De Carmen de Burgos a Asunción Valdés

El Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert ha dado cobijo a esta titánica revisión de la obra de una mujer avanzada a su tiempo, que descubrió en el periodismo la vía para proclamar la igualdad de sexos en la sociedad y en la vida profesional, pero también el instrumento para expresar su pensamiento e intentar en su medida transformar el mundo. En el empeño encontró suficientes obstáculos como para que algún editor, al que no se le niega el mérito de haber confiado en ella, le contratara artículos que no tuvieran por firma un nombre de mujer, por lo que De Burgos popularizó el seudónimo ‘Colombine’ y, aunque en menos ocasiones y con carácter humorístico, el de ‘Perico de los palotes’.

En la Asociación de la Prensa de Madrid ha presentado la autora el viernes pasado la obra completa, en una rueda de prensa acompañada de Pilar Tébar y Toni Cabot, en representación del editor. Pasado mañana, 26 de abril, el Ateneo de Madrid organiza un debate en torno al libro (los libros) escritos por Valdés, en el que además de ella intervendrá el propio Toni Cabot, la excomisaria de la UE Benita Ferrero-Waldner, y el ateneísta Roberto Cermeño, un hombre que prácticamente consagra su vida a la recuperación de la memoria de Carmen de Burgos. La presentación en Alicante, en el Palacio de la Diputación, se llevará a cabo el próximo viernes 28 de abril a la una de la tarde.

Es Asunción Valdés una periodista que, a su manera, y en tiempos que nada tienen que ver con los de Colombine, ha explorado vías que hasta entonces no habían abierto otras mujeres. Cuando decidió que sería periodista, la sociedad mostraba todavía alguna subordinación de las mujeres a los hombres; siempre se cita que las mujeres casadas no podían abrir una cuenta corriente o trabajar sin permiso del marido. Y he escrito sociedad y no sociedad española porque no debemos flagelarnos solos, pues tampoco se podía en Francia, sin ir más lejos. Eran los tiempos del mundo, y no sólo los de España. Desde esos finales de los sesenta y principios de los setenta muchas periodistas anduvieron con paso firme para reducir la diferencia, en número, pero sobre todo en celebridad, que les separaba de los hombres ejercientes.

De esos años recuerdo mi bachillerato en un colegio mixto cuyas mujeres iban directas a la universidad y a carreras científicas la mayoría. Alguna, igual que hice yo, al periodismo, siguiendo la elección de otra alumna de cursos anteriores del mismo colegio que ya destacaba en el Diario Madrid: Nativel Preciado. Tras ingresar en la Escuela de Periodismo comprobé que, si no en número exacto, se podía decir que éramos tantos hombres como mujeres, aunque en el transcurso del tiempo posiblemente hayan sido más ellas las que se han labrado un prestigio: véase: de mi misma promoción salieron Rosa Montero, Karmentxu Marín, Mari Carmen Izquierdo, Amalia Sánchez Sampedro, María Rosa Mirasierras, Pilar Cernuda…

Son los mismos tiempos en los que se graduó Asunción Valdés, que a partir de ahí inició una deslumbrante carrera personal, en la que fue precursora en el desempeño de funciones hasta entonces sólo ocupadas por sus colegas masculinos, desde la dirección de un telediario hasta la jefatura de comunicación de la Casa del Rey.

Y ha querido la autora de “Revivir: la nueva Carmen de Burgos” resaltar el papel de Colombine como precursora en tiempos adversos, en los que si era difícil para una mujer incorporarse a una actividad profesional de las consideradas no subalternas, lo era mucho más a la profesión periodística por lo que tenía de exposición pública.

Colombine entró en la Asociación de la Prensa de Madrid en 1907, apenas creada ésta. Fue la primera redactora en plantilla de un periódico, la primera fundadora y directora de una revista (“Crítica”), la primera corresponsal de guerra, en Marruecos, en 1909; la primera corresponsal en Europa y en Suramérica. Su obra y su importancia precede a la de otras pioneras, sus coetáneas, hoy más célebres, Concha Espina y Clara Campoamor.

Y a otras que entraron por esa puerta que Colombine había abierto: en los años veinte y treinta del siglo pasado cinco mujeres estudiaron periodismo en la Escuela del Debate, entre 240 hombres. En 1940 sólo María Gabriela Corcuera participó en el primer cursillo para titular periodistas en la Escuela Oficial. En 1941 una mujer, Josefina de la Serna, obtuvo el Premio Luca de Tena, que en 1951 fue para Josefina Carabias. Tres tituladas entre 21 alumnos en la primera promoción 1963 de la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Trece de 43 en la de Navarra, también en 1963; cuatro de 17 en la Escuela Oficial de Barcelona, en 1972… Primera mujer en recibir un Premio APM, Pilar Narvión, en 1974. Hasta 1979 no ganó una periodista (Marisa Flórez) el Premio Nacional de Periodismo.

Y así, desde la precursora Colombine llegamos a la precursora Asunción Valdés, que en una nueva faceta como historiadora del periodismo nos propone ‘revivir’ la figura de Carmen de Burgos, con un detalle que yo aquí les ahorro a fin de que lean la obra. No es consciente Asunción de que en algún momento ella misma podrá ser objeto de un trabajo tan concienzudo como el que ahora nos presenta.