Lo sucedido en los últimos días entre el alcalde de Alicante, y el portavoz del Grupo Popular, Luis Barcala, se me asemeja a ese gracioso chiste entre un dentista y un paciente. El paciente se sienta en el sillón de la consulta y cuando se le acerca el dentista y le introduce las pinzas en la boca, el primero le agarra por los testículos sin posibilidad de que el otro pueda escapar y entonces le espeta no exento de sorna: ¿Verdad que no nos vamos a hacer daño?
Esta claro que en todo este asunto, uno de los dos ha apretado más de la cuenta y se han hecho daño, e incluso puede que ambos hayan apretado de forma recíproca.
Hace poco nos enterábamos de la decisión del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Alicante, de denunciar ante la Fiscalía Anticorrupción al alcalde por el presunto fraccionamiento de facturas en el área de Comercio, algo que supondría una prevaricación administrativa que contempla penas de nueve a quince años de inhabilitación para cargo público. A las cuarenta y ocho horas, el alcalde cesó por decreto a Catalina Rodríguez, funcionaria municipal interina, a quien une el vínculo de cuñada, y por tanto es familia del portavoz popular, Luis Barcala.
El alcalde podría haber disimulado un poco más, haberse puesto de perfil, pero según parece nadie le susurró al oído: «Gabriel, que parezca un accidente». Ha parecido que ni a propósito. Ha parecido blanco y en botella y hasta inclusive no exento de mala leche.
Olvidémonos del ayuntamiento. Imaginemos que en un supermercado trabaja de contable, desde hace muchos años y de forma estable, un trabajador que un buen día tiene un problema con la empresa por alguno de sus derechos y decide ir a magistratura. Qué cabría pensar si a las cuarenta y ocho horas la empresa despidiera a la hija de ese trabajador que también trabaja como cajera en ese supermercado, pero desde hace mucho menos tiempo, sin un contrato fijo y en unas condiciones laborales más precarias, lo que la hace mucho más vulnerable. Diríamos que es una venganza. Una vendetta al más puro estilo de la Camorra, que donde las dan las toman, que ojo por ojo diente por diente, y más cosas por el estilo.
Los socios de gobierno del alcalde, Pavón y Bellido, no han secundado ni apoyado la decisión. Según palabras de la propia afectada, hasta el concejal Simón parece que se abochornó y sonrojó al entregarle la comunicación del cese. Si realmente esto responde a un simple ajuste de cuentas y el «Justiciero Echávarri» no tiene buenos argumentos para justificarlo, mal lo tiene, porque su catadura moral, su dignidad e integridad ética como persona, y toda esa serie de valores de los que hace gala su partido en pos y en favor de la mujer, estarían quedando por los suelos.
En un primer momento, ha dicho que ha sido ella la primera como podía haber sido otra persona. Pero que mal huele que haya sido la cuñada de Barcala la primera y no otra persona. Torpe es si va a meter el bisturí, y para empezar no se le ha ocurrido cortar por otra parte. Ni a propósito se puede hacer tan mal, o simplemente es que no ha querido disimular.
Como es de suponer, la afectada hará valer sus derechos y recurrirá a los tribunales de lo Social, por lo que este tema se me antoja de largo recorrido y seguro que dará mucho de sí.
En algún momento, un juez decidirá si despido ajustado a ley o más bien atropello por cuestiones personales, pero por lo pronto, Charles «Echávarri» Bronson, ha sido el primero en disparar.
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