Hay una moda últimamente en todos los barrios de la ciudad que me choca bastante y es la de convertir un local comercial en una casa. Los hay a patadas. Lo que antes era Toldos Ramón o Mercería Maribel, de la noche al día se convierte en una casa o en un apartamento de esos de pago, cien euros la noche, que compiten con los hoteles y que están llenos, sobre todo, de gente joven. Pero estás en plena ciudad, ahí es “ná”.
Yo no voy a entrar en si está bien o mal, pero no puedo entender que lo que antes era una tienda de motos, después un Todo a cien o una churrería, ahora se convierta en una especie de casa, o lo que sea. Porque a ver, las cristaleras del escaparate siguen intactas, sí es cierto que les meten unas cortinas por donde no pasa la luz solar y Drácula tendría todo tipo de protección, pero a ver, no deja de ser una tienda de motos. No voy a incidir en la moda de gimnasios, antes Alpargatería Paquita, pero bueno, que uno se hace viejo y aprovecha para pedir a Barcala “patinetes para la tercera edad” a ver si me llega alguno, que no digo que yo sepa controlar ese artilugio, que uno es torpe en equilibrio, pero para la foto de Facebook o Instagram siempre viene bien: para Telegram no, que dice el gobierno que lo va a cerrar por no sé qué rollos de vídeos con derechos de autor y chorradas, como si en las demás redes sociales no se hiciera. Quizá haya gato político escondido, o vete a saber, en este gobierno que debería ir a los colegios a explicar que supuestamente mentir es cambiar de opinión o lo que sea. Educación de valores.
Y hablando de colegios, institutos y cosas parecidas, el otro día me cruzo con dos chicas que salían de clase e iban hablando por la calle. Transcribo tal cual: “el p*to Óscar, me voy a cagar en sus muertos, en que no se p*to callaba en el p*to examen”. Esto es como en la Ruleta de la fortuna de Antena 3 y su letra oculta (*) es una vocal muuuuuuuuuuuuuuy fácil de acertar.
Pues la peña habla así, de ese modo, cuatro palabrotas en un momento, pero que da igual, que ya es un todo vale, que estamos en una época donde nadie sabe lo que es el conjunto vacío, o la intersección, o la unión, porque ya no se da en los colegios, porque como se aprueba por sistema, pues qué más da. Ya no existe eso de esforzarse, eso de memorizar. Bueno sí, el día 8 fue el Día de la mujer, todo a pintarlo de violeta y al día siguiente, el 9, el día de la tortilla, todo a pintarlo de huevo.
Por cierto, y hablando de tortillas y hay que tener huevos, que en La Marjal, pedazo de parque para excursiones, se les ha olvidado poner un baño. Que no hay, que para los patos está muy bien, para las aves, para la naturaleza también, pero que si te vas de excursión con más de cien niños y niñas, no hay baño. Que te toca irte a un bar o, bueno, lo de siempre, lo natural, a mear entre las plantas. Si es que no hay otra; te vas cinco horas de excursión y todo es muy bonito pero, ¿dónde se asea uno o una? Barcala, aseos para todas las edades en los parques para niñas y niños que todo está muy bien pero que no, y diré más, me gusta mucho Sergio Dalma y, en ocasiones, cuando entro a un baño me acuerdo de aquello de “bailar meando sí es bailar”, porque hay dispositivos que como no te muevas mientras mingitas (micciones) pues se te apaga la luz y ya la has liado y si, en lugar de miccionar, has de… pues a ver, dale a tu cuerpo alegría Macarena, Locomíiiiiia. Que los de mi edad lo están leyendo con el tono de la canción como debe ser.
Y llegó el Domingo de Ramos, ese día que yo veía con mi palma reluciente desde Campoamor el paso de Jesús en el borriquito y había que estrenar algo, normalmente rebecas, o uno que estaba regordete tirantes, y luego al Panteón de Quijano a hacerse fotos con la cámara Kodak, que era negra y de plástico y que no te daba la opción de repetir como ahora los móviles. Y la emoción de ver cómo salían en papel fotográfico no te la quitaba nadie. No como ahora que nadie revela fotos y tienes doce mil en el móvil, doce mil que no ves, pero bueno que le echas una hasta al plato de aceitunas en el restaurante. Antes sí, antes ibas a gastar una foto en unas patatas fritas con queso, pues ¿no ves que no que sólo eran 24 o 36 fotos?.
