Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Libros

De libros y de Dostoievski

Libro: Crimen y castigo.
Autor: Fiódor Dostoievski.
Introducción: Carlos Pujol.
Traducción: Rafael Cansinos Assens.
Revisión de la Traducción y edición: Rafael Manuel Cansinos.
Editorial: Planeta. Colección Austral. Sexta impresión. Enero de 2021.

Fiódor Mijáilovich Dostoievski nació en Moscú en 1821 y murió en San Petersburgo el 9 de febrero de 1881. Se cumplieron en 2021 los doscientos años del nacimiento y, aunque lo sea con retraso pues ya estamos en el año de 2025, no deja de ser ocasión para esbozar un recuerdo para uno de los escritores más importantes del siglo XIX que, desde la lejana y controvertida patria de los zares, nos dejó una obra literaria inmortal e imperecedera como son todas aquellas que se adentran en el alma humana.  

También sucede que, para mí, la nación, el imperio de Rusia, andando aquellos años de la vida del escritor moscovita, no ha dejado de interesarme al conocer histórico de los altos monarcas imperiales —llamados zares, palabra que sabemos es una derivación de la palabra romana césar— como lo fue Pedro I, llamado también Pedro I el Grande, (1682-1725), gran monarca que promovió el convertir Rusia en una gran potencia de primer orden en el contexto político de su tiempo. Tuvo un gran afán expansionista y fundó en 1703 la formidable ciudad de San Petersburgo y, junto a Catalina II, también calificada como la Grande, (1729-1796), aportaron inmensamente a la cultura imperial y con las grandes construcciones que aún perduran.

No obstante, tampoco se puede dejar de resaltar que el zarismo fue un régimen despótico y feudal, gobernado bajo el predominio de la Iglesia, de la aristocracia y de tales emperadores, en el que las clases medias brillaban por su ausencia, lo que provocó la escasa industrialización y que la economía nacional tan sólo se sustentara en el comercio netamente agrícola, de unas inmensas tierras propiedad de unos ricos propietarios que vivían del producto de las mismas. Es un largo periodo en el que en este régimen tardo feudal, el lujo y el placer de unos pocos vivía del sacrificio  de unas pobres gentes que, en campos de cultivo, vivían desperdigadas y en la más cruda miseria y que, si en alguna ocasión provocaban alguna algazara reivindicativa, eran aplastados sin piedad. Esta situación no pudo por menos que, andando el tiempo, provocar la ruptura del sistema zarista, que acabó culminando con el asesinato en 1918  del último zar, Nicolás II, y toda su familia. Pero esto es ya “otra historia”.  

Y volviendo al siglo XIX de la Rusia de los zares, también la pobreza y la miseria se paseaba por las ciudades, de suerte que en ellas fueron apareciendo unas gentes empobrecidas y miserables, y sus escritores —novelistas, poetas y dramaturgos— en sus obres hicieron reflejo de tales situaciones. Eran unos  intelectuales que actuaban de forma dispersa, sin formar lo que podría llamarse una generación cultural, siendo poco o mal reconocidos a pesar de su genialidad todavía vigente en muchos de ellos. Y me limitaré a recordar a Aleksander Puskin, (1799-1837), con sus poesías románticas; a Lev (León) Tolstoi (1828-1910), con su Guerra y Paz; a Ivan Turgueniev (1818-1883), con sus cuentos, como el titulado Nido de Nobles; a Antón Chejov (1860-1904), con su Tio Vania, y a Máximo Gorki, (1868-1936), con sus Hijos del Sol.

Retrato de Dostoievski por Vasili Perov, 1870 (Fuente: Wikimedia).

