Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

Con el alma entre los dientes

Fotografía: Pexels (Fuente: Pixabay).

De repente un obús le reventó la cabeza al brigada Gerardo y la lluvia de balas dejaba innumerables heridos afinados en las trincheras casi anegadas de agua y barro y sangre.

—Parece que te acabas de mear encima Alfredo

—No me jodas Antonio, también me he cagado

—Todo es una mierda, hombres matando a hombres, hombres mutilando a hombres, y hombres llorando como personas desvalijadas, como ambulancias silenciosas y como una caída vertical desde la miel de un gran sueño, hasta el puto naufragio de tu vida — le dijo Antonio a Enrique— que estaba escondido debajo de tres compañeros desmembrados por una puta decisión —la guerra—.

La noche negra y, por escasos segundos, silenciosa no dejaba de llover y los relámpagos eran como pequeñas linternas en medio de la selva de oscuridad.

Fotografía: Hans (Fuente: Pixabay).

La intensa lluvia no cesaba y las trincheras una y otra vez agujereadas de dolor y sembradas de sangre fueron abandonadas por la compañía KMQ con extremada rapidez y sin embargo Antonio dormido-soñaba con el calor del hogar-aunque el llanto de las bombas y el intenso frío y la angustia del miedo que lo dejaba inmóvil y congelado, esperaban entre amasijos de cadáveres. Arropado sólo por el barro revuelto en sangre rojiza y los gritos de dolor de compañeros, se quedó rezagado y solo.

Cuando la tormenta de bombas dejó paso al vacío de un silencio ensordecedor sólo quebrantado por el silbido de las balas. Los primeros rayos del alba lo retornaron —a Antonio— a la dolorosa realidad. 

Antonio anduvo durante horas buscando su compañía KMQ, pero desafortunadamente se tropezó con otro batallón.

La compañía que lo detuvo como prisionero de guerra, pero sin garantía alguna del bando republicano como la de Antonio, no creyó en ningún momento las explicaciones de nuestro protagonista, y ya se sabe que la beligerante situación no dejaba títere con cabeza.

Su fusilamiento estaba en capilla y el miedo y el odio y no volver a ver a su madre, a su novia y no recuperar al menos algunas horas de su niñez, de su adolescencia, lo arrinconaban todavía más contra las cuerdas de la estupidez humana, de la crueldad en Do mayor y del lúgubre cuadrilátero de la Guerra civil española.

Fotografía: Coco Parisienne (Fuente: Pixabay).

Los primeros rayos de sol apenas calentaban el recién alumbrado año 1936, el maltrecho tejado de la pálida casa donde vivía Antonio con apenas 16 años y su madre —María Dolores— eran vecinos de Los ajetreos y turbulencias sociales, que no hacían más que aumentar y la radio, como único medio de comunicación,  o al menos el más rápido, no cesaba de pedir carne de cañón para la contienda ya casi rompiendo aguas.

Los primeros bombardeos de la aviación del bando Franquista sobre la ciudad de Alicante eran un agonizar de gentes y de sus sueños y de sus almas por algo que nadie comprendía.

Antonio con el sello de la adolescencia en su rostro escaló la ladera del castillo de Santa Barbara y con uñas y dientes construyó una pequeña cueva, una gélida, fría, y oscura cueva donde su familia pudiera refugiarse de las bombas.

Una mañana con su juventud como único equipaje y sin apenas despedirse de su madre y de Josefa —su gran amor— se alistó en el frente republicano rumbo hacia ninguna parte, rumo hacia una contienda desgarradora como lo son todas sin excepción alguna, pero en este caso aún más acida y cruel por tratarse de una guerra entre compatriotas.

El pelotón de fusilamiento compuesto por siete hombres se disponía a formar

Fotografía: Lithium Productions (Fuente: Pixabay).

—¡Pelotón, a formar! gritaba el sargento

Antonio no daba crédito, trémulo pidió por última vez, un aplazamiento, una última comprobación, ganó apenas unos minutos, el capitán tenía que preparar a sus hombres para la próxima e inminente batalla y no le quedaban minutos en su corazón de roca. Antonio, delante de un montón de arena escarlata y un asfixiante silencio y un putrefacto olor a orina y a excrementos y a miedo y a dolor y a cuerpos desmembrados y todo eso, cerró los ojos aunque permanecían abiertos.

Mientras tanto la población civil sufría con dureza las continuas lluvias de bombas, los alimentos escaseaban y tanto la madre de Antonio como Josefa, su novia, hacían de cuando en cuando una sabrosa sopa con pieles de patatas, y de naranjas que encontraban entre los retorcidos hierros de algún mercado.

Los minutos parecían dilatarse ante la ejecución, las manos agrietadas y secas, el sudor frío y helado que le acariciaba la cara, los pies hinchados por la humedad del calor ante la muerte y los ojos que no podían creer, que no querían creer en ese desenlace.

A poca distancia del montículo de arena emergía un precioso y frondoso bosque que le serviría de escondite en caso de tener un ápice de oportunidad para escapar.

Fotografía: Sick Street Photographer (Fuente: Pixabay).

La línea de fuego sólo protegida por barricadas y trincheras además de hombres acojonados permitieron un eslabón de esperanza y Antonio decidió escapar entre el ir y venir de balas y refugiarse entre los brazos y las sombras de los árboles.

Por suerte el teniente-coronel de la compañía KMQ y alguno de sus hombres que llegaban de la retaguardia se unieron a la batalla.

Una vez concluida, el comandante, que a punto estuvo de ordenar el fusilamiento de Antonio, explicó lo sucedido a su superior quien inmediatamente corroboró la versión de Antonio.

Tras una pequeña búsqueda por aquella isla de paz y cómplices abrazos de verdes sombras, lograron encontrar a Antonio.

Hoy año 2023 le cuento esta historia a mi hijo tal y como a mí me la contó mi padre mucho antes de morir a la edad de 83 años y mucho antes de tener más de 40 nietos y cuando tuvo 9 hijos y cuando amó a Josefa toda una vida.      

Pablo Guillén

Pablo Guillén empezó a escribir hace algunos años. Un poco para escapar de la rutina de un trabajo que sólo le aportaba un salario. Nada más. Publicó durante algunos años artículos de opinión en un diario local y también participó en algunos encuentros literarios concursando y formando parte en distintas publicaciones.
Tiene tres libros de relatos publicados: “Sombras de luz y niebla”, “Reflejos frente al espejo” y “Lanzarse al vacío y otros relatos”.
Además, tiene el cajón repleto de historias que empujan cada día por nacer, pero la situación actual no es la mejor y como todo el mundo sabe, el dinero no crece por más que riegues esa jodida planta.
Actualmente está inmerso en un nuevo trabajo, sin duda más ambicioso y extenso: su primera novela, aunque declara sin tapujos que se mueve mejor en el mundo de los relatos y puede que le pase un poco como a Oscar Wilde, que sólo escribió una novela, “El retrato de Dorian Gray”.

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