Libro: El caballero de Olmedo.
Autor: Lope de Vega.
Edición de Francisco Rico.
Cátedra. Letras Hispánicas.
Trigésimo tercera edición. Madrid 2021.
Es posible, que el traer aquí en este comentario literario a Lope de Vega y a su célebre obra teatral, El caballero de Olmedo, no sea más que una casualidad, porque la real intención que me ha inspirado en esta mi primera colaboración para la Hoja del Lunes del año 2025 no es otra que la de prestar mi modesto homenaje al Fénix de los Ingenios, o al llamado no sin cierta sorna por don Miguel de Cervantes, el Monstruo de la Naturaleza, del que en mis colaboraciones no me he ocupado todavía, cometiendo así un pecado capital del que me quiero redimir, pues para quien osa escribir como yo hago, no puede quedar fuera de mis escritos el gran autor que en sus múltiples creaciones, “en horas veinticuatro, pasaban de las musas al teatro”, sin que por ello dejara de ser un grandísimo poeta.
Así pues, que con mis disculpas históricas y literarias, permitidme, estimados lectores, que nos detengamos, alzando el telón de este nuevo año, en la vida y en la obra de tan excelso escritor, nacido en los ámbitos del Siglo de Oro y que, gracias al mismo, como a los ilustres creadores que le acompañaron, nos dieron cien años que no han dejado de brillar y han sido un ejemplo para todos los que aún creemos que el escribir es un lujo que no se debe perder.
Podría haber elegido tal vez para comenzar este comentario, su obra titulada Fuenteovejuna, más acorde con mis conocimientos del enjuiciamiento penal y discutir —es un acaso— la tropelía del pueblo al dar muerte, sin juicio alguno y en pleno tumulto, al comendador mayor de Calatrava por razón de sus desmanes y vilezas, en cuya investigación del suceso, hará exclamar al juez:
«Haciendo averiguación del cometido delito, una hoja no se ha escrito que sea en comprobación porque conforme a la una, con un valeroso pecho, en pidiendo quien lo ha hecho, responden “Fuente Ovejuna”.
Y aquella muerte tumultuaria, quedó en tal tiempo sin castigo, pues el rey decidió:
«Pues no puede averiguarse el suceso por escrito, aunque fue grave el delito, por fuerza ha de perdonarse».
O tal vez pude pararme en la comedia, El villano en su rincón, la que puede calificarse de literariamente póstuma, ya que su texto autógrafo se desconoce, y cuya edición definitiva preparó don Marcelino Menéndez y Pelayo a base de ediciones antiguas, y quedarme en el momento en que el rey, ante el temor del labrador al aplicar la justicia, le dice:
«No temas Juan Labrador; que nunca temen los buenos».
Pero es que a mí, quizás porque su argumento se sumerge en la leyenda secular, me subyuga más el drama titulado El caballero de Olmedo por su emotiva leyenda, de la que nos ocuparemos más adelante, y porque en tal obra aparecerán como un ensalmo La Celestina y el pérfido Burlador.
Así que, puesto el pie en el estribo del escribir, pongámonos al iniciar éste año a desentrañar la vida y la obra de quien vivió hasta el extremo y que nunca va a dejar de acompañarnos, pues sus teatros se repetirán en los corrales de comedias y en las tablas de los estrados del divertimiento, donde siempre estará Lope de Vega y su tiempo. Aunque sentado esto, no podremos olvidar que junto a la gran creatividad teatral, Lope de Vega fue un gran poeta. Así nos lo recuerda don Federico Carlos Sainz de Robles cuando nos escribe: “Poeta del cielo y de la tierra fue llamado Lope de Vega. Quien sí, con su teatro creó uno, el nacional, de increíbles dimensiones, de ilimitadas posibilidades, con su poesía lírica.
De Atlántico sin riberas” le calificó un ingenio coetáneo, Pérez de Montalbán, «creó el mundo español lirico». Un gran crítico austriaco, Grillparzer, afirma que es Lope de Vega:
“El temperamento más poético de la Eda Moderna. Cuando el poeta Lope quiso ser hondo, tierno, musical, removedor, se colocó a la par de Luis de León, Garcilaso, Quevedo. Y cuando quiso ser alma ardiente de fe, de amor, de pesares, llego muy próximo al vuelo de san Juan de la Cruz. La poesía lírica de Lope tiene la grandeza, la vegetación gigantesca y sobre saltadora, la misteriosa musicalidad de una selva amazónica”.