Y desde luego y para esta ocasión a Fiódor Mijáilovich Dostoievski, (Moscú, 1821- San Peterburgo, 1881), un gran escritor con una vida regida por la tragedia desde su nacimiento, que luego fue en aumento cuando mayor edad, cuajada de desdichas, las que me atrevo a decir algunas casi buscadas en parte a propósito, acaso como consecuencia de una infancia dolorosa. Se me hace difícil decir esto, pues parece que quien escribe sobre un personaje célebre está cómo obligado a ponderarle y vanagloriarlo, pero yo, que procuro ser neutral, cuando me he enfrentado con Dostoievski no puedo ocultar lo que son hechos verdaderos.  

La experiencia familiar es innegable en la formación. Dostoievski fue hijo de un médico despótico y maltratador, tanto de su esposa como de sus hijos y sus siervos, y tenía una bien ganada fama de avaro y cruel al punto de que acabó muriendo a manos de sus propios siervos en 1893. Nuestro escritor además tuvo que vivir en el hospital para pobres donde vivía la familia y convivió desde muy temprano con la vida miserable y llena de contagios de los pacientes. No parece que nuestro autor superase esa experiencia, a pesar de alcanzar una buena formación académica al licenciarse como ingeniero militar en San Petersburgo, pues aquellos avatares infantiles, junto al hecho de ser epiléptico durante toda su vida, unido a su afición y dependencia al juego, no sólo le afectarían, sino que trascenderían en la construcción de los personajes de sus novelas.

No hay escritor en el que en sus narraciones no aparezcan, en forma más o menos disimuladas, sus experiencias vitales, aunque solo lo sean formalmente, aunque en algunos, o los más, en forma más íntima. Así, recordemos en España a don Ramón María del Valle-Inclán o a don Pío Baroja.

A pesar de trabajar un tiempo como ingeniero militar, Dostoievski acabo decidiendo abandonar su carrera en el Ejército y dedicarse a la tarea de ser escritor. Su primera obra, Pobres gentes (1846), fue un notable éxito que le abrió la puerta de acceso a los salones literarios e intelectuales rusos, a los que le encumbró Visarión Belinski, el teórico de la escuela natural rusa, lo que permitió que, en poco tiempo, Dostoievski se adentrara en los círculos literarios e ideológicos de un naciente izquierdismo, frecuentando el Círculo de Miháil Petrashevski, primera organización socialista rusa dedicada al estudio y difusión de los socialistas utópicos.

Mikhail Petrashevsky (Fuente: Wikimedia).

Es ahora, ya en pleno compromiso político y a raíz del estallido de la revolución de 1848 en Francia, y radicalizada la formación a la que pertenecía, cuando en 1849 acabará siendo detenido junto con los miembros del círculo socialista y condenado a la pena de muerte, como los demás, de cuya pena fue indultado pocas horas antes de la ejecución a cambio de varios años de trabajos forzosos en Siberia.

Dostoiesvki pasó cuatro años en un penal siberiano, en precarias y duras condiciones, conviviendo no solo con presos políticos, sino con  presos de toda laya que, sin duda, fueron referente para la descripción de alguno de sus personajes abocado al delito. Después de cumplir su condena, se le prohibió regresar a Rusia central, por lo que tuvo que vivir en una fortaleza en Semipalatinsk, en la frontera con China.

En 1859 se le permitió volver vivir en el Tver y, poco después, a San Petersburgo, donde se dedicó  de nuevo a la escritura, fundando con su hermano Mijail, la revista  El Tiempo y publicando sus obras, Memorias de la casa muerta y Humillados y ofendidos.

En 1862 emprende su primer viaje al extranjero que le produjo una gran decepción, no sólo en cuanto al futuro del mundo occidental, sino también por las derivaciones del socialismo que le había atraído en su juventud. En 1863 todo se le derrumba: su mujer se está muriendo y se prohíbe la revista El Tiempo. Su mujer muere al año siguiente, así como su hermano Mijaíl, de cuya familia se hará cargo nuestro autor, lo que le obligará a escribir mucho para hacer frente  a la situación. Contratos leoninos con editores desaprensivos, vuelta una y otra vez al juego, y el inicio de la escritura de su gran novela Crimen y Castigo, que el propio autor calificó de “la historia psicológica de un crimen”, y en la que, como ya dije, debió influir su estancia en el presidio de Siberia, donde conoció a tantos criminales y la  complejidad humana.