Momento Semana Santa. (Para los que no crean que lean ya al final de la poesía). Uno es que es de la Misericordia, del Cristo del Gran Poder y de la Virgen de la Esperanza Coronada. Y es un buen momento para dedicarle unas palabras a la Virgen.
Corona de espinas Suelta eso Señora, que te vas a hacer daño, que no son espinas de una rosa, que son sangre de calvario, cuán profunda herida dolorosa, la que baña y, al fin, salva nuestro sudario. Mundo vacío, pozo iluminado de quebranto, almas que no saben ni hacia qué lado están mirando. Suelta eso Señora, que te vas a hacer daño, que son las piedras de nuestro pecado, hendidas en cruel tormento, terrible espanto, cruces que sobre otros hombros cargamos, lágrimas son la voz de tu canto. Pastos de fe arrasados, buscamos olas donde tan solo hay charcos, el viento ya no sopla hacia ningún lado, el sol proyecta sombras perdido, confuso, desesperado. Suelta eso Señora, que te vas a hacer daño, que es la sombra de cobarde rebaño, corona de espinas, lanza sobre el costado, pasión, muerte y milagro. Subir cuestas hacia abajo, la ley del necesitado, encontrar a quien te eche una mano, quimérico sueño, gesto inesperado. Cimientos de invierno de corazones helados, grita el otoño sus raíces de culpa, germina la primavera campos de pies desorientados y descalzos. Quizá ese verano, y a pesar de todo, el calor, sea humano. Cerramos puertas, cerramos ventanas, pero soplamos la vela, con la esperanza de que al partir la noche nos ilumine la luz de cada mañana. Momento de silencio, respeto, oración y acompaño, procesión de escalera al cielo, escalera sin peldaño, pero suelta eso Señora, que te vas a hacer daño. Bruno Francés Giménez. Derechos de autor.
Fin momento Semana Santa.
Y ya llegaron de fuera y la ciudad se llenó de gente, y los edificios se llenan de movimientos de maletas, de ir y venir y de algo que para mí siempre me ha resultado muy curioso que son los carros.
Toda comunidad tiene su carro de esos que cuando llegas cargado lo utilizas para llenarlo y subirlo por el ascensor hasta la puerta de tu casa (bueno, yo como tengo claustrofobia siempre subo andando). Y digo yo, ¿quién coge esos carros? Recuerdo en mis años mozos que el día de Santa Faz la peña se dedicaba a saquear los de Carrefour, entonces Pryca, quizá Hiper para los de mi edad, porque la gente es así de irrespetuosa, y te los veías haciendo el tonto y luego abandonándolos por la carretera de mala manera. Ahora están en las mismas urbanizaciones que yo siempre me he preguntado: ¿cómo tal o cuál carro, con su publicidad de tal o cual sitio, llega a una urbanización y se queda allí? Programa para Cuarto Milenio: Carreando.
Y fui a ver el concierto de Danza Invisible a los Jardines de Abril, un lugar lleno de magia en sí misma y Sabor de amor para la nostalgia, una actuación de un grupo que se retira, que lleva en escena 42 años y que su cantante, Javier Ojeda, no descansó ni un momento de moverse y de derrochar simpatía y empatía con todo el mundo sosteniendo la misma voz impecable como si uno estuviera escuchando un disco y no un directo.
Lo dicho, espero que hayan estrenado algo, aunque sea una sonrisa y que hayan disfrutado de la Semana Santa, se sea creyente o no.
Recomendación literaria: En agosto nos vemos de Gabriel García Márquez (mi autor favorito).
Sin aliento, de Danza Invisible, nobleza obliga, mi recomendación acústica.
En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.
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