Apuntes biográficos
Lope Félix de Vega Carpio nació en Madrid, el día 28 de noviembre de 1562, en el seno de una familia hidalga aunque humilde, con solar en la Vega de Carriedo, en Santander. Su padre fue Félix de Vega, oriundo de dicho Valle, y su madre fue Francisca Fernández Flores, de quien poco se sabe.
Al nacer Lope, su padre se encontraba en la plenitud de su oficio de bordador, siendo padre después de sus otros hijos, Juliana, Juan y Luisa. Y nace nuestro gran autor en pleno Siglo de Oro, desarrollándose su vida durante los reinados de los tres felipes, seguidores en onomástico al Felipe I, que no fue otro que Felipe de Habsburgo, llamado El Hermoso, primero de la casa de Austria y que tanto hizo padecer a nuestra reina de Castilla, doña Juana I, hija de nuestros católicos reyes doña Isabel y don Fernando.
En 1562 apenas llevaba reinando don Felipe II unos cuatro años desde que su padre, el emperador Carlos V, abdicara en mayo de 1558 en su hijo, convirtiéndose don Felipe II en el monarca más poderoso de la historia de España, quedando su padre, el emperador, desde 1557 y por propia voluntad, enclaustrado en el modesto monasterio extremeño de Yuste, en la que Domingo Sánchez Loro llamó La Celda de Carlos V.
Ya quedaba lejos Lázaro de Tormes cuando pregonaba por Toledo los vinos del arcipreste “en plena prosperidad y en la cumbre de la buena fortuna”, quien nos dirá que:
“Esto fue el mismo año que nuestro victorioso emperador en esta insigne ciudad de Toledo entró y tuvo en ella Cortes y se hicieron grandes regocijos y fiestas, cómo Vuestra Merced habrá oído”.
Escribe el hispanista Joseph Pérez, en su libro La España del Siglo XVI, que
“con Carlos V, se apaga en la soledad de Yuste el último de los caballeros. Es un mundo que muere, el mundo de lo maravilloso, del heroísmo, de la cruzada, un mundo en que el heredero de los duques de Borgoña había aprendido a amar en su infancia y en su adolescencia flamenca; el que revelaban los escritos de Olivier de la Marche, las Mémoires o los versos de Le chevalier délibéré que siguieron hasta el final sus lecturas favoritas. Descubría en ellas las fabulosas hazañas de los caballeros borgoñones, desafiando y derrotando a todos sus competidores. Carlos el Temerario, modelo de todas las virtudes, soñando con ponerse al frente de una cruzada y liberar Constantinopla y mezclando estrechamente el sentido del honor y la causa de Dios. Carlos volvía a encontrar estas tradiciones heroicas en la orden del Toisón de Oro, fundada por Felipe el Bueno en 1430, por amor a la caballería, para propagar y proteger la fe cristiana y de la que estaban excluidos los herejes, los traidores y los cobardes.
La vida de Lope de Vega se vio inmersa en las glorias guerreras de nuestro país, reinando Felipe II, cuando tuvo lugar la gran victoria de Lepanto en 1571 y la anexión de Portugal en 1581, lo que unido a sus otras posesiones hizo que pudiera surgir la frase de que en España “no se ponía el sol”. Y tan es así que Lope de Vega llegó a compartir tales jornadas gloriosas y no tan gloriosas al participar personalmente en la ambiciosa empresa de la gran armada “Invencible”, cuya derrota por la flota inglesa en 1588 fue el primer aldabonazo del comienzo de lo que sería más tarde el declive de España en lo militar y económico, ya que el reino fue quedándose hipotecado desde finales del siglo XVI, y en manos de los banqueros europeos.
