Crevillent, la antigua pero no tanto Crevillente, es la misma villa de nuestra provincia que antaño se llamara Querbelien, atendiendo a las fuentes musulmanas y la filiación de Muhammad As-Safra. Esta villa fue, durante la dominación árabe, una importante población integrada en el Reino de Murcia.
La figura del médico Muhammad As-Safra Al-Qirbilyani, a finales del siglo XIII y la primera mitad del siglo XIV en que vivió, originario del señorío musulmán de Crevillente, se describe extensamente en el estudio de Francisco Franco Sánchez y María Sol Cabello y García Muḥammad As-Safra: el médico y su época (Universidad de Alicante, 1990). As Safra fue un médico muy popular.
Crevillent (o Crevillente), cuenta con dos grandes festividades: la de Moros y Cristianos, en honor al patrón de la villa, san Francisco de Asís y la celebración de la Semana Santa —ambas declaradas de Interés Turístico Internacional—. Crevillent también ha destacado por su tradicional industria alfombrera, que le ha conferido el sobrenombre de “la ciudad de la alfombra”. La presencia del catedrático Daniel Jiménez de Cisneros en la villa nos induce a pensar en la importancia del lugar.
Jiménez de Cisneros desentrañó la historia geológica de la sierra de Crevillent, al identificar y describir algunos de sus más destacados yacimientos paleontológicos, así como sus principales rasgos y periodos geológicos. Hacia 1919, publicó sendos artículos por los que, hace ahora ciento y pico años, el nombre de la sierra de Crevillent trascendía y comenzaba a ser conocida fuera incluso de nuestras fronteras.
Pero Crevillent, Crevillente para los nostálgicos, no es solamente una población del alto Vinalopó. No una más. Es un lugar, enclave, urbe, algo enrevesada desde el punto de vista urbano, que conserva sus tradiciones con inusitada vehemencia. Una pasión que provoca el ardor entre sus gentes, tanto en cuanto a sus fiestas patronales, como las de culto religioso, tal como la de la Semana Santa. Y, en ambos casos, el respeto y la devoción son fundamento. Ciertamente es un honor que el crevillentino lleva en su corazón y conserva al otro lado de su “terreta”, su patria chica.
Por ese motivo una de sus calles céntricas lleva el nombre de avenida Crevillentinos Ausentes. Quienes, en 1947, fundaran en Madrid la “cofradía” de “crevillentinos ausentes”, sustentaron la misión de “laborar por la mayor gloria y grandeza de Crevillente, especialmente por su Semana Santa”. Este es el espíritu del crevillentino, capaz de transmitir el amor a la patria chica a gentes ajenas a la propia villa.
Véase mi amor por Crevillent que me llega a través de las tertulias de mi abuelo Francisco (Mas y Magro, el ilustre doctor propuesto al Premio Nobel en 1953), mi abuela Encarnación (Magro Mas) y el Ilustre canónigo de la Colegiata de San Nicolás, don Juan (Martínez). Tertulias que se desarrollaban en un valenciano no contaminado. Charlas domingueras que llegaron a ese niño castellanoparlante que asistía a las mismas con los ojos muy abiertos.
Pues bien, una característica de la gente de Crevillent-Crevillente es el respeto a sus mayores. La consideración admirativa y casi de culto a sus vecinos destacados. Ese orgullo de sentirse “compadres” de aquellas personas que se han destacado por encima de otras. Así, el pasado día 4 de noviembre, la Federación de Cofradías y Hermandades Semana Santa de Crevillent, presidida por D. Mario Ruiz y el Ayuntamiento de Crevillent, presidido por Dña. Lourdes Aznar Miralles, decidieron homenajear a uno de sus ciudadanos ilustres, D. Álvaro Magro Magro, aprovechando que se cumple el centenario de su nacimiento.
Álvaro Magro, 1923- 2006, fue un personaje ilustre que, sin duda alguna, contribuyó a incrementar el valor artístico de la Semana Santa de su pueblo, Crevillent. Su alto nivel cultural y la amistad, que lo era de la propia familia Magro, con el escultor valenciano Mariano Benlliure, consiguió de éste numerosas piezas, tanto para ornar las procesiones de Semana Santa de su pueblo, como para organizar el museo que dirigió hasta su muerte. El museo Mariano Benlliure de Crevillent, probablemente el más importante de España.
El Archivo Municipal destaca su aportación a la cultura local y cómo llegó a reunir más de 200 piezas del escultor valenciano hasta llegar a convertirse en director honorífico del centro cultural. Por todo ello, la Federación de Cofradías y Hermandades Semana Santa de Crevillent, en complicidad con el Ayuntamiento de la villa, organizó un primer capítulo que ha llamado “Tras los pasos de Álvaro Magro”. Una procesión cívica, presidida por la sra. alcaldesa y el presidente de la Federación de Cofradías y Hermandades y seguida por un numeroso grupo de crevillentinos y familiares que recorrió los lugares más importantes en la vida y la obra de Álvaro.
Iniciada en la plaza de la Constitución, delante de la Iglesia de Belén, y concluida junto a la Iglesia de la Trinidad, siguió una ruta que marcaba el primitivo asentamiento del museo, en la cripta de la Iglesia, la casa donde nació el homenajeado, el edificio del Ayuntamiento, culminando en la plaza del poeta Maciá Albela, otro ilustre crevillentino, junto a la Iglesia de la Trinidad.
Al finalizar, reunidos todos en un rincón con aires árabes llamado “Tertulia Cofrade Passarelles”, se expusieron los sentimientos de solidaridad y anécdotas por los que habíamos conocido a Álvaro Magro. Con el tradicional «almuerzo de Viernes Santo», conocido popularmente por el sobrenombre de uno de sus ingredientes: almuerzo de “pa torrat”, se dio por finalizado el evento.
En un mundo desnudo de sentimientos positivos, la manifestación de agradecimiento es una buena noticia.
Hermosa crónica de unos actos realmente extraordinarios para hacer crevillentismo en torno a una figura excepcional. Un cordial saludo, don Francisco.
Gracias don Ramón. Un abrazo.
Muchas gracias, D. Francisco por una crónica tan detallada como plena de emotividad e historia, dónde se describe, no sólo, una actividad sino el amor y las ganas del pueblo crevillentino, vecinos y amigos por continuar ensalzado la cultura, religiosidad y tradición de sus mayores como valioso legado que cuidar y transmitir en esencia, de generación en generación.
Gracias Maria Teresa. Era preceptivo. Un cordial saludo.