Son meses de trabajo extenuante, luchando además de con las deudas, con la epilepsia, que le afectó siempre, y su afición al juego.  En 1866 dirá en una de sus cartas: “Trabajo día y noche y, sin embargo, no adelanto mucho (…) Una novela es una obra poética, exige la tranquilidad del espíritu y de la imaginación. Yo vivo atormentado por los acreedores, que amenazan con encerrarme en la cárcel. ¿Y en estas condiciones hay que sentarse a una mesa y escribir? A veces me resulta imposible”.

El esfuerzo era continuo, pero al fin, el primero de noviembre de 1866 concluyó la novela El jugador, que había prometido al editor, y publica en los dos últimos meses de ese año  el final de Crimen y Castigo en el periódico El Mensajero Ruso.    

Para cumplir tales urgencias literarias tuvo la fortuna de contar con la ayuda de una joven taquígrafa llamada Anna Grigorievna Snitkina, con quien contrajo matrimonio, componiendo sus cinco grandes novelas después de Crimen y Castigo: El idiota; Los demonios; El adolescente y Los hermanos Karamázov, de la que solo escribió la primera parte, pues la segunda no pudo ser, al fallecer nuestro autor en 1881.  

Crimen y Castigo, es la tremenda historia de Rodion Románovich Raskolnikov, y será el pórtico del último y extraordinario esfuerzo del genio dostoievskiano.

Crimen y Castigo. Causa y consecuencia. ¿Y redención o sin ella?

Cubierta original de «Crimen y castigo» de 1867 (Fuente: Wikimedia).

Es un libro fascinante. Se nota a simple vista los años que Fiódor Dopstoievski tardó en ir escribiéndola. Llegó a reiniciarla de nuevo más de una vez. Una novela en la que su autor no regatea los efectos melodramáticos.

Rodión  Romanóvich Raskolnikof (Rodia), es el personaje central de esta monumental novela. Un estudiante de derecho en San Petesburgo, capital de la Rusia imperial, que se ve obligado a suspender sus estudios por la miseria en que se encuentra, pues la poca ayuda económica que recibe de su madre, Puljeria Aleksándrovna Rskolnikova, una mujer bondadosa y ejemplar,  y de su hermana menor Avdotia,  tan sacrificada, resulta parca e insuficiente. Además, en su desmedido orgullo, el personaje se nos presenta como un controlador de su vida y de la de los demás, un “teórico del crimen para contribuir a la felicidad de la humanidad”, y decide matar a una vieja usurera, a quien debe dinero, llamada Aliona Ivánova, y no solo para robarle, sino además por considerarla un ser inmundo e inservible para la sociedad. Vemos así cómo el personaje Raskolnikov es alguien que se cree superior y censor de la nobleza de la que carece en absoluto. Pero es más, cuando asesina a la vieja prestamista, se ve obligado a matar también a Lisaveta Ivánona,  hermana de la misma, pues le sorprende en el momento de matar a la usurera.

No tardan en suceder los hechos determinantes de la novela: el crimen. Apenas en el capítulo I, de la primera parte, por las calles de San Petesburgo camina un joven que “a decir verdad era bastante guapo, con unos magníficos ojos oscuros, el pelo castaño, la estatura más que mediana, cenceño y bien plantado”, pero “tan mal vestido iba que otro, incluso un hombre acostumbrado a estos achaques, no se habría atrevido a salir en pleno día a la calle con aquellos harapos”.

“Con el corazón palpitante y poseído de un temblor nervioso se acercó al inmenso edificio que se alzaba por un lado al filo del canal, y por el otro lado daba a la calle de…

Y llamó al cuarto de la vieja. Sonó la campanilla, cual si fuera de hojalata y no de cobre.