Y esta época fue también la España de la defensa de la ortodoxa religiosa. En el año de 1545 se inician las sesiones del XIX Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica, celebrado en la ciudad del sacro imperio romano germánico de Trento, situada al norte de la actual Italia. Un concilio impulsado y casi exigido por el emperador Carlos V al Papa Clemente VII, como respuesta a la Reforma Protestante de Lutero, y cuyo concilio, tras sucesivas interrupciones y reanudaciones, culminó en 1563. Este Concilio de Trento tuvo por objeto el definir la Iglesia Católica, aclarar diversas cuestiones y disciplinar a sus miembros, condenando la Reforma Protestante, considerándola la Iglesia Católica como una herejía. Una de sus decisiones más importantes será el establecimiento del celibato para los sacerdotes católicos, prohibiéndoseles el casamiento.
Es en todo este mundo en el que nace y vive Lope de Vega y podemos decir que la vida del Fénix es ruidosa y apasionante. Inefable, diría yo. Pronto Lope de Vega sintió la inquietud literaria cuando inicia sus estudios entre 1572 a 1573, nada menos que con el sacerdote, músico y escritor, Vicente Espinel (Ronda, Málaga, 1550-Madrid, 1624). El creador de la forma poética de la décima, también llamada espinela, en honor de su creador. ¿Recuerdan aquello de «Bendita sea tu pureza…» que nos enseñaron cuando niños nuestras madres? Bueno, pues además de un rezo, es una décima. El poeta rondeño fue también un extraordinario guitarrista, que incorporó al instrumento tan español la quinta cuerda y, desde luego, un notable escritor que nos dejó para siempre una de las novelas más celebres de la picaresca española, género único y personal de nuestras letras, titulada El escudero Marcos de Obregón.
Tras estos primeros estudios con el dómine Espinel, Lope ingresa en los Estudios Teatinos, fundados por los padres jesuitas, donde permanecerá dos años y en los que aprenderá los saberes humanísticos y frecuentará las representaciones teatrales que los jesuitas solían prodigar en sus colegios. Es en 1571 cuando encuentra a quien será su protector, el obispo Jerónimo Manrique de Lara, con el que se trasladará a Alcalá de Henares para cursar estudios universitarios. Y es aquí donde aparecen sus más fuertes inclinaciones amatorias que convertirán su vida en un sinfín de amores que incidirán en su vida, tanto cómo su afán de escritor de teatros y poesías. Y es aquí, en Alcalá de Henares, cuando se truncan sus buenos propósitos estudiantiles al aparecer una mujer que, por seguirla, le hace regresar a Madrid.
En su vuelta a Madrid se encuentra con que su padre mantiene amistad y consejo del beato Bernardino de Obregón (Monasterio de las Huelgas, Burgos, 1540- Madrid, 1599), un ilustre caballero que en 1552 se alistó a los ejércitos y pasó a Italia y Flandes participando en la batalla de san Quintín y siendo premiado por su valor por el rey Felipe II con la concesión de Caballero de la Orden de Santiago. Bernardino de Obregón en 1556 entra en la Orden Tercera de san Francisco de Paula, de los Mínimos, y funda la Congregación de los Hermanos Enfermeros Pobres, constituyendo un hospital para desvalidos. Una vida austera después de haber llevado una vida agitada de soldado y cortesano. Un paradigma del caballero español de la época, como lo fue sin duda Ignacio de Loyola (Azpeitia,1491-Roma, 1556), quien fue soldado herido en la batalla de Pamplona en 1521, para luego, ya en el sacerdocio, ser el fundador nada menos que de la Compañía de Jesús, punta de lanza de la Contrarreforma, frente a la Reforma Luterana.
En 1579, muere en Madrid su padre Félix de Vega y, ya libre de la disciplina familiar, Lope de Vega se une a un amigo llamado Hernando Muñoz para correr la aventura. Hernando Muñoz aparece en las biografías de Lope de Vega como ese amigo con el que entretenía sus correrías, pero yo no he conseguido saber más sobre él, acaso porque no dejó de ser más que un truhan o un pícaro, como los tunos que arrasaban los pueblos con universidad, oscuramente vestidos con sus raídos y recompuestos trajes vagando y de los que en el Guzmán de Alfarache apócrifo se les menciona diciendo que
“no querían ver libro, ni atender, como yo mismo, a lo que habían venido a la universidad; jamás se les caían las guitarras de las manos; es verdad que hacían bien y daban mucho entretenimiento, cantaban muy buenos tonecillos y siempre tenían de nuevos”.
