Como adultos que acompañan el desarrollo de la infancia no nos corresponde el papel de enjuiciar, al igual que no enjuiciaríamos si un cactus pincha o acumula demasiada agua, así como tampoco si un jazmín comparte demasiado su olor. Por el contrario, identificaríamos y aceptaríamos la diferencia entre las especies informándonos y formándonos para poder ofrecer a cada una de ellas los cuidados necesarios para poder ayudarles a alcanzar su mayor esplendor, ¿verdad?
Supongo que lo habrás detectado, pero se trata de una analogía. Debido a todo el tiempo que he pasado inmersa en diferentes espacios naturales, de alguna manera sutil, toda esta información ha llegado a mí. Y es que, en este caso, seríamos conscientes tanto de las cualidades y capacidades de la especie que tenemos entre manos como de que es nuestra responsabilidad proporcionar esos cuidados necesarios para procurar la mejor evolución de cada una de ellas.
¿Te habías dado cuenta de que esto que aplicamos al mundo natural no lo aplicamos de la misma manera a nuestra naturaleza? ¿Conoces los dones y habilidades específicos de los peques de tu vida y te centras en aportar para su mejor desarrollo? ¿O sueles caer en los juicios y críticas con la intención de buscar su anulación y adaptación?
Personalmente soy de la opinión de que un cactus bien cuidado puede ser más bello que un rosal mal cuidado. También defiendo que ambos son necesarios en este mundo y que cada uno de ellos tiene y aporta un valor insustituible. Desconozco tu relación con las plantas aromáticas medicinales, pero en mi experiencia sucede lo mismo que acabamos de comentar, que cada una de ellas sirve para un aspecto y que, entre todas, cuidan de nuestra salud.
Como dijo el científico Albert Einstein (1879-1955): «Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil». ¿Imaginas un mundo en el que cada uno de sus habitantes ha desarrollado al máximo sus habilidades naturales y las utiliza para el bien común? A mí me encanta imaginarlo y compartirlo con la ilusión de que otras personas también lo hagan.
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Efectivamente Merce en este mundo humano no se tienen en cuenta las diferencias y todo se mide con el mismo patrón de igualdad y semejanza. Para los conquistadores un indio amazónico era in salvaje, cuando en realidad era un experto ingeniero de la naturaleza para poder sobrevivir en su medio. El conquistar se moría de hambre en la selva y el indio sobrevivía.