Hablar de Concha Bru Ronda es, sobre todo, hablar de una persona que ha dedicado casi toda su vida al Servicio Público en mayúsculas y en el sentido más noble de las palabras servicio-público. Bru es y ha sido, también y como muchos conocen, muchas otras cosas. Es una amante y una defensora pública de su tierra de infancia y juventud, pero, sin duda, hablar de nuestra entrevistada de hoy es una gran oportunidad para conocer de cerca algunos de los hitos que han marcado el devenir político, social y económico de Alicante a través de las numerosas responsabilidades públicas que ha ejercido durante una larga vida dedicada a defender a los más débiles, a luchar contra la injusticia, a hacer posible que los derechos fundamentales que recoge nuestra Constitución sean algo más que derechos escritos en un papel.
-Mirando a sus redes sociales vemos que hay como dos constantes, una es la familia, la otra el entorno natural de Teulada-Moraira en la Marina Alta, con esa luz tan especial. Háblenos de esta última, del paisaje de su infancia, de cómo todo aquello acaba conformando su personalidad.
–Bien es una pregunta que me llega al corazón y, además, compleja. He de decir de entrada que siempre me he considerado una ciudadana del mundo en el sentido de que, a pesar de tener raíces muy profundas en el lugar en el que nací, en el caserío de Moraira, también recibí de mis padres, de mis hermanos, la idea que caló y permeó en todos nosotros, de pertenencia a muchos lugares y que debíamos entender la cultura y la manera de ser de todos esos otros sitios.
-Pero Moraira siempre está ahí, es como una fotografía fija…
-Sí. sí. Claro. Yo nací en el caserío de Moraira, en un barrio de pescadores en el año 1958, pero cuando mi familia recala allí, cuando recalan mis padres, ellos venían de un largo itinerario, personal y vital.
-Cuente, cuente…
-Acabada la guerra civil y por circunstancias sociopolíticas y socioculturales, primero fueron destinados a la cuenca minera de Mieres, en Asturias; y, más tarde, aquí, en la provincia de Alicante, nacieron mi hermano mayor y mi hermana Tina, en la partida de La Murada (Orihuela) y en San Juan de Alicante, lugares vinculados a cada uno de los abuelos paternos; uno, además, perteneciente al bando nacional y otro al bando republicano.
-¿Un amor complicado aquel, imaginamos, en un tiempo convulso? Quizás una metáfora de lo que nos cuenta…
-Mis padres, de hecho, se conocen estudiando Magisterio en Alicante, se casan, tienen dos niños y tienen que salir de aquí acabada la guerra civil y allí, en la cuenca minera de Mieres y en Lastres, nacen tres hermanos más; mi padre, por su parte, venía también de una trayectoria por el trabajo de su padre de haber vivido en El Escorial, en Huesca, en Ibiza… y mi madre también parecido. Es decir, hay un poco esa herencia vital de que han vivido en muchos lugares, en muchas culturas.
“Siempre digo que me considero una persona que quiere ser ciudadana de plenos derechos y convivir con la gente allí donde va”.
–¿Una mezcolanza enriquecedora que usted, como dice, heredó?
–Sí, claro. Eso es algo que recibí desde el principio y aunque está claro que mi pueblo es Moraira, que nací allí, pero también una de las cuestiones es que la familia siempre nos hemos integrado en los diversos lugares donde hemos vivido y compartido las inquietudes, las necesidades y los problemas de ese pueblo. ¿Por qué? Pues seguramente porque mis padres hacían eso mismo allí donde recalaban. Y eso, la permeabilidad y la integración social, es un adiestramiento.
–Volvamos a la pregunta del principio. ¿Y en ese cuadro cambiante, qué pinta Moraira?
–Es que Moraira también es, de algún modo, un lugar muy intercultural, por el contacto temprano con el turismo, por los pescadores que iban y venían; todo eso nos hizo convivir con muchísima gente de muchísimos lugares. Y luego, por azares de la vida, al morir muy pronto mi madre y por el hecho de que mis hermanos no pudieran estudiar allí más allá de la primaria, pues allí no había estudios secundarios, eso hizo que mis hermanos y yo hayamos estado circulando por internados en Murcia, Denia, Alicante…, con lo que al final el proceso de aprendizaje es, por decirlo así, multicultural y multiubicación. Por eso siempre digo que me considero una persona que quiere ser ciudadana de plenos derechos y convivir con la gente allí donde voy.
–Algo muy importante: familia y valores.
–Mis padres nos han criado en un entorno donde, más allá de la educación, han pesado mucho los valores aprendidos en el entorno familiar, no estoy hablando de ningún otro tipo de valores. Eso ha pesado mucho, pero porque quizás eso ha sido algo natural, un proceso natural de estar continuamente haciendo, experimentando y disfrutando, pues la vida es eso ¿no? Y, claro, compartiendo también momentos muy duros, pero que todos han servido para un aprendizaje y una madurez.
–Una duda. ¿Es cierto que sus padres estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza?
–A ver, mis padres no estudiaron directamente en la Institución Libre de Enseñanza como tal, aunque sí es cierto que se matricularon en un plan de estudios que era el plan de Magisterio de 1933, cuya base la había configurado todo aquel modelo de estudios que emanaba de la Institución Libre de Enseñanza.
