El rey Carlos I, el hombre que dejó una profunda huella durante su reinado con un imperio que se extendía por Europa y América, y donde no podemos pasar por alto que, en el Sacro Imperio Romano Germánico, fue también coronado como Carlos V y su legado de esplendor nos tiene que dignificar cuando pronunciamos la palabra España.
Nació el 24 de febrero de 1500 en Gante, y siempre gracias a sus fabulosos abuelos los Reyes Católicos fue heredero de España, Países Bajos, una parte de Italia y las colonias en el Nuevo Mundo americano. Se coronó rey en 1516 y emperador en el 1519 por sus lazos con su abuelo Maximiliano I.
Carlos V gobernó en un período de profundos cambios sociales, políticos y religiosos, véase la Reforma Protestante de Martín Lutero, que fue el detonante para dividir y enfrentar a Europa entre católicos y protestantes. Como principal bastión de la cristiandad, Carlos I protagonizó constantes luchas contra franceses, otomanos y emergentes protestantes.
Carlos demostró ser un hombre de gustos simples y peculiares. Se cuenta que, durante sus campañas militares, prefería dormir en una tienda modesta en lugar de los lujosos palacios que estaban a su disposición, con una fijación obsesiva por la limpieza, bañándose con agua caliente incluso en medio de campos de batalla, lo que sus contemporáneos encontraban extraño.
Quedó muy impresionado al conocer al ermitaño franciscano fray Francisco de Borja que, siendo un hombre con muchas riquezas, renunció y se abrió a una vida de pobreza y servicio religioso. El rey se hizo mecenas del santo afianzado su personalidad humilde detrás de la corona.
Si nos pronunciamos por la cultura durante el reinado de Carlos IV, asistió al florecimiento del Renacimiento en Europa. Fue un firme defensor de las artes y las letras, facilitando el acceso a su corte de artistas, pensadores y humanistas más destacados del momento, véase a Tiziano, Erasmo de Rotterdam, Juan de la Cruz y Antonio de Nebrija.
Se dice sobre Carlos I que estaba profundamente enamorado de Isabel de Portugal y que, aunque fue un matrimonio arreglado por razones políticas y económicas, nuestro monarca profesaba un verdadero amor y respeto por su esposa y que cuando ella falleció, en 1539, quedó desolado. Cuentan que llevó hasta el día de su muerte una pequeña caja con los cabellos de su amada.
Abdicó en 1556 en favor de su hijo Felipe II, retirándose al monasterio de Yuste (Cáceres) y muriendo posteriormente, en 1558, dejando un imperio digno de recordar.
Jorge, me alegra que vuelvas a tus temas históricos de gran alcance. Sobre Carlos I y Francisco de Borja (también ligado con Felipe II) tenemos que hablar cuando nos veamos. Un abrazo.
Por supuesto maestro, cuando baje a alicante, unos días antes le llamo y nos vemos en la APPA.