Lo cierto es que Lope de Vega se encamina con el tal Hernando a correr la aventura y se marchan hacia Segovia. Uno de sus biógrafos Antonio Prieto, nos dirá de Lope que
“Si ya había probado precozmente el amor, ahora prueba, en ansias de libertad, el riesgo de la aventura dentro de un ansia intensa de vivir que irá acrecentándose y que no cesará hasta la muerte”.
“Ansia de vivir”, es el título que podríamos poner como colofón o resumen de la vida de Lope de Vega: “El Ansia del Vivir”.
En esta primera correría Lope de Vega llegará hasta Astorga y, de allí, de nuevo, a Madrid, y vuelta de nuevo a Segovia, donde Lope y Hernando son encarcelados por el juez bajo sospecha de robo, pero comprobada su inocencia tras unas primeras investigaciones, son puestos en libertad.
Lope de Vega ya ha perdido ahora la protección que le brindaba el obispo Manrique de Lara y buscando ocupación la encuentra en la secretaría de don Pedro de Dávila, marqués de las Navas. Ya es época en la que Lope empieza su afán literario, a la par que el amatorio, los dos, diríamos, pilares de su vida. Se le verá aparecer en cursos en Salamanca y escribirá una comedia llamada El bobo, donde referirá las correrías del mundo universitario. En junio de 1583 se embarca en Lisboa en la escuadra que manda don Álvaro de Bazán para la conquista de la isla de Terceira, en cuya expedición y reconquista participa y de la que regresa en septiembre del mismo año de 1583 volviéndose a Madrid.
Y en Madrid, Lope de Vega vivirá con la actriz Elena Osorio, con quien tuvo una vida apasionada y que fue cantada bajo el nombre de Filis en diversas poesías y en romances como el dedicado A Filis, donde comienza diciendo:
El lastimado Belardo
con los celos de su ausencia
a la hermosísima Filis
humildemente se queja
¡Ay, dice, señora mía
y cuán caro que me cuesta
el imaginar que un hora
he de estar sin que te vea!
Cómo he de vivir sin ti,
pues vivo en ti por firmeza
y esta en ausencia se muda
por mucha fe que se tenga ?
Esta relación terminó abruptamente ante la difusión de una serie de libelos y sátiras, groseros y procaces, que Lope dirigió a Elena y a su familia provocando que dos de los hermanos de Elena presentaran contra Lope una querella ante el alcalde de Casa y Corte, siendo detenido y condenado en 1588 a cuatro años de destierro fuera de Madrid y a dos años fuera del reino.
Pero esto no acaba aquí sino que Lope, antes de marcharse de Madrid, rapta el mismo año de la condena a Isabel de Urbina, hermana del regidor de Madrid, a la que va a llamar Belisa, con la que el 10 de mayo de 1588 se casa por poderes, representándole en el acto su cuñado, Luis Rosicler, ya que Lope sufría la pena de destierro y porque se había enrolado en la llamada Armada Invencible, que el 29 de mayo zarpa desde Lisboa embarcado en el galeón San Juan.
A Belisa escribirá:
Belisa, señora mía
regalo y bien de mi alma,
si sientes lo que yo siento,
¿qué sufrimiento te basta?
Que si el amor que me tienes
con el que te tengo iguala,
¿cómo se dilata el tiempo?
¿Cómo tu venida tarda?
que el plazo que señalaste
para verme en mi cabaña
ya se acercó y no veniste;
y mi paciencia se acaba.
Si Filis te ha dado celos,
el tiempo te desengaña,
que como ella quiere a uno
puedo por otra dejalla.
