Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Conquensando

Casas colgadas de Cuenca. Fotografía de Antonio Tajuelo (Fuente: Wikimedia).
Los viajes me tienen manía. Los viajes o el destino españoles por el mundo (a partir de ahora Desesmun).

El año pasado, por el puente de la Constitución versus Inmaculada Concepción, nos fuimos mi mujer (en su momento novia, sin pasar por el juzgado en una boda posterior que duró 2:56 minutos) y un servidor a Madrid. Hasta ahí todo normal, que incluso nos cruzamos en la calle con mi hermano y con compañeros del cole sin saber dónde paraba cada uno, que es lo que tiene el Desesmun, que no avisa, con lo que si no avisa es traidor como ya veremos más adelante.

Nos pasó el puente lloviendo; hasta ahí normal en esas fechas, pero llovió estilo arca de Noé. Que, ahora me pongo a pensar y razonar, supongo que también los animales acuáticos seguirían al arca, tipo delfines surcando al lado, las tortugas ya llegarían, ¿o las especies marinas y las voladoras se salvaban solas y tan sólo contaba salvar a las especies terrestres?

Bueno, que me voy del tema. El caso es que mi Desesmun particular había realizado un viaje en el tiempo rollo Marty McFly en Regreso al Futuro y, casualmente, me había roto el dedo meñique del pie derecho después de andar descalzo y a oscuras por el pasillo de casa y la columna, del mismo pensar: “en este pasillo no hay lugar para los dos”, salió ganando. Ya habrá revancha.

Total, que para Madrid lluvioso con el dedo roto, unido con un esparadrapo al dedo anular del pie, que no se llama anular porque los dedos de los pies están discriminados y no tienen nombre, salvo el dedo gordo y el meñique; el resto se numeran segundo, tercero y cuarto. Desde aquí, en este mundo donde todo tiene un día mundial de algo o una asociación para algo, pues yo crearía la “asociación no discrimines al anonimato de los dedos de tus pies”. Por supuesto, después de que todos los que me siguen conocen la de “Barcala, patinetes para la tercera edad”.

El caso es que me pasé todo el puente cojo, Madrid “p’arriba”, Madrid “p’abajo”, porque el hotel, como no podía ser de otro modo, estaba en cuesta, cerca de Atocha. Por cierto, una pasada.

Pasó el tiempo, llegó agosto y después del momento “Boda 2:56”, viaje a Viena con mi mujer, las maletas y la bacteria Helicobacter pylori, que es la mejor mascota que te puedes llevar a un viaje de novios. Me río yo de la teniente Ripley, Ellen Louise de nombre, y su lucha contra Alien. En el espacio no pueden escuchar tus gritos, pero en el baño del hotel se puede escuchar casi de todo.

El Desesmun había vuelto con más fuerza que nunca y lleno de avispas en Viena. Que tampoco sé muy bien si se las llevó Noé en su arca con abejas, mantis, moscas cojoneras y mosquitos varios, incluidos saltamontes, escarabajos.

Aún así, volvió a pasar el tiempo y llegaba el puente de nuevo. Y mira que yo soy de los que tienen vértigo a las alturas, pero estos puentes como que los puedo cruzar. El caso es que pensamos a dónde ir, algo cercano, todo está carísimo y Cuenca era una opción interesante.

Yo nunca había estado en Cuenca, pero siempre me había llamado la atención lo de las casas colgadas, que no colgantes (antes se decían así), y bueno, estaba cerca y se podía disfrutar. Pero claro, Desesmun ni duerme ni perdona. Algo así como La monja de la saga Expediente Warren pero en versión viajero.

Llegamos el jueves después de un viaje en el AVE muy curioso, pues coincidimos en un vagón con varias personas de la tercera edad que, sentados en diferentes vagones, con lo cual no se veían, a las 14:00 horas exactamente sacaron de sus mochilas, bolsos (bolsas, no discriminemos al plástico) o maletas la comida y se pusieron a zampar. La gracia es que estaban desperdigados por el vagón, pero todos y todas sacaron al tiempo su comida y se pusieron al mismo hecho. Como si un reloj biológico les señalara el momento justo. Fue un instante extraño pero bonito, como de cole “es la hora del almuerzo, vamos chicos y chicas sacad el almuerzo”.

(Fuente: Freepik).

Llegamos a la estación de Cuenca, una estación muy bonita pero muy vacía. Cálida en su creación pero fría en su ocupación, pues tan solo hay un quiosco donde lo venden todo, pero nada en plan comida o café caliente, y ¡mira que no hace frío allí!

Total, llegamos “apuraos” y nos dice el de la estación que el autobús para llegar al destino salía ya. Corriendo por la estación hasta pillar el bus, que decía que iba con retraso por una obras en el centro. Y es ese momento Speed, la peli de Keanu Reeves y Sandra Bullock, donde el conductor se pone a pisar el acelerador a una velocidad donde las maletas iban de un lado a otro por una carretera llena de curvas y por donde nadie imaginaría que podría girar un vehículo tan grande en cuestas hacia abajo y hacia arriba, porque allí todo es montaña. El destino me estaba esperando. Llegamos con sol. Se puso a llover.

Jueves 7, cinco de la tarde, la posada de San José. Las profesionales, encantadoras, una educación y una atención excepcional, pero la habitación para bajitos.