Al cabo de un rato se entreabrió la puerta… El joven traspuso el umbral, pasando a una oscura antesala… La vieja estaba delante de él, mirándole en silencio e inquisitivamente. Era una viejecilla, pequeñita y seca, de unos sesenta años, de ojos agudos y malignos, con una naricilla afilada y la cabeza descubierta. Sus cabellos albeantes relucían muy untados con aceite, con pocas canas.

Aliona Ivanovna, la anciana prestamista.

—Raskolnikov, el estudiante; ya estuve aquí el mes pasado…

—¿Y que se le ofrece?

—¡Pues traigo una cosa para empeñar! —Y sacó del bolsillo un viejo reloj de plata, plano.

Tras hacer las cuentas con lo antes debido, Aliona Ivanovna, entregó a Raskolnikov un  rublo y quince copeicas.

Raskolnikov salió de allí profundamente turbado…”.

Sueños alterados, pesadillas, altibajos, y por fin la decisión: matar a la vieja usurera, y robarle. Tras una intensa tortura decide hacerlo, y para ello vuelve a la casa de la anciana, con premeditada intención. Y lo hace. La ejecuta. Y nada más y nada menos que mata a la usurera con un hacha que lleva preparada al efecto. Tres golpes en la mollera y un gran derrame de sangre y la búsqueda de todo lo que valiese para llevárselo. Y la sorpresa de que en ese  instante aparece en la escena Lizaveta Ivanovna, hermana de la prestamista que, al coincidir en la escena, va a seguir la misma suerte que su hermana: “El golpe le dio en el cráneo de filo, y de una vez le tajó toda la parte superior de la frente, hasta el occipucio”.

Hay en toda la acción detallada de los asesinatos como un desarrollo casi vivencial. A través de los detalles que el novelista nos ofrece concurren en el homicidio muchas de las agravantes posibles. La conducta aleve se cumple tal y como los códigos penales desde la Ilustración, refieren. Lo reza así, nuestro actual Código Penal: “Hay alevosía cuando el culpable comete cualquiera de los  delitos contra las personas empleando en la ejecución medios, modos o formas que tiendan directa o especialmente a asegurarla, sin el riesgo para que su persona pudiera proceder de la defensa por parte del ofendido”.

Raskólnikov y Mameládov, por Mijaíl Petróvich Klodt (Fuente: Wikimedia).

Y desde luego estamos ante un homicidio premeditado y alevoso. Un asesinato. Y ahora, cumplido el asesinato —doble, en definitiva—,  es cuando la novela se llena de una población de personajes que van a acompañar a Raskolnikov hasta llegar a reconocer su culpa y la necesidad de sufrir el castigo como redención, y también a  su arrepentimiento. No le es fácil. Hay un trastorno secular como el de aquellos que quieren torcer la historia para su lujo personal.

Al fin, Rodión Romanovich Raskolnikov, confesará su delito al teniente de policía Iliá Petróvich.

«—Es que yo fui quien mató a aquella vieja viuda de un funcionario y a su hermana Lizaveta con el hacha para robarle».

Vendrá después la instrucción de la causa. Los hechos concurrentes (esconder los objetos y portamonedas de la vieja, sin apropiarse del dinero) llevarán a considerar que el crimen no podía haberse cometido más que en un estado  pasajero de locura y llegó a invocarse la que entonces surgía como nueva teoría de “la enajenación mental temporal”.

La sentencia resultó más benigna de lo que se hubiese esperado. Influirán los deseos del autor de agravar la culpa sin justificarse, la situación patológica y mísera del mismo, el asesinato impremeditado de Lisaveta y su presentación voluntaria para confesar. Rodión es condenado a ocho años de trabajos forzados en la cárcel de Siberia. Sonia le acompañará y ayudará en lo posible y el horizonte será unirse, y  al término de la condena, empezar de nuevo.