Destrozada la armada en el canal de la Mancha, el galeón San Juan, donde navega Lope, logra salvarse y llegar a La Coruña. De allí irá a Valencia, donde resurge su afán teatral. En 1590 entra al servicio de don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Alba, y al que sirve incluso cuando este es preso por orden de Felipe II en el castillo de la Mota, trasladándose después a Alba de Tormes en compañía de su mujer Isabel, que tiene a su hija llamada Antonia. Es aquí en la corte de Alba cuando comienza ya activamente su creación teatral en su serie de comedias. En 1594 muere su mujer, Isabel, al dar a luz su segunda hija. Y desdichadamente sus dos hijas morirán poco después. Pero a pesar de lo trágico de su vida por tales hechos, Lope no se resigna y continúa adelante en su creación teatral y en sus afanes amatorios y se enlaza con la viuda Antonia Trillo y Armenta con la que será procesado por amancebamiento.
En 1596 ya le dedica unos sonetos a Micaela de Luján, conocida como Lucinda en su poesía, con quien tendrá varios hijos, y desposándose en 1598 con Juana de Guardo, mujer adinerada, hija de un rico abastecedor de carne de los mercados madrileños, el mismo año en el que edita en Valencia La Dragontea, poema épico en octavas al par que continúa editando comedias. En 1605, Lope conoce a don Luis Fernández de Córdoba, duque de Sessa, que le acoge como secretario y ya en septiembre de 1610, Lope queda avecindado en Madrid en una casa de la calle llamada entonces de Francos, donde vive con su esposa Juana y su hijo Carlillos.
En 1612 escribe Los Pastores de Belén, coincidiendo con un periodo de preocupación religiosa, escribiendo sus Soliloquios amorosos de un alma a su Dios y por la que ingresa en la Venerable Orden Tercera de San Francisco. En 1612 muere su hijo Carlillos y poco después, en 1613, muere su mujer, Juana de Guardo. Al poco de morir Juana, Lope determina el ordenarse sacerdote y en 1614 se ordena de presbítero y celebra la primera misa, sin que el sacerdocio le impida continuar como secretario del duque de Sessa. En 1616 inicia su relación con la cómica Lucía de Salcedo a quien Lope apellida La Loca, relación que fue breve ya que en la vida de Lope aparecerá el que será el último y gran amor del poeta, Marta de Nevares, de apenas veintiséis años de edad, cuando Lope tiene más de cincuenta años y que aparecerá en la literatura de Lope con en nombre de Amarilis, que llenará toda la vida amorosa de Lope, que recuperará el vigor y hasta intentará nuevos géneros, cómo el de las Novelas Cortas.
En 1622, la hija de Lope y Micaela de Luján, Marcela, que había decidido profesar de monja, ingresa en el convento de las Trinitarias Descalzas. Es admirable el cariño y comprensión que le tuvo a su padre. Pasó a llamarse sor Marcela de san Félix . Otro de los hijos tenidos con Micaela, llamado Lope, acabó alistándose en el ejército mandado aún por el marqués de Santa Cruz, don Álvaro de Bazán, luchando como soldado y muriendo más tarde en una expedición de aventureros.
La creación de Lope de Vega no dejó de continuar y de aumentar, pues su producción dramática databa en 1618 con una lista de 333 comedias. El año 1630 es el comienzo del invierno en la vida de Lope de Vega. El 7 de abril de 1632 muere Marta de Nevares cuando contaba cuarenta y un años de edad, después de amarle intensamente durante toda su vida.
En 1633, Lope de Vega publicó la extensísima égloga Amarilis, compuesta de 1400 versos, que comienza así:
En fin con los hechizos que sabía,
y un pastor extranjero le enseñaba,
que en la luna caracteres ponía,
los espíritus fieros invocaba,
las bellas luces, donde yo me vía,
y en los hermosos ojos respetaba
de Amarilis el sol cegó sus suertes
que se pudo vengar de Amor la muerte.
Solo tres años más sobrevivió Lope de Vega a la muerte de Marta de Nevares ya siendo, por entonces, caballero de la Orden de Malta y doctor en Teología por el Collegium Sapientiae de Roma, ambas gracias debidas a la concesión del Papa Urbano VIII, a quien había dedicado la Corona trágica.
Sus últimos años serán, como nos recuerda su biógrafo Juan Pérez de Montalbán, años de soledad para quien tanto y tan profundamente amó. Al día siguiente de su muerte, el 28 de agosto de 1635, tuvo lugar del solemne entierro de Frey Lope Félix de Vega Carpio. Al llegar el cortejo al convento de las Trinitarias, sor Marcela de San Félix despedía, con enorme tristeza, no sólo la gran pérdida del poeta de España, sino al padre y al hombre que supo tanto de dar y tanto que amar.
