Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Obituario

CEC

De izquierda a derecha: Vicente Climent, Cati Ferrero y Carmen Esther Collado (Fuente: Vicente Climent).

Tengo un amigo de esos de casi cincuenta años de ser amigos que defiende que no hace falta que tengamos contacto frecuente para mantener esa mágica condición. He discrepado mucho de esa tesis porque para mí es muy importante verme de vez en cuando con él. Sólo le reconozco a Joaquín algo de razón en el hecho contrastado de que, tras mucho tiempo de nada, siempre volvemos a sentirlo todo en una especie de ‘Just like starting over’ lennoniano. Pero ésa no me parece excusa ni suficiente ni necesaria para renunciar a hacer algo que a los dos nos gusta: pasar más tiempo juntos.

Mis dos últimas tandas de mensajes telefónicos con CEC fueron en septiembre, para comunicarle mi actual empleo, y hace veinte días. Ésa última vez la iniciativa fue suya. La conversación, como si fuera continuación de otras que mantuviéramos a diario –cosa que no pasaba– me resultó un poco rara. Las alusiones a ciertos fármacos y a lo bien que dormía ahora me desconcertaron, pero no le di mayor importancia porque pensé que se trataba de algún tipo de juego. Yo no sabía que estaba enferma –¿ves lo que pasa, Joaquín, cuando hibernas la relación?–. Ahora me parece que lo que estaba haciendo CEC en ese intercambio extraño de mensajes era despedirse. De una manera que desde luego yo no supe entender. Al revés no hubiera pasado porque ella era más lista que yo. CEC es la segunda amiga de las de intramuros que se me muere nada más estrenada la cincuentena a manos de un cáncer imparable. La otra me lo escribió –¿por qué ya nadie habla, sólo tecleamos?– de manera inequívoca: “estoy muy malita”. CEC no fue tan directa. Quizá debiera haberlo sido yo, y así haber disipado a tiempo mi error de apreciación. Ya no tiene remedio.

Carmen Esther Collado es para mí CEC desde que empecé a poner su nombre en los pasos de cada noticia en la que ella intervenía. Que fueron muchas. Al principio quiso que le llamara sólo ‘Carmen Collado’, pero al poco se dio cuenta de que ‘Carmen Esther’ la hacía única, con un doble nombre contundente pero sin asperezas, antítesis de los apelativos compuestos de los galanes de culebrón americano. La gente le recuerda estos días porque estuvo un tiempo en Los 40 o en Antena 3. Yo la voy a recordar porque estuvo en la COPE, y porque fue parte fundamental del renacer de una emisora que era referente en muchas cosas, pero no en cuanto al tratamiento de la actualidad diaria.

«Este Picasso, autor de la caricatura, es el padre de Cati Ferrero», explica Vicente Climent. En ella aparecen CEC, CF y VC (Fuente: Vicente Climent).

Cuando asumí la jefatura de los informativos de la emisora de Alicante, y tras un período de transición lleno de obstáculos, llegó por fin la hora de formar equipo. Había un puesto presupuestado y disponible. No sé cómo, pero ella se enteró y vino, vestida de domingo, a presentarse. Vi a otras candidatas. Pero recuerdo a Juan Carlos Gumiel –que no perdió comba de mi particular ‘casting’– sugiriéndome, muy convencido él, apostar por “la calidad”. Eso hice, a pesar de que no me constaba que CEC hubiera trabajado en informativos. Tampoco había estudiado periodismo. Ni falta que le hacía. Le bastaba –me bastaba– con su olfato y su decidida confianza en sí misma. Algunos meses después dispuse de una segunda plaza y repetí proceso. Entre las que se presentaron estaba Cati Ferrero, la que luego sería en mis folios CF. CEC hizo entonces de Gumiel y me dijo sin atisbo de duda: “yo creo que ésta”. O algo así. Juntos, CEC, CF y un servidor, con la impagable implicación de una mujer diez años mayor que yo, pero que se ilusionó con el proyecto como una chiquilla, la técnico de sonido Toñi Amorós (también Rafael Carratalá), formamos un equipo cohesionado, ilusionado e imbatible, que no se casaba con nadie, que hacía un periodismo tan bueno que eran los periódicos los que nos citaban casi con la misma frecuencia con la que las radios serias lo han hecho siempre con los periódicos, y con el que la emisora fue líder en información y en opinión en la provincia. Y en la Comunidad, porque incluso llegamos a dirigir desde Alicante un informativo regional diario, que se llamaba ‘Hechos en la Comunidad Valenciana’. Quienes vivieron esa época y pueden contarlo saben que esa medalla es nuestra, así que no vamos a renunciar a ella, y menos ahora. Tan es así que a mí acabaron promocionándome a la dirección regional de informativos, con sede en Valencia, y yo a mi vez proponiendo a CEC para la de Alicante. Y así se hizo.

Con el tiempo, el paraguas empresarial que nos protegía y propició esa edad de oro se cerró. CEC buscó otras metas profesionales, y le acabó saliendo al paso el Colegio de Médicos, entonces presidido por Ricardo Ferré, que había sido colaborador semanal mío en ‘El Casino’ (tertulia homónima pero radicalmente distinta a otra que se emitía en Valencia), junto a José Luis Lassaleta, Fernández Valenzuela, Juan Antonio Montesinos, Manuel Peláez, Cerdán Tato, José Luis Valdés, Juan Ramón Gil, José María Perea, Alicia Crevillén, Pedro Nuño de la Rosa o Emilia Caballero, entre muchos otros. CEC me llamó un buen día para advertirme de que Ferré me pediría referencias. Le di las mejores que supe. Él buscaba una jefa de prensa normalita, y yo le vendí “la mejor colaboradora que puedas tener”. Tan elocuente debí ser que me confirmó en esa misma llamada que el puesto era para ella. No debí equivocarme en la recomendación porque CEC siguió trabajando en el Colegio hasta el final.