–También eso son valores, ¿no?
–Sí. Fueron herederos de la formación que recibieron del plan de Magisterio de 1933 que recogía todo lo que era aquel plan docente, el programario metodológico y la inspiración, dijéramos, de esa enseñanza en la segunda república que tenía metas muy ambiciosas.
–Entonces, ¿les cogió la guerra civil en plenos estudios?
–Sí. Antes de concluir Magisterio, en el último curso, estalló la contienda civil y tuvieron que dejarlo y mi padre y mi madre lo concluyeron una vez acabada la guerra, que fue cuando obtuvieron el título definitivamente.
–Miremos a esa Concha Bru que navega y pasea por las redes sociales. ¿No siente miedo a mostrar y exponerse demasiado?
–Bueno ahí hay dos cosas; voy a confesar que muchas veces tengo un cierto desasosiego, incluso pudor, a desnudarme en la red, a mostrar cosas que son demasiado personales, demasiado familiares, sabiendo, además, los riesgos que conlleva esa exposición.
“Vivo muy anclada al lugar donde nací porque sé de dónde vengo y quiero también tener muy claro hacia dónde voy”.
–¿Entonces?
–Lo que pasa es que muchas veces no puedo evitar sobre todo compartir reflexiones o momentos de felicidad y de agradecimiento, porque yo creo que muchas veces la gente necesita compartir, sobre todo para saber que hay más gente que le pasa lo mismo y que se identifica con esa situación y que a lo mejor no es capaz de expresarlo, porque creo que eso puede ayudarles al verse reflejadas ahí. Aunque entiendo que haya mucha gente que a lo mejor eso no le gusta o no coincide; pero sí, le doy muchas vueltas.
–Eso en el terreno, digamos, más personal, pero en cuanto a Moraira, que es como la otra constante.
–Creo que ahí lo hago más a nivel testimonial; publico mucho sobre las tradiciones, la cultura, los momentos de disfrute con mis vecinos, y creo que lo hago también para que no se pierdan esos momentos y esas tradiciones, sobre todo los hechos, las costumbres, todo aquello que nos vincula con las raíces. ¿Por qué de mi pueblo o mi lugar de origen si esa es la pregunta? Seguramente porque vivo muy anclada al lugar donde nací, porque sé de dónde vengo y quiero también tener muy claro hacia dónde voy. Muchos de los aprendizajes de mi vida han sido en ese lugar, con lo cual tienes vinculaciones no solo territoriales, si no de identidad geográfica.
–Para preparar esta entrevista leímos que su primera intención fue estudiar medicina, pero que finalmente optó la Geografía. ¿Cómo fue este cambio tan radical?
–A ver, yo soy una persona muy curiosa y al fallecer pronto mi madre compartí mucho tiempo con mi padre, de modo que al final él hizo el ejercicio de padre y de madre; yo le acompañaba a todos lados y a todas las cosas que él tenía que hacer, a las gestiones, y recuerdo que me pasaba todo el día preguntándole por qué esto, por qué aquello, y aunque él me decía algunas veces “nena ya está bien pues no te puedo explicar el porqué”, casi siempre terminaba dándome una respuesta. Esa era una curiosidad innata que he tenido toda mi vida y que creo sigo teniendo; es decir, me sigo preguntando el porqué de muchas cosas a pesar de que tenga ya una respuesta. Esa continua búsqueda en el fondo es un método casi científico y una de las preguntas constantes de mi padre y de la necesidad de aquel momento en Moraira, era la falta de agua. Esa inquietud, me hace querer destacar aquí que “Alicante sigue siendo un ejemplo paradigmático en la buena gestión del agua y en la optimización de los recursos”.
–Pero, lo de Medicina…
–Bueno lo de Medicina, pues, tiene una razón de ser. Yo tenía que decantarme por hacer estudios en la universidad cuando vivía en un piso alquilado con mis hermanas gemelas —yo tengo dos hermanas gemelas que me anteceden, pues yo soy la pequeña de seis—, una que estaba haciendo Medicina y la otra Filolofía Germánica, y ¿qué pasaba?, pues la que hacía medicina me decía a veces cuando tenía algún trabajo o examen “nena tómame este tema” y yo terminé aprendiendo muchas de aquellos explicaciones, los temas me atraían, tanto que terminó gustándome mucho la medicina.
–¿Entonces?
–Pues, por otro lado, me gustaba también la investigación, el entorno, mi pueblo, el origen de dónde venimos, y ocurrió que cuando fuimos a matricularnos yo dudaba entre hacer arqueología o medicina, descubro con sorpresa que arqueología aquí no había y que tenía que ir a Barcelona y las condiciones económicas tampoco eran tan boyantes como para trasladarme a Barcelona —mi madre había fallecido ya— y a mí me pareció que abandonar la casa en aquel momento era como dejar a mi familia con demasiado hueco; con lo cual decidí matricularme en Geografía, pero, eso sí, con la idea de especializarme después en arqueología.
–Uno de sus campos de trabajo en su labor como investigadora y geógrafa ha sido el agua y los recursos hídricos, un elemento tan esencial para los seres vivos. ¿De dónde le viene ese interés?
