anuncia. El río Sar y sus orillas.
El río Sar es un afluente del río Ulla por su lado derecho y nace en la parroquia de Bando en Santiago de Compostela y corre por las parroquias compostelanas de Sar, Conxo y Laraño. Después lo hace por el municipio de Ame en el valle de A Maía y recorre la llamada Ruta Rosaliana, cruza parte del municipio de Rois y desemboca en la parroquia de Iria Flavia (Padrón). A su paso por Santiago de Compostela, el río Sar se encontrará con la Colegiata de Santa María del Sar.
Y nos lo va a recordar la propia Rosalía en los primeros versos de las Orillas del Sar:
A través del follaje perenne que oír deja rumores extraños, y entre un mar de ondulante verdura, amorosa mansión de los pájaros, desde mis ventanas veo el templo que quise tanto. El templo que tanto quise…, pues no sé decir ya si te quiero, que el rudo vaivén que sin tregua se agitan mis pensamientos, dudo si el rencor adusto vive unido al amor en mi pecho.
Rosalía de Castro, murió a las 12 de la mañana del 15 de julio de 1885, en su casona aldeana de Padrón, herida por la terrible enfermedad del cáncer, mirando el mar, cuya presencia pedía cada día a su hija Alejandra: “Abre esa ventana, que quiero ver el mar”. En 1891 sus restos fueron trasladados a la iglesia compostelana de Santo Domingo.
Hoy me he detenido a leer su libro de poemas En las orillas del Sar. Es una 10.ª edición de Ediciones Cátedra de 2017, con un luminoso prólogo de Alonso Montero y en su cubierta una ilustración de Manuel Colmeiro, titulada Paisaxe con vacas.
Impresiona la lectura de estos poemas de Rosalía de Castro, publicados en 1884, un año antes de su muerte. Impresiona su premonición y su fuerte carga de tragedia. Nos dicen en la introducción que “versos más desazonantes no existen en toda la poesía española del siglo XIX”, y ciertamente es así, pero estas letras que escribo son mi homenaje a una gran mujer, ejemplo de honradez, de la belleza y de su amor por su patria gallega, que junto a sus libros en su lengua natural, nos trajo un libro en la lengua de España, como final de su vida, saliendo a combinar su habla gallega con el también lenguaje patrio de todos los españoles.
Y me permito terminar este recuerdo con las palabras que Ramón Otero Pedrayo, orensano y galleguista, pronunciara en su Discurso de ingreso en la Academia Gallega:
“Rosalía desarma el análisis. Fracasan ante ella los métodos, experiencias, las comparaciones. Un alma desnuda y fuerte va por los caminos del mundo, solamente vestida con su propia esencia, y el mundo todo adquiere la forma que le presta la esencia del poeta… La mayor dimensión lírica en el arte la alcanza Rosalía. No hay ego que subjetivice el mundo en tanto grado como aquel ego saudoso… Su eje de diamante será dolor, pesimismo, melancolía, saudade… Pero esta presente consecuencia del sentimiento viste el mundo, el alma, el pasado, el porvenir… Rosalía hizo del dolor la dimensión, la forma y la figura de su espíritu… Tenía un clavo clavado en el corazón…”.
Estas palabras de tan ilustre escritor nos condensan y resumen el alma y el estar de una gran poetisa, que no debemos dejar de tener como una de las grandes de un tiempo que se aleja como el rumor del mar que nunca quiso dejar de contemplar.
En Alicante, a día once de mayo, del año de dos mil veintiuno.
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Amigo Julio me he enterado de muchos detalles de la biografía de esta gran poeta gallega Rosalía de Castro que no sabía. Un abrazo.
Querido Ramon, gracias a ti. Un abrazo. Julio Calvet
Querido Julio
Has escrito un precioso homenaje a una gran mujer, a una gran poetisa, como fue Rosalía de Castro.
Efectivamente, has resaltado lo más genuino de su poesía, como fue la «saudade» esa nostalgia misteriosa que sienten los que se alejan de su tierra y que ahora , más que nunca, puede que esté presente en tantos jóvenes que tienen que abandonar su patria en busca de trabajo o de un porvenir mejor.
Qué tiempos más hermosos esos en que coincidieron en Madrid los mejores representantes del Romanticismo Bécquer y Rosalía!!
Me quedo con esos maravillosos versos que tú resaltas:
«dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi pecho»
Un abrazo.
Muchas gracias Pilar. Rosalia de Castro debe estar presente con nosotros que a veces vemos rondar la nostalgia cerca porque en la vida de cada cual siempre está ese sentimiento. Un abrazo. Julio Calvet