No hay que confundir la ideología de género con el género de la ideología.
Hoy no quiero hablar de la DANA, entre otras cosas porque hay muchísimos compañeros en todos los medios que lo hacen e incluso mejor que yo; tiempo habrá para dialogar sobre los principales ‘danados’ políticos por la tragedia, entre ellos, indudablemente, el ‘fugitivo’ Sánchez y el ‘comedido’ (de comer) Mazón. Nunca una comida tuvo tanto relieve como la de nuestro presidente autonómico con una periodista.
Sobre don Juan Carlos he opinado varias veces en los últimos tres años. El rey emérito ha sido noticia recientemente por el beso que le estampó en la frente nuestro paisano Ilia Topuria, el hispanogeorgiano que tuvo otro espectador excepcional de su triunfo en Abu Dhabi, Sergio Ramos. Topuria besó al Emérito en la frente, un beso muy casto en contraposición de los que recibió en otros tiempos de la exvedette, no sé si de los cabaretes, Bárbara Rey, cuyos líos amorosos, doblemente reales, han sido aireados, creo que intencionadamente, para hacer daño a la Corona, algo así como una bofetada a la Monarquía Parlamentaria en la cara de un anciano que se empeñó, por otra parte, en no ser venerable luego de haber prestado grandes servicios a España.
Lo cortés no quita lo valiente, en el sentido de que, si es bueno que resplandezca la verdad, no es menos cierto que lo valiente no quita lo cortés. Cualquiera que tenga dos dedos de frente y más de ochenta años reconocerá que don Juan Carlos prestó grandes servicios a esta España nuestra (la de todos, no sólo la de la extrema izquierda y la de los separatistas), protagonizando una transición de la dictadura franquista a la democracia monárquico parlamentaria, elogiada en el mundo entero. Los acuerdos para la Constitución de 1978 tuvieron el respaldo del PSOE y del PCE y no sólo la bendijeron Felipe González y Alfonso Guerra sino Carrillo y La Pasionaria. Una Constitución para todos los españoles y no como la republicana de 1931, a la que denunciaron, como hecha para media España, grandes pensadores, con Ortega y Gasset a la cabeza. Ortega era el líder de los diez ‘Intelectuales por la República’ que tanto contribuyeron a la caída de Alfonso XIII.
Juan Carlos I y sus mejores consejeros lograron acabar con el franquismo y el ahora emérito, con uniforme de capitán general de las Fuerzas Armadas acabó, televisivamente, con el golpe de Estado llamado ‘de Tejero’ y que tenía profundas ramificaciones militares y no militares franquistas. Gran servidor de España (lo cortés), no evitó cometer errores (cazador de elefantes y protagonista de algunas aventuras amorosas) que se le echaron en cara ‘valientemente’. O cobardemente, como ha quedado evidenciado en el chantaje protagonizado por el entorno de Bárbara Rey y el tinglado pseudo informativo y opinativo que sólo parece haber menguado, casi desaparecido, tras la aparición del ‘caso Errejón’.
Claro que lo de Errejón no es propiamente un caso de bragueta. Hay que distinguir entre aventuras o infidelidades amorosas pactadas y asuntos de violencia de género o machista. Leo un informe sobre infidelidades de hombres y mujeres y me encuentro con que hay un 70 % de hombres que ponen los cuernos a sus mujeres frente un 60 % de mujeres que encuernan a sus parejas. Una cosa son las relaciones consensuadas y otra la violencia machista incluso con matices leninistas, de extrema izquierda, acaso teñida de ideología de género más o menos desfigurada, más o menos pervertida; una ideología transmutada, de dominio hiperconsumado.
Ya se sabe que el marxismo extremo, el comunismo más ideologizado llegó, en su momento más álgido, a justificar la muerte en nombre de la ideología. Al comunismo soviético se le atribuyen más de 20 millones de muertos y casi cien millones al marxismo chino. ¿Qué pensaba de esto el ‘Lenin español’, Largo Caballero, que no era del PCE sino del PSOE, presidente del Consejo de Ministros en 1936-37 cuando se produjeron los asesinatos masivos de civiles en Paracuellos del Jarama y los fusilamientos de numerosos sacerdotes, religiosos y monjas?
No hay que confundir la ideología de género con el género de la ideología. Y, sobre todo, no deberíamos caer en el gravísimo error de mezclar ideas con ideología. Con ideas, hay que condenar las necedades protagonizadas por el rey emérito y elogiar su trascendental contribución al advenimiento y consolidación de nuestra democracia. Y en defensa de la verdad y de las ideas hay que lamentar la utilización de errores más o menos notables de don Juan Carlos para atacar a la Monarquía Parlamentaria y al rey Felipe VI, una figura ejemplar.
Ya lo dije una vez aquí, en Hoja del Lunes: soy de corazón republicano. Pero, como Ortega y Gasset, admito la legitimidad de una Monarquía Parlamentaria que nos dimos los españolitos de 1978. Y si los españolitos de ahora pensamos que aquella Carta Magna es mejorable, mejorémosla, pero hagámoslo con los partidos mayoritarios al frente y no permitamos que unas minorías separatistas, nacionalistas y proetarras metan mano para destruir España. Si lo consiguieran Sánchez y Feijóo se ganarían un beso (¡en la frente!) de Ilia Topuria.
Enhorabuena una vez más por tu excelente artículo.
Besos en su frente,
Don Ramón Gómez Carrión,
siempre con
mi sincera y
ecuánime
ADMIRACIÓN…
Gracias
Pedro J Bernabeu