–A ver, ese interés por el tema del agua me nace ya en Moraira. Siendo una niña, cuando acompañaba a mi padre a todos los lados, él era maestro en el grupo escolar de orientación marítima pesquera, pero era también una persona muy cuidadosa, que observaba, se documentaba y, como escribía muy bien, actuaba como un fedatario, hasta tal punto que muchas personas acudían a él para cualquier gestión como si fuera eso, un fedatario público; y eso en un momento en el que Moraira era un barrio de pescadores y agricultores donde no había prácticamente comercio que no llegara por barcas, sin casi servicios, sin agua potable, y donde había que luchar mucho para salir adelante.
“Me sigo preguntando el porqué de muchas cosas a pesar de que tenga ya una respuesta”.
–Su padre, por lo que sabemos, tuvo un papel relevante en aquel incipiente turismo de la zona, ¿es así?
–Sí. Por aquel tiempo empezaron las primeras promociones de construcciones turísticas allí, lo que ocasionó que mucha gente acudiera entonces a él, para pedirle ayuda para levantar actas, ver tierras y parcelaciones. Y ocurre que mucha de la gente que iba a veranear eran familias de la burguesía valenciana, madrileña y catalana, gente que podía disfrutar de vacaciones, y que venían con sus propios medios, ya que en Moraira, en aquel tiempo, tampoco había transporte público.
–Imaginamos que ya en busca de un paraíso alejado de la metrópoli…
-Si, claro. Llegaban expresamente a eso, y a veces con sus propios conductores y servicio, y entre esta gente estaban los que empezaron a interesarse por tener casa allí; y así fueron creándose las primeras zonas residenciales y además, como era un lugar recóndito al que no se llegaba fácilmente, el tipo de urbanización, que luego se ha transmitido, ha sido urbanización con tipo de chalet aislado, muy distinto a Benidorm, con mayor consumo de espacio territorial pero porque la gente que iba allí buscaba calidad en el entorno, un chalecito sin mucho impacto, con pinos, con jardines, con carácter autóctono. Es decir, se valoraba mucho el espacio, el recurso del territorio, la calidad medioambiental del lugar, pero para hacer esto se necesitaba agua y en Moraira ¡no había agua! Es decir no había ríos, ni pozos de agua, ni fuentes, igual que en Alicante.
–¿Qué papel jugó su padre en aquel entorno?
–Verán. Entonces, uno de los primeros problemas que había que resolver era este, ya que aparte de la carretera, que tampoco había carretera, no había agua, como tampoco había luz, no había casi ningún servicio, y todo esto había que gestionarlo y fue mi padre quien participó en todos estos proyectos, primero como fedatario, acompañando a gente hasta los lugares que les gustaba, para desarrollar no solo el proceso de construcción, sino también para recabar los servicios básicos necesarios como luz, agua, etc..
–¿Casi todo por hacer?
–Pues de alguna manera sí. Toda eso está documentado, lo tengo publicado; y mi padre lo hizo en colaboración con el presidente del Pósito o Cofradía de Pescadores, el comandante de la Guardia Civil del puesto, primero de carabineros y luego de la Guardia Civil, que fueron los impulsores, junto con la gente del pueblo, de las calles, que no tenían desagües, de traer el agua y la luz.
–¿Y cómo se solucionó?
–A mi padre se le mete en la cabeza solucionar esto, y empieza a leer libros de todo -yo tengo en mi casa libros de todo esto, hasta de zahorí- y de todo eso me voy empapando, estoy todo el día a su lado y eso lo voy adquiriendo. Al mismo tiempo mi padre contacta con alguno de los buzos que van de veraneo por allí, llegan al acuerdo de que él les proporciona un sitio para guardar sus cosas, los utensilios que emplean para hacer sus inmersiones acuáticas, a cambio de que ellos le hagan un estudio topográfico de los manantiales que salen frente a la costa. Esa es otra documentación que tengo de mi padre y que incluyo también en mi tesina de investigación.
–¿Ha dicho que este tema es parte de su tesis doctoral?
–Sí, sí, a ver. Primero termino Geografía y estando en cuarto curso pienso en hacer la tesis de licenciatura, lo que ahora se llama trabajo de fin de grado, que realizo sobre Geomorfología del Sinclinal de Benissa-Teulada-Moraira, y ya con esa inquietud y con la preocupación por el tema de los recursos del agua, mis maestros en Geografía, Alfredo Morales Gil, que es el catedrático que dirige luego mi tesis doctoral, y Antonio Gil Olcina, que fue el primer rector de la Universidad de Alicante, ambos nos convencen a una compañera y a mí, a mi querida compañera Margarita Box, para que nos involucremos en un área nueva de investigación, el agua, y de ahí nace mi trabajo de tesis doctoral: “Recursos, Usos y Economía del Agua en la provincia de Alicante”; de dónde proceden los recursos del agua, cómo se planifican, se gestionan y se economizan en Alicante y provincia.
