Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Capilano

Hospital. Fotografía: Martha Domínguez de Gouveia (Fuente: Unsplash).

Esta semana ha sido convulsa en lo que a mi salud se refiere. Me he pasado tanto tiempo entre hospitales y ambulatorios que me habría ganado con todos los honores alguna bata de esas verdes o azules o lilas que llevan, un estetoscopio y algún título rollo especialista en estar en las salas de urgencias. De todos modos, si con toda la sangre que tienen mía ya formo parte, de alguna manera, del universo médico, pues algo así como Master Chef pero en plan Urgencias Chef, que me den la bata de regalo. Mi número ha aparecido tantas veces en la pantalla que hay gente que ha cantado bingo. Consulta de enfermería, consulta 1, consulta 2, consulta 3, consulta de enfermería de nuevo, radiología, consulta de enfermería otra vez, si es que al final uno se siente hasta famoso de ver su código aparecer en prime time en todas las televisiones de Urgencias. En fin que o te lo tomas con humor o pierdes la paciencia de estar de media unas cinco horas y media esperando. El trato de los profesionales es exquisito, están dotados de paciencia infinita porque allí hay de todo y para todo. Lo dicho, que es sencillo perder la paciencia y los profesionales nunca la pierden, chapeau.

Pero como para gustos colores, pues fui de acompañante al Clínico de San Juan, porque como se ve que tenía mono de hospital y me quedaba un día suelto, pues venga que no decaiga la fiesta.

El trato como siempre exquisito, ahora, hay que llegar. Creo que un examinador de autoescuela mete a un alumno allí dentro y suspende sí o sí. De hecho, creo que hay gente que habrá estado en un tris si las ambulancias que entran tienen que sortear todos los terribles socavones que tiene la entrada al recinto, que no se entiende ese estado de abandono para un lugar donde creo que este año van a poner la etapa dura del París-Dakar. No todos los participantes podrán llegar ni siquiera a la zona de gorrillas, que se ponen en el descampado que da a la carretera porque allí es la ley de la jungla. En fin, lo dicho: Barcala, patinetes para la tercera edad, pero que no circulen por allí, aunque creo que eso es competencia de Elche, realmente no lo tengo claro, así que bueno, de todos modos, tú avísalo por si acaso.

Hospital Universitario de Sant Joan d’Alacant (Fuente: Generalitat Valenciana).

Momento ambulatorio me cuenta una amiga. Lo cuento porque ya que estamos en contexto, pues a contar curiosidades. Llegada a las 8:34 h, le toca el 659, vamos, que tenía casi 100 números delante. La chica iba por urgencias, pero ya en ese ambulatorio de cuyo nombre no quiero acordarme —desconozco si sucede también en el resto— a la ventanilla de Urgencias le ha sucedido lo que a los casetes de gasolinera, ha desaparecido. Todas las citas, al parecer, son igual de urgentes. Yo pondría una cola para urgencias, una para sacar número para recetas (esta creo que descongestionaría una barbaridad al resto) y otra para los que acuden por cuestiones quizá no tan urgentes (sí es difícil valorar la cuestión y habría mucha peña que le echaría morro y se iría a urgencias) pero no, todos al mogollón.

Le tocó, sube a su médico y después de tratarle de forma exquisita le dice “baja y pide cita para el lunes”, y ella responde ante lo que se avecinaba: ¿tengo que sacar otra vez número? ¿No me lo puede dar usted desde aquí in situ? Respuesta: no.

Baja de nuevo al mostrador. 11:15 h, saca el número, 871. Paciencia, que ya queda poco, que van por el 714 y, de haber caído me dice con humor por supuesto, me habría traído algo liviano para leer rollo Las mil y una noches y la obra completa de Delibes y de postre El conde de Montecristo.

Ventanilla 13:08 h. Por favor, me cuenta que describe el momento, que me dice el doctor que me dé cita para el lunes. Respuesta: imposible, ese día lo tiene todo cogido. No hay huecos libres (momento aguantar la respiración y contar hasta 10). Que me ha dicho que bajara y dijera que me dieran cita para el lunes (no le dice que ha bajado hace dos horas porque tampoco el hombre/mujer tiene la culpa). Insiste porque cuando se llega a ese puesto hay que jugar todas las bazas. Es que estaba en la consulta y me ha dicho que bajara y pidiera cita para el lunes. Respuesta: es que el lunes ya lo tiene cogido. Respuesta de mi amiga: ya, pero es que necesito esa cita y me ha enviado el médico. Respuesta profesional: pues o te vienes el lunes y entras a su consulta por urgencias o vienes el lunes a las 9:00 h y si hay un hueco libre, pues entras. Respuesta chica: pero si me ha dicho que ya está todo ocupado, ¿un hueco libre? ¿Pues no me lo puede dar hoy si existe esa posibilidad? Resultado: irá el lunes a ver qué pasa. Ya les contaré.

Y luego uno escucha, le da al coco y reflexiona; sí, uno es profe. Quizá debería replantearse el modo de dar cita a los padres y crear una ventanilla de citas para profes con su número correspondiente, que saquen número y si tienes suerte, pues te atendemos en esa hora que tenemos asignada para tal fin y, si no, de lo contrario, pues no pasa nada, tienes cita para hablar de tu hijo o hija allá para cuando llegue junio, que parece que hay profesiones que no son lo mismo una que otra. No sé, habría que hacérselo mirar. Y plantearse cambios porque es una exageración tirarse tres horas de media en todo lo que suena a sanidad y luego nunca te cogen el teléfono. Bueno, habrá quien sea dichoso, yo ya lo expliqué una vez, a mí nunca me lo han cogido. En fin, compraré lotería a ver si hay más suerte.