"Resolvieron aguardar y tener paciencia. A él le faltaban todavía siete años y, hasta entonces, ¡cuánto tormento insufrible y cuánta infinita dicha!¡Para él había resucitado y lo sabía, lo sentía con todo su ser renovado, y ella, ¡ella vivía la vida únicamente la vida de él!

Y concluiré con la cita del propio Carlos Pujol, en la introducción de la edición elegida:

“El drama está visto no desde la óptica de la sociedad que es una máquina ciega de castigar el desorden para su corrección, sino desde la del individuo. Crimen y Castigo no quiere decir que el que la hace la paga, porque a Dostoievski no le interesa el criminal, solo el pecador. Para la justicia, aquello es un doble asesinato y tiene que castigar al culpable; para Dostoievski es el orgullo y el extravío de Raskolnikov que se ha manifestado en esas muertes. Los jueces se conforman con Siberia. Para el escritor lo único que cuenta es el hecho de que el criminal acepte la sentencia para redimirse”.

El sufrimiento, las contradicciones, el dolor, el perdón, el arrepentimiento… presiden esta clamorosa y gran novela que he tratado de interpretar y que tan difícil me resulta. Y créanme estimados lectores que en mi camino judicial he visto muchas cosas y que algunas me han llenado de perplejidad. El alma humana, valga la contradicción —el alma no es humana, es alma—, es a veces impensable.

Crimen y Castigo. Termina así. No sabremos qué pasara después de esos siete años. Pensemos en la redención.

Una gran novela, para leer y pensar.

Julio Calvet Botella

Magistrado y escritor. Colaborador de la APPA.

8 Comments

Click here to post a comment

Responder a ramón gómez carrión Cancel reply

  • Excelente como siempre tus análisis de textos sobre libros. Se nota que conoces bien a los grandes escritores rusos que, hace años eran de obligada lectura como Dostoievski, Tolstoy o Chejov. Son novelas con una gran carga emocional y retrato de la zarista, la explotación de los siervos y causa de la Revolución Rusa de 1917. Un abrazo

    • Querido Ramon Palmeral, muchas gracias por tu comentario. Efectivamente hay una pléyade de escritores rusos del siglo XIX y XX, que empiezan a desconocerse y al hacerlo se pierde el conocimiento de una época y un lugar determinante en la historia de Europa. Hay que volver a leerlos, porque el examen de los personajes de las novelas, es eterno. Un abrazo, Julio Calvet.

  • Estupenda semblanza de Dostoievski y su mundo. Leí la novela hace muchos años. En aquella época también leí El jugador. Hoy tengo como asignatura pendiente Los hermanos Karamazov, y de su compatriota, Tolstoi, Guerra y paz. Los dilemas morales y la redención son los grandes temas de Dostoievski, un autor sin duda eterno, y al que volver en cualquier época de la vida. Un abrazo, querido amigo. Juan C. Lozano.

    • Querido Juan Carlos gracias. Ya se que eres un amante de la cultura europea, tu incesante lectura y tu gran saber poético y musical. Si hay un gran Tolstoy hay un gran Chaikovski.
      La vida humana es un misterio y nuestro autor no dejo de buscarlo en sus personajes.
      Un abrazo amigo. Julio Calvet

    • Siempre conjugas con brillantez tus conocimientos literarios y jurídicos para hacernos disfrutar doblemente a quienes te leemos con tango gusto. Un abrazo, Julio.

      • Gracias Ramon Gomez Carrion por tus amables palabras. En este libro Crimen y castigo, esto es delito y pena, no puede faltar algo de ciencia jurídica en mi comentario, aunque hoy en España cada día nos despiertan con interpretaciones y leyes inesperadas.
        Un abrazo estimado amigo.

  • Se agradece esta introducción de alto nivel, esta invitación a la lectura imprescindible de una obra maestra emanada de otros horizontes culturales.

    • Muchas gracias por su comentario. Es una novela grande que tiene muchas lecturas y que no debemos olvidar.
      Un cordial saludo
      Julio Calvet