–Fueron ustedes dos, de alguna manera, unas pioneras…
–Nosotras participamos en un plan de estudios que se desarrolló en la Universidad de Alicante, y que fue un cambio paradigmático dentro de los planes de estudios que se venían realizando en Geografía, estudios con una fuerte carga experimental y práctica; es decir se implantan materias completamente novedosas, como fueron la geomorfología, la biogeografía, la cartografía, la climatología… toda una serie de materias instrumentales que beben de una nueva metodología y empirismo científico-técnico, junto a desarrollo en laboratorio y mucho trabajo de campo. Tanto ella, Margarita, con su estudio de los humedales y áreas lacustres en Alicante, como yo, participamos, junto a otros compañeros, como estudiantes en el desarrollo de ese plan de estudios, en el que fuimos algo así como la punta de lanza al mismo tiempo que conejillos de indias.
-¿Qué recuerdos tiene de aquel tiempo?
–Yo, siendo estudiante, pasaba media vida en la universidad, casi vivía en la universidad; por la mañana iba a mis clases, pero llegaban las diez de la noche y seguía allí, en la biblioteca, en los laboratorios.
“Las “guerras del agua” las habrás siempre porque la gente no negocia, no consensua, no dialoga y no se fundamentan las decisiones en la investigación, la técnica, el bien común y el respeto al medio”.
–Alicante y el agua, un debate eterno, ¿no?
–Sí; y con la componente de que Alicante está a caballo entre la Confederación Hidrográfica del Júcar y la del Segura. A nivel de gestión y administración de las aguas estamos entre dos territorios administrativos hidráulicos muy importantes, y con la particularidad de que además cuando empezamos en aquel momento a estudiar el tema de las aguas subterráneas era un tema poco conocido.
–¿Dos confederaciones con muchos intereses detrás?
–Las dos confederaciones hidrográficas lo que controlan es el agua superficial, pero luego hay aguas subterráneas que tienen que ver con los recursos profundos, subterráneos, que no se ven, depósitos que están en las rocas, etcétera. La ley de aguas de 1879, que ya era una buena ley, justamente se modifica en la segunda mitad del siglo XX, y ahí ya tiene una incidencia muy grande todo lo que afecta a las aguas subterráneas. No es que la ley decimonónica fuera mala, simplemente es que no se sabían muchas cosas sobre acuíferos subterráneos que luego se incorporan y que hacen cambiar todo el escenario y los derechos del agua. El concepto de dominio de bien público de las aguas y bien común, ese entra en escena con la nueva regulación del siglo XX.
–Y, por si algo faltaba, ahora tenemos todo lo del cambio climático.
–Sí, claro. Desde la segunda mitad del siglo XX, cuando se aprueba la nueva ley de aguas, Ley 46/1999, que luego vuelve a modificarse en 2001 y hasta hoy, las cosas han cambiado mucho más; entonces tampoco teníamos el escenario del cambio climático interiorizado, ni los usos intensivos del agua más modernos.
–Centremos la mirada en Alicante. ¿Estamos condenados a repetir una y otra vez, como llevamos casi cinco siglos, las “guerras” del agua?
–A ver, las “guerras” del agua va a haberlas siempre. Primero, porque surgen debido a que la gente no negocia, no consensua y no dialoga, no se basa en estudios técnicos y científicos y bordean la ley muchas veces. Esos conflictos, esas “guerras” del agua, aparecen cuando no hay un consenso y no hay, dijéramos, un equilibrio de intereses, cuando hay gente que entiende que su interés es el único. Que tienen que primar unos intereses sobre otros. Y, sobre todo, porque no se hace partiendo de evidencias científicas, del respeto al medioambiente ni, sobre todo, del interés general. Mientras no se pongan esos parámetros sobre la mesa pues no habrá entendimiento.
–¿Qué usos/abusos hacemos en Alicante del agua?
–A partir de ahí, Alicante, Alicante provincia, Alicante ciudad, y así lo pongo ya de manifiesto en mi tesis, sigue siendo un ejemplo paradigmático en la gestión del agua y en la optimización de los recursos. Es decir, Alicante, ciudad y buena parte de la provincia, hay que decir que son fruto del “milagro del agua”, porque casi no tenemos recursos propios, no hay acuíferos, no hay agua subterránea, tampoco ríos.
-Y, ¿cómo se consigue ese buen uso?
–En Alicante de esa necesidad se hace virtud, y ahí las comunidades de regantes y las de usuarios son las que, partiendo de esa necesidad y de esa sociedad civil que se pone en marcha, llega a acuerdos y regulaciones para poder optimizar y aprovechar ese agua. Y está todo regulado.
“Alicante sigue siendo un ejemplo paradigmático en la buena gestión del agua y en la optimización de los recursos”.
-¿Pero, pareciera que la pelea aún y así es interminable?
–¿Qué ocurre? Que con el tiempo hay otras necesidades y otros actores que entran en conflicto, no solamente el riego, sino el uso urbanístico, intensivo y sin ordenación ni planificación previa, el crecimiento urbanístico y los derechos industriales. En el Valle del Vinalopó con el tema del calzado, en la zona de Alcoy y El Comtat con los tintes, las jugueteras, también las marmoleras. Y llega un momento en que colisionan todos esos intereses porque agua es la que la que llueve, captamos, derivamos, almacenamos, se distribuye y se usa en diversos usos consuntivos a veces enfrentados. Y ahí es donde tienen que llegar los acuerdos.
–A su criterio, ¿la tecnología y los avances científicos pueden solucionar estos problemas?