Un servidor mide 184 cm. Las puertas, tanto de fuera como de dentro de la habitación, no pasan de 170 cm, con lo que las veces que me di en el umbral de ellas fueron varias. Era un antiguo convento y el ambiente era encantador, acogedor, una calefacción de manga corta, un servicio de desayuno, comida y cena impresionante en su calidad, pero Desesmun me esperaba allí fuera. Bajo la lluvia conquense.

Hasta ese momento no tenía nada roto. Ninguna bacteria había atenazado mi organismo, casi parecía un ser normal (bueno según mi madre no, pero eso es otra historia). Pero el destino, querido Sancho —y digo Sancho porque en un año he cogido, gracias a mi cúmulo de enfermedades y por ende vida sedentaria, tanto peso que podría partirle el lomo a Rocinante y a Rucio, el asno de Sancho Panza—, el destino me la tenía jugada. Y comenzaba a llover más.

Quijote y Sancho Panza pintados por José Muñoz Anglada. Fotografía de Paco Anglada (Fuente: Wikimedia).

Pero antes de seguir… Que digo yo, que el otro día pasé por el Family Park, ese que está enfrente del Mercadona y del Wok, llegando al CEU de la playa de San Juan, y se me ocurrió: “y por qué no un parque de bolas para la tercera edad, por qué no un parque de atracciones para ellos y ellas, que no sea la versión Benidorm, que mola mucho `pajaritos por aquí, pajaritos por allá´, pero ya que tienen justo enfrente el Ballesol, apartamentos y residencias para ancianos, que tengan algo que puedan participar y jugar y ejercitar”. Para niños y niñas, los parques esos de bolas y esos de pegar saltos con nombre ingleses como si no hubiera un mañana; para los más mayores, los escape room también con nombres ingleses.

Pero que podrían idear algo para las generaciones que no son el pasado. Es que son el pasado y aquí el Desesmun sí que cae con su propio peso, porque la generación de nuestros padres no entiende de destinos, ni de tonterías. Entiende que si los necesitas, ahí van a estar, sea como sea, sin preguntar, sin nada más. Que son los pilares evidentemente de aquello que antes se llamaba, con orgullo, familia y ahora hasta quizá habría que hacer un referéndum porque eso de familia como que suena a antiguo, a naftalina, a vete a saber si no lo valora un youtuber.

Pero volvamos a la lluvia.

Jueves 7, vamos a dar un paseo por el casco antiguo. Llueve mucho más. Como suele pasar cuando uno va a otro lugar donde va a hacer más frío se lleva ropa de abrigo. Normal. Pero, ¿y el calzado? No sueles reparar en el calzado. Lo dicho, zapatillas de deporte. Primera caída. Lluvia. Calles de piedras. Caída hacia atrás. Menos mal que el plumas amortiguó el impacto. Visita a las casas colgadas. Preciosas. Cruzamos la mitad del puente, llovía mucho. Vuelta. Segunda caída. Regreso al hotel. Más piedras. Escaleras de más piedras. Mala caída. Crujido.

Viernes. Tren de urgencia a Urgencias del Perpetuo. Eso sí, el taxi del hotel bajito a la estación, con tarifa fija, no como aquí que te cobran lo que sea vayas donde vayas. Pagas lo mismo tardes lo que tardes o vayas por donde vayas. Podrían aprender los de aquí que bueno, a veces pillas un taxi y sabes que la ruta que sigue no es la más corta, que eres de la terreta, pero bueno. Diagnóstico: policontusión de tórax y de rodilla. Se nos acabó el puente de vértigo en un día. Bastón e ibuprofeno varios días.

Y luego está esa especie de hoguera puesta donde el Gobierno Civil, casi enfrente del Belén de la Muntanyeta, que la vi y me recordó a la peli de Misión Imposible II, cuando mezclan la Semana Santa con las fallas como si todo fuera al mismo tiempo y lugar, pero como Tom Cruise es capaz de averiguar si se ordenó el Código Rojo (Algunos hombres buenos, 1992), pues aquí todo vale.

Resumiendo, que el Desesmun me la tiene jurada. Que de cuatro días, tan sólo pudimos disfrutar una tarde, pero que aún así vimos las casas colgadas, el puente de San Pablo, la Plaza Mayor, la torre de Mangana y la tienda de Tomasito donde se vendía de todo.

En fin, que es semana de lotería. Cuando mi abuelo de parte de padre vivía pues mi padre se iba con el suyo a tomar algo, churros supongo, y se dedicaban a ver la lotería. Me gustaba ese día. Era un día de tradición. He hablado de Noé y juego a las palabras pero soy una persona que en el sentimiento soy muy tradicional. Soy muy familiar. Soy muy de casa. Y soy muy, en estas fechas, de si el Desesmun me busca me encontrará con los míos.

Por cierto, publico libro de poesía para niños, se llama Cascabelario pero esa es otra historia. Rock and Roll.

En fin, que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

2 Comments

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  • A lo mejor no sabes que nací en Ledaña, un pueblo de Cuenca cercano a Motilla del Palancar y que hice mis primeros estudios en el seminario de la capital, justo al lado de la Torre Mangana, muy cerca de la catedral y de las Casas Colgadas. Nunca me caí, ni con lluvia. Pero era un niño y no medía tus 185 centímetros. Ya hablaremos de Cuenca (y de tu Cascabelario) cuando nos tomemos el ya famoso café nonato. Un abrazo y ¡Feliz Navidad!

    • No lo sabía don Ramón, eres una caja de sorpresas y el café para conversar la semana que viene sin falta.
      Y por supuesto te deseo una feliz Nochebuena y una mejor Navidad.
      Un abrazo