Entre el listado de preguntas típicas que oye una familia numerosa, esta se suele oír bastante y por eso quiero compartir con vosotros cómo es un día con cinco hijos.
Suena el despertador, gracias a Dios comienza un nuevo día. Mi marido hace horas que se levantó para entrar pronto a trabajar y poder conciliar el trabajo con la vida de familia. Comienza una auténtica contrarreloj para llegar a tiempo al colegio. Me levanto y, de camino a la cocina, voy encendiendo luces y despertando a mis hijos. Las niñas, más mayores y madrugadoras, son las primeras en sentarse a la mesa con su desayuno. Unos minutos más tarde, llegan los pequeños. Mientras los niños van desayunando, yo voy revisando el siguiente paso: preparar los uniformes. Reviso la chuleta que me chiva cada día quién lleva chándal y quién va de bonito. Sospechosamente aún no se han peleado, pero de pronto se oye un grito: «¡Mamá, el tete me ha quitado mi cuchara favorita!». Continuamos el ritmo. Mi hija mayor ayuda al pequeño a evitar ponerse la camiseta del revés. Ya casi estamos, un último retoque y nos montamos en el coche. Son las 8:59 y un día más hemos conseguido llegar a tiempo al cole.
Seguimos la mañana, cada día trae su afán. Unos días tocan compras, otros papeles… Hoy, revisión en el pediatra del pequeño que aún no va al cole. La mejor medida de conciliación que hemos encontrado para mí es no conciliar: estar de excedencia por cuidado de hijos. Esto nos permite que el pequeño no vaya a la guardería. También si alguno de mis hijos se levanta con fiebre, un virus o cualquier otra casuística que le impida ir al colegio, tenemos la tranquilidad de estar yo en casa para hacerme cargo. Pero, sobre todo, nos permite comer en casa con nuestros hijos, compartiendo alrededor de la mesa sus aventuras, preocupaciones y algún que otro chiste que hayan aprendido ese día. La opción de dejarlos al comedor no es tal opción y menos cuando el precio por mis cuatro hijos en edad escolar superaría la partida correspondiente a la hipoteca de la casa, ya que apenas tiene peso la puntuación por familia numerosa en la beca de comedor.
Ya les hemos recogido del colegio a las 12:30 h, hemos llegado a casa. Tras lavarse las manos, se dirigen a la mesa. ¿A quién le tocará hoy quejarse de que no le gusta la comida? Después de unos cuantos «tira y afloja» para acabarse lo que hay en el plato, descansan un rato para volver con fuerza al cole.
Son las tres en punto, ya están en el colegio otra vez y yo aprovecho este tiempo hasta que acaben las clases para dar una caminata. Estos momentos son necesarios para mantener el lema latino mens sana in corpore sano. Después de muchos años, he conseguido hacer de este momento del día «mi momento».
Recojo a los pequeños y nos vamos a merendar al parque. Mientras, esta tarde, las mayores tienen catequesis hasta las 17:45 h. Cuando llegamos a casa nos toca el último sprint del día, tenemos que darlo todo: deberes, duchas, cena y a dormir. Pero esto no es algo que fluya sólo, si fuera así la vida sería aburrida y sin emoción.
Y dicho así, todo de carrerilla, puede sonar frenético. Sin embargo, aunque el día a día no es un paseo por las nubes, es una vida apasionante, donde vivimos cada día con intensidad y luchando por poner todo nuestro amor hasta en las cosas más pequeñas. Jamás cambiaría mi gran familia con sus grandes preocupaciones, pero con aún mayores alegrías.
Anabel Sánchez-Camacho García de las Bayonas
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