–La tecnología, el gran desarrollo tecnológico que hay, pone de manifiesto que medios hay para solucionarlo y para hacer un uso racional y respetuoso con el medio. Estamos en un mundo donde las herramientas, el desarrollo tecnológico, nos posibilitan llegar a que los usos del agua sean usos complementarios de distintas procedencias, y en los que la eficiencia el ahorro y la reutilización son los grandes aliados, junto a nuevas fuentes de aprovisionamiento como son las aguas desaladas, que necesitan un férreo control también de producción, uso, gestión y valoración de su impacto medioambiental. Si lo necesito puedo echar mano de aguas residuales regeneradas, tratadas, para el riego. Si necesito echar mano de desaladoras porque no llueve durante mucho tiempo, puedo hacerlo, como podemos hacerlo de los recursos subterráneos que existen, pero sin llegar a salinizar ni contaminar los pozos y evitando llegar a un nivel de irreversibilidad de ese proceso; en definitiva utilizar racionalmente todos los recursos, con criterios técnicos, científicos económicos, técnicos, y medioambientales.
–De alguna manera, podríamos resumirlo así: más ciencia, más técnica y menos política y menos políticos.
–Un poco sí; aquí los políticos debían de estar en segundo plano siempre, pero el problema está en que el agua es un arma política arrojadiza, que levanta pasiones y que tiene muchos intereses detrás. La verdad es que no hay una capacidad de dejar trabajar a los técnicos, a los científicos y sobre todo a optimizar los recursos en función del bien común y de dejar al margen intereses políticos, también los de los lobbies.
–Cambiemos de tema. En el 2002 fue nombrada directora de la Universidad Permanente de la Universidad de Alicante (UPUA), una institución casi desconocida entonces y un territorio muy alejado de su campo académico y profesional.
–Es verdad que la materia como tal, la educación a lo largo de la vida y el tema del envejecimiento, no eran temas con los que yo hubiera trabajado en el ámbito de mi formación, aunque en Geografía sí había trabajado la demografía, pero ciertamente no había sido objeto de un interés específico.
–Aunque, según recordamos, antes tuvo que hacerse cargos de los estudios de Turismo de la UA.
–Así es. Previamente a ser directora de la Universidad Permanente, el equipo rectoral de entonces, Andrés Pedreño, como rector, y Salvador Ordóñez como vicerrector de Ordenación Académica, me encargan como el tema de puesta en marcha de los estudios de Turismo, un plan nuevo para transformar dichos estudios, que no eran universitarios, en universitarios. Y quizás ahí está el germen, pues cuando yo empiezo con el trabajo de turismo, me piden colaboraciones desde la Sociedad Valenciana de Geriatría y Gerontología, pioneras en el tema de envejecimiento en Alicante, y desde la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y ponemos en marcha algunas charlas, conferencias, etc., relacionadas con el turismo y las personas mayores, turismo y envejecimiento.
–Entonces, una cosa llevó a la otra…
-Un poco sí. Ahí tengo que abordar el tema de personas mayores, turismo residencial y envejecimiento; y en esas circunstancias, como directora de los estudios de turismo, es cuando el rector de la Universidad me pide que, además, me haga cargo de la Universidad Permanente.
“En el tema del agua los políticos debían de estar en segundo plano pero el problema está en que es un arma arrojadiza y tiene muchos intereses detrás”.
–Aunque la UPUA ya existía, ¿no?
–Sí. En ese momento estaba Emilio Soler de director, que fue en verdad el que puso en marcha la Universidad Permanente, y hace un trabajo tremendo; pero Emilio en un momento dado dice que deja la dirección, porque tiene, digamos, un punto de vista diferente con la gestión académica del tema, y el rectorado me pide que, por favor, me haga cargo de este tema.
–¿Cómo recuerda sus primeros pasos al frente de la UPUA?
–Cuando me hago cargo de la UPUA yo estaba en el Castillo San Fernando, en Turismo, también era responsable del Instituto Marítimo Internacional Alicante Southampton y llevábamos la remodelación de la Sede de la UA, de Ramón y Cajal en Alicante. Y entonces, me digo yo de esto no sé mucho, pero pienso que puedo ayudar a la gestión, porque la gestión es gestión, los mimbres son siempre los mismos, trabajar con lo que tienes, con los recursos humanos, económicos, infraestructuras, etc., y lo hago como un favor, pensando que era un tema coyuntural hasta encontrar a alguien.
-¿Pero lo que era provisional acabo siendo una responsabilidad de veinte años?
–Sí, así es. En aquel momento nos ponemos las pilas, contando con la gente, con el equipo. Es decir, el secreto de poder hacer tantas cosas es tener un buen equipo detrás, de personal docente, profesorado, administrativo; las infraestructuras hay que pelearlas siempre; y, eso sí, formarte en lo que no sabes, en lo que te falta.
–¿Cómo consiguió salir a flote?
-Lo primero decir que traté de ponerme las pilas para entender qué era la Universidad Permanente, los estudios para mayores, hice mis investigaciones. Las universidades son organismos autónomos que, con sus rectores y equipos de gobierno al frente, tienen capacidad de desarrollo normativo, planificación, etc.. Tienen vicerrectores de Ordenación, de Estudios, de Innovación… pues hay que ir a los distintos rectores, vicerrectorados y servicios, y plantearles las cuestiones y planificar con criterio y decir: “Sí, hay que hacer esto, pero para esto se necesita esto, esto y esto”. Considero que yo he tenido capacidad para proponer, planificar y desarrollar propuestas y proyectos innovadores, además no no me ha importado nunca trabajar duro e ir a hablar con quien corresponda, a pedir ayuda, a aprender y a trabajar en equipo.