Sé que en esta apretada biografía, me habré dejado muchas cosas, pero la grandeza de la vida de Lope de Vega, excede incluso de todos los cánones de la escritura. El gran poeta es, sobre todo, el gran autor de teatro recordado siempre. Un genio inexplicable.
Antonio Rey de Hazas, en una introducción de la edición de la obra Fuenteovejuna, publicada en Editorial Edelvives —sexta edición de 1989—, escribirá: “La obra de Lope de Vega, es portentosa por su cantidad y por su calidad. Resulta casi inexplicable que fuera el “creador” de la tragicomedia barroca y escribiera cientos de comedias”. Y ciertamente su biógrafo, Juan Pérez de Montalbán, le atribuye la fabulosa cantidad de 1800 comedias y 400 autos y el propio Lope de Vega, en la Égloga a Claudio, cita la cantidad de 1500 comedias.
En cualquier caso, sea un número u otro, lo cierto es que la cantidad de las obras teatrales de Lope de Vega es única en cantidad y en calidad, pues no son meras comedias de entretenimiento, sino que también son resúmenes de vidas y costumbres que nos llevan a contemplar el mundo señorial o popular del Siglo de Oro.
El caballero de Olmedo
Y entre esas obras teatrales, a modo de síntesis y excelencia, hemos elegido para continuar estas letras a la que el propio Lope de Vega calificó de tragicomedia y que tituló El caballero de Olmedo, que escribiera en el año 1620 sobre la base de fuentes históricas que crearon la leyenda de la muerte de don Juan de Vivero, un miércoles 6 de noviembre de 1521, cuando volvía por el Camino Real de la Villa de Medina del Campo para la Villa de Olmedo. Y pasaremos a verla como si en una representación la viéramos.
Quedará para siempre esta seguidilla:
«Que de noche le mataron al Caballero, la gala de Medina, la flor de Olmedo».
Del mito a la leyenda y de la leyenda al teatro es el tránsito de esta tragicomedia, como calificó Lope de Vega a su obra El caballero de Olmedo, y cierto que lo hay a cuenta de este estilo, a modo tal como llamó Fernando de Rojas a su Celestina, pues también encontraremos aquí a la figura de una Celestina mediadora en los amores de tan trágico final, llamada Fabia.
Pero volvamos al tiempo y a los orígenes. Lope de Vega escribe esta obra teatral en un “día cualquiera en los aledaños de 1620”, como nos dice Francisco Rico o, como dicen otros autores entre los años aproximados de 1620 a 1625. Pongamos pues esos “aledaños” en una fecha imprecisa cercana a 1620, que tanto vale.
Y la leyenda de la muerte de don Juan de Vivero, que lo fue en 1521. Aclaremos antes. Don Juan de Vivero no es un personaje cualquiera. Es de linaje de próceres y poetas, caballero de Santiago, al servicio de Carlos V y distinguido en la toma de Tordesillas y Villalar y regidor de la villa de Olmedo, ciudad de Valladolid, a unos 45 kilómetros de la misma. Según las fuentes históricas de los legajos de Simancas, una provisión fechada en Burgos a 28 de noviembre de 1521, nos dice que un miércoles, 6 de noviembre de 1521, don Juan de Vivero volvía “por el camino real de la villa de Medina del Campo para la dicha villa de Olmedo”, y un cierto Miguel Ruiz,
“armado de diversas armas y con una lanza en la mano y a caballo y otros tres hombres con él, armados con coseletes y lanzas y a pie, le estaban aguardando sobre acechanzas; y llegando el dicho don Juan salvo y seguro en una haca, y Luis de Herrera, su mayordomo en una mula, cerca de la casa que dicen de la Sinovilla, el dicho Miguel Ruiz y los otros tres que con el estaban… quedando otros en reguarda, recudieron contra el dicho don Juan; y segura y alevosamente dizque el dicho Miguel Ruiz le dio una gran lanzada al dicho don Juan, de que le quedó el hierro en el cuerpo y murió dello casi súpitamente…”
Los móviles del crimen nunca quedaron esclarecidos. La esposa de don Miguel Ruiz, doña Beatriz de Guzmán, se querelló repetidamente contra los posibles instigadores y para que se declarara a Miguel Ruiz “por enemigo” legal, con reconocimiento de la llamada “pérdida de la paz” y del germánico “derecho de la sangre”, pero Miguel Ruiz, nunca fue vuelto a ver en la península y la familia del caballero tuvo que contentarse con recibir la mitad de sus bienes, quedando la otra mitad a favor del Tesoro, decidiendo el emperador cómo emplearla y recordando que “Miguel Ruiz vecino de Olmedo, mató a traición a Juan de Vivero”.
