Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Al paso

Creo en Dios, pero no creo en los curas

Tanto sacerdotes, como religiosas y religiosos, formaron parte de los numerosos voluntarios que se movilizaron tras la dana de Valencia (Fuente: Archidiócesis de Valencia).

No es frecuente, pero tampoco es raro, relacionarse con gente que se confiesa creyente, pero tiene animadversión a los curas. A lo largo de mis muchos años de vida (y tratando de darle vida a los años), me he encontrado con gentes más o menos cultas que, hablando de religión, me han sorprendido con esa frase que he puesto como título para desarrollar algunas ideas que me parecen fundamentales para un sano ejercicio de la inteligencia no artificial (INA), una inteligencia que muchos ponen por detrás de la IA, algo con lo que yo disiento. Por más que haya políticos y no políticos desprestigiando la inteligencia no artificial, es decir la de toda la vida cultural de Occidente, hasta llegar al desmadre del relativismo ideológico y a la amoralidad destructora de la más elemental ética, algunos defensores de la libertad del ser humano nos creemos con el derecho a ejercitar ese don que los cielos concedieron a los hombres, el don más grande que los llamados líderes políticos nos están arrebatando, por la izquierda y por la derecha.

Decir «creo en Dios pero no creo en los curas» es como decir creo en la Medicina pero no creo en los médicos; o creo en la Justicia, pero no  en los jueces; o creo en la Arquitectura pero no en los arquitectos; o creo en la Enseñanza, pero no en los profesores; o creo en la Maternidad y Paternidad, pero no en las madres ni en los padres.

Es cierto que en casi todos los estamentos tan variados de la compleja sociedad moderna se han producido evoluciones que no siempre han favorecido la conquista de los derechos humanos de manera progresiva y armónica. Desde la Revolución Francesa hasta nuestros días no han cesado las persecuciones sangrientas contra la Iglesia no sólo en Francia, sino en Rusia y países satélites comunistas, y en  México, España… Tras los errores del nacional catolicismo de la época franquista, en nuestro país estamos viviendo los últimos (?) coletazos de una descristianización generalizada que la Iglesia se esfuerza por contrarrestar, pero sin que las estadísticas hablen precisamente de éxito rotundo. Los fallos propios se ven amplificados hasta extremos inconcebibles por las políticas de los gobiernos socialistas de Zapatero y Sánchez, auténticas máquinas de legislar y de actuar contra la Iglesia, sobre todo utilizando fraudulentamente el delicado asunto de los abusos sexuales en el seno eclesiástico, pese a la evidencia de que se trata de una minucia en comparación con lo que sucede en otros estamentos de la sociedad.

Un ejercicio de honestidad intelectual es necesario para distinguir entre las instituciones todas de nuestra sociedad, gracias a las que la convivencia es posible, y ciertas actuaciones de miembros de esos colectivos que pueden manchar la riqueza social del colectivo. Es intelectualmente inadmisible confundir la parte mínima de sinvergüenzas con el comportamiento ejemplar de la inmensa mayoría del colectivo y menos aún con los principios nobles que los inspiran.

La Iglesia y el cristianismo han prestado (y prestarán hasta el fin de los tiempos) un servicio impagable a la humanidad. Una vez más repetiré que la cultura grecorromana y cristiana creó un Occidente fecundo para el orbe entero y sigo pensando que el cristianismo volverá a salvar a Occidente y al resto del globo pese a la carcoma e inquina de ideologías anti humanistas que persisten en su tarea de acabar con la religión y con los grandes principios de la cristiandad, todos ellos coincidentes con los principios de ley natural, esa ley que dice no matarás y que se han cargado los matarifes de la cultura de la muerte (guerras, aborto, eutanasia…) en un planeta Tierra que Dios hizo hermoso para disfrutarlo todos, como hermanos. «Amaos los unos a los otros», dicen Cristo y el cristianismo, mientras lobos disfrazados de corderos nos quieren vender, como bueno, el odio y la muerte camuflados de libertad. ¿Libertad para matar? Libertad para amar. Amor. Esa es la Iglesia; ese es el cristianismo, pese a algunos cristianos y algún cura que otro. Los que te cuentan otra historia te están mintiendo. Busca la verdad. Recuerda lo que dijo san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. La creación es obra de Dios. Y tú y yo. Busca a Dios y lo encontrarás. No te conformes con menos.

Ramón Gómez Carrión

Periodista.

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