–¿Alguna asignatura pendiente de sus casi veinte años de gestión de la UPUA?
–El gran problema, el gran reto, a lo largo de los primeros 25 años fue –y no lo conseguimos- convertir estos estudios en estudios oficiales, que era la única manera de garantizar una financiación, porque todo lo que no son estudios oficiales no tiene obligada financiación. Esa fue quizás mi gran asignatura pendiente, pero eso no se consiguió, entre otras cosas, por los continuos cambios de gobierno a nivel nacional y autonómico, y de los interlocutores y responsables..
–Para quienes tienen hoy más de 55 años y no conocen la Universidad Permanente ¿qué les diría para que se animen a participar?
–Yo hablo con muchos compañeros, mayores, o no tan mayores, que cuando se van a jubilar me dicen: “No, es que tengo muchos hobbies, no me voy a aburrir, no voy a necesitar ir a la Universidad Permanente porque ¿para qué voy a ir allí? Yo ya tengo una carrera profesional, estudios…”. Entonces, ¿por qué hay que venir a la Universidad Permanente? Primero, porque uno, por mucha formación que tenga, nunca es tarde para seguir aprendiendo. Y los cambios que se producen en la sociedad y la evolución tecnológica, científica, conocimientos, etc., son tan bestiales que somos incapaces solamente por la lectura de medios, de libros, etc., conseguir estar al día. ¿Quién te permite ese continuo estar en contacto con esos cambios? El ámbito educativo educativo en general y la universidad en especial.
–Pero, imaginamos, que no solo por esa cuestión de “estar al día”.
–Está claro que la universidad, también la UPUA, es un referente en continua innovación y adaptación. Pero, además, allí puedes hablar con la gente, pulsar distintas sensibilidades, y eso es también muy importante; aunque cada uno de nosotros tenemos nuestras creencias, ideología, manera de pensar, etc., siempre es bueno escuchar a los demás, sea de la naturaleza que sea esa opinión, porque es la única manera de vivir en la realidad, aunque a veces entiendo que eso de pereza.
“Por lo general cuando hablamos de personas mayores miramos alrededor y no nos vemos nosotros como personas mayores”.
–También, imaginamos, el contacto con gente joven.
–Ese continuo contacto con gente que entra cada año en la universidad, gente con 17, 18 años, eso también te lo permite la Universidad Permanente. ¿Por qué? Porque no solamente vas a cursos de mayores. Hay muchas actividades intergeneracionales, conferencias y acciones en común. Y la Universidad Permanente provoca participación en proyectos nacionales e internaciones; es una especie de incubadora de valores con múltiples vertientes.
–Usted tiene 66 años. ¿Se considera persona mayor?
-Esa es otra de las cosas, que no nos vemos nunca como mayores. Yo ahora tengo 66 años, y sí hace ya mucho tiempo que me considero persona mayor.
–Quizás, como dice, es que vemos mayores a los demás, pero nos cuesta más reconocernos como tales.
–Sí, eso es. Por lo general, hablamos de mayores y miramos alrededor; pero yo creo que toda la ciudadanía debería de estar educada para pensar que no vamos a ser eternamente jóvenes y que, además, aunque nos veamos jóvenes, nos encontremos genial y nos consideremos jóvenes de corazón, de mente, de espíritu, etc., pero por propia ley natural tenemos que envejecer celularmente, y eso conlleva unas circunstancias. Entonces creo hay que ir preparándose para ese camino, de aceptación pero al tiempo de explotar esas nuevas posibilidades que tenemos.
–En alguna de sus intervenciones públicas le hemos oído remarcar la necesidad de impulsar una especie de carta de derechos para las personas mayores a semejanza de la carta de derechos de la infancia de la ONU, de las personas discapacitadas… ¿Cree que ese es un camino a explorar?
–A ver, esto ciertamente es un debate. Hay países en Iberoamérica donde ya existe una Convención Internacional de Derechos de las Personas Mayores. Allí se pusieron de acuerdo hace ya algunos años y está funcionando, y cada vez se adhieren más países; y, paradójicamente, sucede en algunos países que a lo mejor sus cartas constitucionales no tienen ni tantos derechos reconocidos ni están tan avanzadas democráticamente como ocurre en Europa o aquí mismo en España.
–En España y en la UE, ¿cómo estamos en este terreno?
–Vamos con retraso; pero desde la Unión Europea ya se está intentando desarrollar esa convención internacional de las personas mayores en el ámbito europeo. Para mí es una necesidad y un reto, aunque reconozco que hay otras voces y criterios que defienden que esto puede ser un punto más de discriminación por edadismo.
“Es bueno escuchar a los demás, sea de la naturaleza que sea esa opinión, porque es la única manera de vivir en la realidad”.
–¿Cuáles serían, entonces, sus razones para defender esta Carta/Convención de las Personas Mayores?