Nos dice Francis Rico que, desde la segunda mitad del Quinientos, el romance sobre don Juan quedaría relegado a las tierras vecinas al escenario del crimen, pero ya en los primeros años del Seiscientos, cuando el traslado de la Corte a Valladolid, la leyenda del Caballero de Olmedo volvió a recrearse en un baile teatral de los que solían ofrecerse en los entreactos de las comedias. Y de aquí establece Francisco Rico que conocida la seguidilla por Lope de Vega, hacia 1620,
“se decidió a recrear la leyenda a la altura de los tiempos y de su propio talento, con la tragicomedia de El Caballero de Olmedo”.
Hasta aquí, la leyenda y el baile, y ahora la tragicomedia.
Son personajes fundamentales, don Alonso, el caballero de Olmedo; doña Inés, de la que se enamora don Alonso en la feria de Medina; don Rodrigo, que es el prometido de doña Inés; Fernando, amigo de don Rodrigo; Fabia, que es la alcahueta que pone en contacto a don Alonso y a doña Inés; Mendo, criado de don Rodrigo y matador de don Alonso; y Tello, el buen criado de don Alonso, que es quien consigue la reparación del crimen pidiendo justicia ante el rey.
Ante esta mera enunciación de los principales protagonistas de la tragicomedia es fácil imaginar su desarrollo. Tres actos con un final en el que interviene el rey para condenar a don Rodrigo y don Fernando a la pena de muerte.
Prendedlos
y en un teatro mañana
cortad sus infames cuellos
Y tras esta frase condenatoria, nos dirá el narrador:
Fin de la trágica historia
del Caballero de Olmedo.
Es un personaje central la tal Fabia. Una tragedia de amor y una intermediaria facinerosa. Ya tenemos aquí otra vez a la trotaconventos del arcipreste de Hita, Juan Ruiz (1283-1350) de su Libro del buen amor; o del bachiller don Fernando de Rojas (1465-1541), la figura de La Celestina, bruja y encantadora, y causante de todos los males de Calixto y Melibea, de los criados de aquel, Sempronio y Pármeno, y de ella misma; a la que Ramiro de Maeztu, en sus Ensayos en simpatía: don Quijote, don Juan y La Celestina, calificará como “Un ministro del placer. Su función de mediadora consiste en tratar de satisfacer las pasiones”. FABIA es algo parecido y también intermedia, previo pago (aquí, por una cadena). Pero Fabia acaba mejor que la Celestina, desaparece en silencio de la escena. En cualquier caso, todas ellas son “enredadoras” de los amores ajenos en los que participan interesadamente.
Y don Alonso, el caballero de Olmedo, es también un gentilhombre y un gran jinete alanceador de toros bravos. Y ¡qué coincidencia! Lope de Vega y el conde de Villamediana son coetáneos. Ambos se incluyen en la llamada generación poética de 1610, pero es que resulta que Juan de Tassis, conde de Villamediana, es también además de un gran poeta un alanceador de toros bravos y, tal vez, yo así lo creo y afirmé en un estudio sobre don Juan Tenorio, que fue el modelo que inspiró a Tirso de Molina para escribir el drama de El Burlador y que en la vida real el conde de Villamediana fue asesinado también de noche, atravesado por un venablo lanzado por un sicario mandado por alguien del que nada se supo. Aquí también una cuestión de amores mal medidos “Son mis amores reales”, utilizó Juan de Tassis como divisa en una fiesta de toros y en medio de la plaza, a la que asistió la reina.
