Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

Cómic, Quino y cómo salir con dignidad

El genial autor de Mafalda y Cía —Felipe y Guille eran mis preferidos— tiene mucho más que esos cómics de la genial niña a la que no le gustaba la sopa; algunos de sus mejores dibujos e historias están en otras publicaciones y hay que verlas, de verdad.

Mi ausente hermanita me inculcó el gusto por la lectura y me dio fuerte —nunca se lo agradeceré lo bastante— y, una forma de empezar, para mí, fueron los cómics. Maravillas que deberían ser de lectura obligatoria en colegios, incluso en la Universidad. De hecho, yo recomendaba, como profesor de historia medieval de nuestra querida UA, que se leyeran Astérix y los godos, El regalo del César y las aventuras de Percevan. Y siempre he defendido que si se pudiera dar el Nobel de literatura a título póstumo, el primero sería para René Goscinny, creador de Astérix, sin duda.

Pero en esto del cómic lo bueno es que hay para todas las edades. El otro día regalé un libro de Yakari, ese pequeño piel roja que tiene el don de hablar con los animales, a mi sobrino de 6 años. Sé que voy a tener el mismo éxito que con mis hijos, para los que guardé mis colecciones completas de Astérix y Obélix, de Umpah-pah, de Lucky Luke, de los pitufos, de Spirou y Fantasio con su marsupilami, de Percevan, de Rip Kirby, de Flash Gordon, con sus espectaculares dibujos de Alex Raymond, y un largo etc.

Y ahí están, intactos, cerrados y sin esperanza de volver a ser descubiertos, a servir para levantar la curiosidad, el conocimiento, la lectura, la historia y compartir los mensajes que transmiten. Y es que hay demasiada oferta de ocio para ellos y mucho más cómoda que pasar las pesadas hojas de papel impreso 🙂

Pero no puedo quitar de mi mente lo que los libros y los cómics me han enseñado y, a menudo, comparo situaciones de esos libros con las realidades que nos tocan vivir. Cuando veo a alguien que no quiere, pero que luego es más papista que el Papa, recuerdo al “pie tierno” de la aventura de Lucky Luke; cuando veo un grupo donde todos piensan igual me viene a la mente el libro de Los pitufos negros (ñac-ñac) de Peyo; los  misóginos me traen a la mente al detective Rip Kirby, tan delicado, y a su asistente Desmond, impasible pero enamoradizo cuando toca, humano. Y al revés, con los «guapitos» recuerdo al irresistible Percevan, que sólo elige a las más bellas, y por tanto complicadas, de su mundo del Medioevo fantástico. Ya sé que si no lo han leído no me están entendiendo, pero espero que algunos sí.

Esto venía a colación de Quino, el maestro del dibujo en línea en blanco y negro, ese argentino que nos demostró el gran nivel cultural de esa tierra y es porque leen mucho.

Por comparar con la actualidad, la viñeta es esa que, del edificio oficial, tras las elecciones, entran felices los elegidos y salen, «tristérrimos», los  anteriores «okupas». Siempre entran pensando que se lo han merecido por su esfuerzo y capacidad, que les han votado a ellos personalmente “por ser vos quien sois”, por su saber, por su estrategia infalible, por su épica sabiduría, verborrea, inteligencia, belleza y actitud. Los que salen maldicen su suerte ya que, tras dejarse la vida y renunciar a los goces cotidianos, no han sido reconocidos e, injustamente, el péndulo, el viento de frente y los errores de los demás, sobre todo de sus jefes ineptos y, cuando no, del pueblo «estúpido», les han sacado de ese lugar donde tanto costó llegar.

Y fuera entras en el mundo del arte, donde hace frío, mucho frío. No hay más que decir, de momento.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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