–La experiencia que tengo, el conocimiento adquirido en estos años sobre el tema y también por la sensibilidad que he adquirido a lo largo de todo mi trabajo en la Permanente, me dice que las personas mayores somos muchas en número demográficamente hablando, y que cada vez vamos a ser mas porque cada vez seremos mas longevos y habrá mas gente mayor, centenarios incluso, y aunque es cierto que los avances sanitarios, el interés por cuidarnos, la educación a lo largo de toda la vida, los medios sociales y las ayudas y prestaciones también han ido creciendo y se supone que vamos a vivir mejor y en mejores condiciones a pesar de que seamos mas mayores, es cierto que hay una gran brecha, no solamente económica, si no también cultural y social, de exclusión digital, o simplemente porque las personas mayores se queden solas, porque viven tanto que se van quedando solas, no tienen redes familiares, no tienen apoyos en su entorno que les ayuden a gestionar sus necesidades básicas, y todas ellas son personas mayores con sus derechos y el Estado y la Administración tienen el deber de velar por ellos, si ellos no lo hacen por sí mismo o a través de terceros.
–¿Para tratar de asegurar el cumplimientos de esos derechos?
-Como les decía, somos personas, ante todo personas, y los mayores son un grupo muy vulnerable, personas que no entienden de edadismos porque la edad ya la llevan, lo que les importa y lo que les interesa y a mí como ciudadana que trata de velar por el bien común, me interesa que nadie quede fuera de la sociedad, excluido o abandonado a su suerte, y aunque solo fuera por eso debería de existir esa convención internacional por la gente mayor vulnerable que no tiene o no va a tener a nadie que la ayude y la defienda.
–En el Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación (MAYMECO) de la UPUA, grupo que usted impulsó, nuestra labor ha sido y es luchar contra el edadismo y los estereotipos en los medios de comunicación. ¿Recuerda cómo surgió la idea?
–¿Cómo nació? Bueno nace un poco en el interín de desarrollo y en el marco de la educación a lo largo de la vida, de la educación para mayores en el ámbito universitario, y al amparo de una iniciativa que puso en marcha el IMSERSO en unos cursos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander, que trataba sobre la imagen de los mayores y el respeto, una especie de decálogo de respeto a la imagen de la personas mayores.
–¿Quiénes fueron sus impulsores?
–En aquel momento, en la UPUA, ya había una asignatura que habían empezado tímidamente los profesores del Taller de Imagen de la UA Fernando Embid y Mariló Berenguer. En principio era la imagen del mayor en el cine, y en pleno proceso de elaboración y experimentación surge lo del Curso de la UIMP en Santander, y a la vuelta de allí, los profesores junto al alumnado que cursa la materia en UPUA, ven otras posibilidades, yo les animo a que que desarrollen esas otras posibilidades, y ya no es solamente en el cine, sino en la televisión y en los medios escritos, y esto da pie a una línea de investigación, y los convenzo de que pongan en marcha este observatorio, y esa es la génesis de MAYMECO.
-¿Recuerda el año?
–Creo que fue en 2007, y desde ahí hemos ido involucrando no solamente a más docentes del área de comunicación, marketing y sociología, como Irene Ramos, involucramos también a periodistas de primer nivel como Pere Miquel, a nuestro compañero Pepe López, involucramos un tiempo también a Jordi Sánchez Navas.
-Su trayectoria profesional nos recuerda el caso de Manuela Carmena, quien llegó a ser alcaldesa después de jubilarse tras ejercer casi 40 años como jueza y magistrada. Usted también dejó la universidad y regresó al campo laboral, en su caso al Síndic de Greuges.
-Así es. Yo me jubilo en enero de 2019, porque en aquel momento hay una necesidad familiar específica; por un lado mi hermana mayor, que ha sido como mi madre, entra en un proceso de tratamiento por un cáncer, yo le dije que se viniera a vivir a casa con Rafa y conmigo porque en el pueblo yo no podía trasladarme todos los días allí; y al tiempo mi hija mayor está embarazada y va a dar a luz y también necesita de mis cuidados por una problemática específica que necesitaba del soporte familiar de vez en cuando; y, con todo eso hubo un momento en que yo era incapaz de compatibilizar docencia, gestión, donde, como sabemos, no hay horarios, el tema de la UPUA con toda esa fuerte implicación internacional y nacional porque estábamos en ese ámbito, llega un momento que me doy cuenta de que no puedo, y decido jubilarme porque tengo que ser responsable y tengo que darme cuenta de que tengo que ser eficaz, eficiente y poder llevar a cabo mi trabajo, y veo que no voy a poder hacerlo.
“Nosotros no nos vemos nunca como mayores. Yo ahora tengo 66 años, y hace ya mucho tiempo que me considero persona mayor”.
-¿Y un año después, digámoslo así, vuelve al tajo?
–Fueron ambas decisiones perfectamente meditadas y perfectamente responsables; cuando dejé la universidad, mucha gente en aquel momento no lo entiende pero lo respetan. Al final estoy un año jubilada y me incorporo al Síndic, en diciembre de 2019, afortunadamente porque en aquel momento algunas cosas se habían estabilizado, mi hermana estaba en una situación bastante estable, mi hija también, mi nieto ya podía ir a la guardería, etc.,
–¿De nuevo vuelta al servicio público?