En fin, que el Caballero de Olmedo, en la Feria de Medina, se encuentra con doña Inés y queda prendado de ella.
De los espíritus vivos
de unos ojos procedió
este amor, que me encendió
con fuegos tan excesivos.
No me miraron altivos
antes, con dulce mudanza,
me dieron tal confianza,
que, con poca diferencia,
pensando correspondencia,
engendra amor y esperanza.
Luego le dirá Fabia a Don Alonso:
Ayer
te vi en la feria perdido
tras una cierta doncella
que en forma de labradora
encubría el ser señora,
no el ser tan hermosa y bella;
que pienso que doña Inés
es de Medina la flor.
Y replicara éste:
Acertaste con mi amor:
esa labradora es
fuego que me abrasa y arde.
Doña Inés es la prometida de don Rodrigo. Fabia interviene en el encuentro de doña Inés y don Alonso. La entrega de una carta. Surgen los nuevos amores entre don Alonso y doña Inés que don Pedro, padre de Inés, autoriza. Don Rodrigo, enterado, no se resigna y en fin, con ayuda de su amigo don Fernando y su criado Mendo, dan muerte a don Rodrigo, al Caballero de Olmedo.
Antes una voz misteriosa le ha llegado a don Alfonso diciendo:
Que de noche le mataron
al caballero
la gala de Medina
la flor de Olmedo.
Tello, el criado, aparece a dar la malaventura.
Paso adelante, ¡ay de mí!
y envuelto en su sangre veo a don Alonso expirando
¿Y en este desenlace doña Inés?
¡Ay de mí!
Y le dice su padre don Pedro:
Guarda lágrimas y extremos, Inés, para nuestra casa.
Y estando el Rey presente le pedirá doña Inés:
Y a vos, generoso rey, destos viles caballeros, os pido justicia.
REY: Dime
pues pudiste conocerlos
¿Quién son estos dos traidores?
¿Dónde están? Que ¡vive el cielo
que no me partiré de aquí
hasta que los deje presos!
TELLO: Presentes están, Señor: don Rodrigo es el primero,
y don Fernando el segundo.
El CONDESTABLE: El delito es manifiesto,
su turbación lo confiesa.
REY: Prendedlos,
y en un teatro mañana,
cortad sus infames cuellos.
NARRADOR: fin de la trágica historia del Caballero de Olmedo.
Y EL APUNTE: FIN DE LA COMEDIA DEL CABALLERO DE OLMEDO.
Amor, muerte, destino. Ironía, nos dirá Francisco Rico en su prólogo introductorio a la edición del libro que utilizamos aquí. Y yo añadiría como elementos también traiciones y venganzas. Y todo ello sobre la base de una leyenda y una tradición. Una gran creación teatral, para representar, pero también para leer con la devoción que merece un eximio autor español, Félix Lope de Vega.
Y hasta aquí mi síntesis biográfica y el marco de esta famosa tragicomedia de Lope de Vega a modo de ejemplo. Y mi elogio al Fénix de los Ingenios. Creo que con esta evocación he cumplido con el homenaje que le debía a nuestro más prolífico creador en la poesía y en el teatro. A alguien a quien no debemos olvidar.
Ni a nuestro Siglo de Oro.
En Alicante, España, a los primeros días del año de dos mil y veinticinco, de nuestra era.
Como siempre excelente tu artículo. Nunca he comprendido cómo el «Felix de los Ingenios» pudo escribir unas 1.500 comedias, 400 autos sacramentales y 3.000 sonetos -a mano con pluma de ave-, además de haber estado en la Armada Invendible, haber tenido dos matrimonios, y 15 hijos con 11 mujeres distintas. Un abrazo y a seguir deleitándonos con tus comentarios de libros y el contexto de sus épocas.
Muchas gracias querido Ramon por tu comentario. Lope de Vega fue un genio.
Un abrazo y feliz Año Nuevo.
Julio Calvet
Magnífico artículo de fondo sobre Lope de Vega y su tiempo. Enhorabuena!!
Muchas gracias querido amigo Juan Carlos. Un abrazo Julio Calvet Q