En las imágenes promocionales de la televisión que iban anunciando con antelación los recorridos de la Vuelta Ciclista a España (que este año ha tenido muchos más paisajes que enseñar a los españoles), estuvo muy simpática la imagen de la primera etapa en la que parecía que salía un ciclista hacia el circuito correspondiente desde los ventanales frontales de la Catedral de Burgos en el año del cumplimiento del octavo centenario de la colocación de la primera piedra de su icónica catedral. 800 años contemplando de cara y de frente a la historia de España, apoyada siempre en esas trabajadas piedras que han servido para perpetuarse en el tiempo y en la memoria de nuestra historia patria y de religión, que siempre contó con arquitectos e imagineros de primera línea en cuanto a grandiosidad y al mayor respeto para la concentración y oración personal y general, dando una exclusiva y principalísima relación de conversación íntima por parte de creyentes y admiradores que se han quedado boquiabiertos con los diversos estilos que han tenido nuestros templos y catedrales por todas las regiones, comunidades y ciudades de nuestra querida Europa, que siempre han tenido ese referente de rigor, de estilo y de sólida personalidad.
El 20 de julio de 2021 se dio por comenzada la programación oficial del VIII Centenario de la Catedral con un concierto de campanas que llenaron de sonidos solemnes todos los rincones de la famosa plaza y de la ciudad entera. En dicha fecha de 1221, el obispo Mauricio y el rey San Fernando pusieron la primera piedra de la Catedral que iba a ser el icono general del gótico español, caracterizado por la esbeltez y la claridad (que tanto contrastaba con la oscuridad y pesadez del románico, nada despreciable por otra parte). Todo lo que vino después (renacimiento, plateresco, barroco, rococó, neoclásico…) ha servido para dar permanente actualidad al gótico integrado abierto y grandilocuente que fue ganando en belleza superando los diversos tiempos y tendencias. Cada época aportaba su sensibilidad artística y modo de entender la piedad (a veces como algo inalcanzable por el pueblo), pero siempre insistiendo en que la espiritualidad, en su incansable acercamiento al misterio divino, ha llevado a tener en los templos y en las calles una realidad palpable de la cercanía a la forma de hacer religiosa del pueblo y la aproximación a todo lo divino haciendo comprensible una fe que se ha hecho cultura concentrando todas las artes y todos los oficios: rejería, escultura, tapices, platería, gran archivo de partituras musicales contemplando cualquier momento del año litúrgico o celebrativo de reconocidos santos, estudiosos y compositores de gran espiritualidad.
En 1984, la Catedral de Burgos fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (es la única catedral hispana que ostenta este título por sí misma y no por la ciudad en la que se edifica). Aquí no hay que perderse detalle: desde el diseño externo puede contemplarse una auténtica catequesis en forma de nave, simbolizando la barca de la Iglesia que va surcando los mares y las dificultades del mundo. En lo más alto, el cimborrio representa al capitán de la nave, Jesucristo, que va abriendo paso hacia el oriente, el lugar donde nace la luz. Y a los pies se yerguen sus dos famosas torres paralelas representando las velas del velero, teniendo en el mástil a San Pedro y a San Pablo, las columnas de la Iglesia, que vigilan y orientan. Y la Virgen María, a cuya advocación se dedica, acompañando el caminar de la Iglesia. Burgos está al borde del Camino de Santiago y es una de las principales referencias, mostrando como señas de identidad sus agujas góticas que también son muestras y referencias de los peregrinos y custodia del Jubileo, ya con la vitalidad de 800 años. En la ciudad también está la tumba y el monumento del Cid, otra identidad representativa. En las expediciones de caminantes, Burgos se recorre asimismo en el regreso como continuando las penas y ofreciendo las dificultades de su trayecto, ya con su ganado jubileo.
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