–Al final la decisión vino por dos cosas; por un lado, la situación personal estabilizada y, por otro, fruto de una reflexión, cuando me dicen incorpórate al Síndic dije que sí porque la familia me convenció, al margen de que considerara que podía ser útil, con el también condicionante de que tendría que aprender cosas nuevas, muchas cosas nuevas, porque en el equipo del Síndic yo soy una rara avis, yo soy doctora en geografía, pero allí casi todo el mundo es jurista, y nos estamos moviendo en el ámbito de los derechos de la ciudadanía, pero que yo ya llevaba mucho tiempo luchando por derechos de la ciudadanía, el derecho a la educación a lo largo de la vida, el derecho a recursos territoriales, sanitarios, servicios públicos…
–¿Cuál sería su visión/balance de estos años en el Síndic?
–A ver, quizá, he de decir primero que, aunque yo conocía la tarea del Síndic como ciudadana, tampoco conocía del todo la potencia o la capacidad que tiene esta institución; he de decir que reconozco que en estos años me he dado muchas más cuenta de ello, hay mucha gente que no conoce siguiera que existe la institución, y ahí, quizás, tenemos que seguir haciendo un gran esfuerzo para llegar a mucha más población y ciudadanía.
“Reconozco que hay mucha gente que no conoce que existe el Síndic, y ahí tenemos que seguir haciendo un gran esfuerzo”.
–Al hilo de sus palabras, ¿para qué sirve el Síndic?
–Primero habría que desmontar la idea que algunos tienen de que el Síndic es una institución política, una figura política, y eso hay que desmontarlo totalmente porque la independencia institucional y la independencia política es total y tiene, sobre todo, una autoridad moral basada en la legitimación socialmente reconocida, y esta capacidad moral para emitir una opinión cualificada procede de las resoluciones que emana el Síndic con base en los derechos fundamentales que nos asisten, en la legislación y en las normas de desarrollo de la misma. El Síndic además con total transparencia publica en abierto estas resoluciones, y cada año presenta sus memorias, los informes anuales, de rendición de cuentas, que normalmente suele suceder en el mes de marzo o abril.
–¿Todo el trabajo se hace público?
–Sí, sí, uno de los principios básicos de la actuación, que además viene regulado por la Ley del Síndic, es que hay que dar total transparencia a todo el trabajo, todo colgado en la web, ahí está todo; todas las resoluciones, todos los expedientes, se publican diariamente, siempre anónimos, o sea, no hay datos personales, pero todas las resoluciones de quejas, tanto si se cierra por buena resolución, como porque hay recomendación del recordatorio de los deberes legales o sugerencias del Síndic a que se modifiquen las normas y que se resuelva el expediente del ciudadano, tienen que estar publicados, y se dan a conocer en medios, en la web del Síndic, el primer lugar donde todos los días están publicadas.
-Y para terminar esta conversación, nos va a permitir una excursión por el terreno de lo lúdico. Conocemos de su pasión por el Boss, por Bruce Springsteen, que le ha llevado a viajar a muchos de sus conciertos durante casi toda su vida. ¿Es así, no?
–Bueno, he de decir que lo del Boss me viene de mi marido; yo no le conocía antes de conocer a mi marido, pero sí es cierto que soy una melómana, es decir, me gusta mucho la música, seguramente porque en mi casa se escuchaba mucha música y porque una de las costumbres que tenía mi padre, era esa: se levantaba por la mañana y ponía la radio, y entonces en aquellas radios grandes y antiguas, se oía mucha música, ente otras cosas.
“Hemos recorrido cientos de kilómetros para ver al Boss, a Bruce Springsteen, porque su música nos conecta con el mundo”.
–¿Pero lo de Springsteen concretamente?
–Como decía, conozco a Springsteen a través de conocer a Rafa, que sabe muchísimo de todo tipo de música, mucho más que yo, y nosotros desde el año 78 ya nos conocemos —nos casamos en el ochenta y uno— y fue así como empiezo a entrar en el mundo del Boss; es una persona que la hemos visto siempre con una fuerte implicación social, sus canciones hablan mucho de amor, pero hablan sobre todo de personas y hablan de reivindicaciones sociales y muchas veces en sus canciones, como me pasa con cantautores como Víctor Manuel, Serrat, o cantantes como Mina, que van mas allá de la música, los instrumentos, o las notas musicales, y con solamente sus voces ya me llenan y transmiten… y eso mismo me pasa con Springsteen.
–¿Y, con sus setenta y cinco años, sigue al pie de la brecha y es todo un ejemplo del buen envejecer?
–El Boss ha pasado por circunstancias personales muy complicadas; se confiesa una persona depresiva que ha salido adelante gracias a los amigos, a la música, y ahí hay también una tarea vital que creo transmiten sus canciones de amor, sus canciones de reconocimiento a personas y sobre todo un movimiento y una lucha: y luego, aparte, la musicalidad que tiene, los músicos de los que se rodea, su propia voz, y en todo esa mezcla va creciendo un idilio que nos ha hecho a Rafa y a mí, desde jóvenes con mochilas y hasta ahora, recorrer cientos de kilómetros para asistir a sus conciertos, para verle y para escucharle. Es una música que nos conecta con el mundo.
(*) MAYMECO es el Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación adscrito a la Universidad Permanente de Alicante.
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