Pero CEC también me ayudó a mí. En cierta situación de acoso personal, ella(*) me mostró su apoyo incondicional (a mí y a la verdad) cuando otros en mejor posición se inhibieron o se escondieron acoquinados. Lo hizo más allá de lo esperable, pese a la intimidación de un tipejo empeñado en que CEC se liara, titubeara y acabara diciendo lo que no estaba dispuesta a decir porque ella no estaba dispuesta a mentir. Yo eso no lo puedo ni debo olvidar.

Con los años le pedí otra cosa. Toñi Beneyto –que, a la sazón, conoce como nadie a mi amigo discontinuo– estaba muy vinculada a la sección de patinaje artístico del Club Atlético Montemar. Y me pidió que le escribiera y locutara un pequeño texto con el que acompañar un ejercicio que estaban preparando. Tenía que ser algo romántico y trágico, en plan ‘chica pierde a su amado por causas traumáticas no especificadas’, con una presencia masculina y otra femenina. Llamé a CEC y le pedí que le pusiera voz a la joven protagonista. Con una paciencia infinita me fue mandando pruebas hasta que por fin me decidí por una de ellas. Hice el montaje, lo envié a sus destinatarios, y el inspirado ejercicio –‘La noche eterna’– acabó ganando el campeonato autonómico de ese año, creo recordar que 2015. Pongo aquí el enlace en honor a la versatilidad de CEC, pero hasta que el tiempo no vaya curando la herida de su marcha casi mejor no pincharlo.

Carmen Esther Collado (Fuente: Vicente Climent).

De CEC todo lo que leo en esta hora triste gira en torno a su simpatía, su sonrisa y su energía. De todas esas cosas hizo derroche. Desde sus tiempos de musa de ‘La Movida Alicantina’ (y que me perdone ‘Morticia’) hasta su época ‘colegial’, pasando por su fructífera etapa radiofónica y en la prensa escrita. Nadie la recordará con un mohín de disgusto en su cara.

Cuando Gumiel me localizó telemáticamente el martes para avisarme de lo que había pasado –las nuevas tecnologías hacen imposible escapar de las malas noticias– me torció el gesto. A CF le llegué a decir, por teléfono, que lo mismo mi comunicante se había equivocado, en evidente fase de negación. Cuando, a lo largo del día, varias personas que sabían de mi cariño por CEC se pusieron en contacto para darme el pésame como si yo fuera un deudo en primer grado (los de verdad –no lo olvidemos sus amigos– son Rogelio, Joan y Marc, sus ‘tres soles’), me fueron arrancando puñaditos de lágrimas. Cuando leí la nota de la Asociación de la Prensa con el titular “Ha fallecido nuestra compañera Carmen Esther Collado” fui de verdad consciente de la tragedia. ¿Cómo es posible que te hayas muerto, CEC?, ¿qué titular es éste?, ¿qué haces ahí, subida a una nota de prensa tan fea, tan impropia de ti, de tu alegría y tu luz? Ese titular me estuvo dando bofetadas dos días, cada vez que volvía a abrir el correo electrónico para cerciorarme de que no era víctima de un engaño.

Camino a casa, apenas tres horas después de saber que CEC estaba llamando a las puertas del Cielo, sonaba en la radio de mi coche ‘Knockin’ on Heaven’s Door’ en versión Guns N’ Roses, que le cuadraba mucho mejor que la de Dylan. En su funeral me dice CF que sonó Cohen. En la banda sonora de su vida sé que también estaba Lou Reed. Y, bueno, la versión de Loquillo y Alaska que nos montamos una vez en un karaoke tras una cena de periodistas. O las canciones que sonaron en el festival ‘Sant Joan sona a 80’s’, que copresenté en 2014 con ‘El Faraón’ (locutor musical de la época en la que yo empecé en la radio) y al que ella me acompañó. CEC era una rockera motera de chupa y vaquero. Pero también de vestido cuando tocaba. Una vez que salió en la conversación no sé a qué santo Naomí Campbell nos mostró su admiración por la belleza de la modelo. “Qué birria soy”, decía, contraponiéndose. “Qué va”, le respondí, “tú eres la Kim Bassinger alicantina”. Se rió. En realidad era una especie de Katharine Hepburn, inteligente y atractiva, fuerte y decidida, libre de espíritu (no en vano nació al año siguiente de ‘El verano del Amor’) pero extraordinariamente comprometida con su familia, a la que quería con locura. Como todos sus amigos queríamos a CEC, aunque algunos nos comunicáramos tan poquito con ella. ¿Veis, joaquines del mundo (entre los que me incluyo), lo que pasa cuando menos te lo esperas, cuando ya no hay remedio?

PD: Alicante lleva algún tiempo dedicando calles a ilustres periodistas que han ejercido en la ciudad. Si se deciden a hacerlo una vez más, por favor, elijan una que sea muy soleada, que es lo que les gusta a los ‘Girasoles’.

Nota (*): y de nuevo también CF.

Nota: Este artículo se publicó el 4 de julio de 2021 en El blog de Vicente Climent.

Vicente Climent

Periodista.

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