Fotografía: Kelvin Balingit (Fuente: Unsplash).

Y ya que me planteo lo de las colas para pedir número y día de tutoría, sigo con el mundo escolar. Si ya la sala de espera de Urgencias es lenta y tortuosa, lo son también algunas reuniones de padres y madres y tutores legales, etc… A ver, y siempre según mi parecer que no deja de ser una mera opinión en plan humorístico, no hay necesidad de que una reunión dure más que un trimestre entero. Yo reconozco que soy de los rápidos. Cuento lo imprescindible del momento.

Cada reunión tiene su temática, su guion, su hoja de ruta, su tiempo aproximado que has de calcular de antemano, más o menos con el margen de error evidentemente porque el turno de preguntas y respuestas es imposible de concretar, y no hay que explicar las cosas que no competen para esa reunión o, por el contrario, se harían innecesariamente eternas con el consiguiente levantamiento, a modo de goteo, de huida como si no hubiera un mañana que entre de día y ya escucho a los lobos maullar.

Entiendo que las personas que acuden, por el llamamiento pertinente del profesor o profesora, tutor o tutora, tienen vida propia, que no necesitan vivir la experiencia de un Gran Hermano en el aula y que si se aburren pues desconectan, normal, y si ya empiezan a mirar el móvil o el reloj ya has perdido la batalla, y si ya lo miras tú ni te cuento. Que lo bueno si breve, dos veces bueno que diría Gracián.

Por cierto, como ya dije en otro artículo, soy viejo y de la vieja escuela, quizá ahí radique el problema, no uso el Power Point, pero no lo uso porque sinceramente no lo sé montar y, también lo dije, que no se vaya la luz o que tenga fallos el ordenador que todo lo que había pensado leer ya no está y ya tenemos el lío porque toda la información estaba ahí.

Yo admiro a todos esos profesionales que montan una presentación mega estelar, incluso con mando a distancia, yo no sé. Yo no leo en mis reuniones. Ciertamente, los datos y fechas concretas, está claro que sí, si la reunión es informativa es pertinente, pero que lo apunto en la pizarra directamente.

Fotografía: Kenny Eliason (Fuente: Unsplash).

Me siento incapaz de ponerme a leer mientras los padres y madres lo leen al mismo tiempo que yo, nunca he entendido esa dinámica, entre otras cosas porque si está escrito y a la vista de todos y todas doy por sentado que cada cual lee a una velocidad y si lo leo más rápido, a lo mejor alguien aún está por la primera línea o ya ha terminado y entonces no sé si lo están leyendo por ellos mismos, si están escuchando mi lectura, si he de ir más lento, más rápido, me paro, los espero… Y quién no quiera leer que piense que no ha venido a ver una peli con subtítulos —me crea demasiadas dudas  y reconozco que una vez me atreví con una y todavía me asaltaron muchas más—, pero es una técnica que respeto y admiro, que en ocasiones el trabajo de pantalla es ciertamente modélico, llamativo, atractivo y todos los ivos que quieras, pero si leo no veo las caras de los padres y las madres para conectar de modo directo porque están allí sentados empleando su preciado tiempo en escucharte y mirarte de arriba abajo. El tema de cómo acude vestido el profesional al aula da para otro artículo que no voy a caer en mi misma trampa de enrollarme e insisto, que molan mucho los Power Point, el Canva y todas esas aplicaciones. Yo me aplico con la tiza aunque, sí, lo digital es lo que se lleva ahora. También se llevaban las sudaderas Kharu, que mira que molaban. Yo tenía la del oso de colores y una especie de chubasquero azul o gris o de los dos colores a la vez, nunca me quedó claro el tono, como tampoco nunca me han quedado claras las letras de Héroes del Silencio. Ahora están incomprables.

Por cierto he de hablar de un tema controvertido, sí, mucho tiempo en los hospitales, mucha quitada de camisetas. De hecho, me he quitado más veces la camiseta este mes que en todo el verano para ir a la playa (una pregunta, ¿soy el único que destroza el papel ese blanco que ponen en las camillas cuando te piden que te tumbes y con el que se podría lijar una puerta o forjar una espada toledana?)

Y, sí, ahora lo entiendo todo.

Sí. El láser es una opción.

La depilación láser, bueno aún existe el rollo masoca de la cera caliente y el epilady (bueno, creo que es una marca, pero me refiero al aparato que te saca el pelo uno a uno y cuando terminas has de encerrarte en una habitación para que se te calmen los nervios esos que te han puesto a flor de piel sin pelo), pero, definitivamente no, uno no puede llevar dentro al Chewbacca que aparece en los momentos inesperados. No. Decididamente no es necesario hacer pasar al personal médico por ese momento de inspira, espira y he perdido el estetoscopio por ahí dentro de esa mata de pelo que yo llamaría jungla y que si me das permiso me he traído el Bloom y le voy a dar una fumigada que se me llena la consulta de bichos. La respuesta es no.

Que sí, que una cosa es el macho man pelo en pecho, pero con cuidado y con estilo y otro es un safari que ya no es que me agache y me veas la hucha, es que en esa hucha no cabe dinero porque está llena de pelo. Sí, lo sé, la mitad acabáis de vomitar de la imagen, pero es cierta y la estáis reteniendo en la mente. El pantalón culocagao y el calzoncillo que le acompaña en la caída dan para unas floristerías. Sí, y si luego tienes que cuidar la flora intestinal hasta te da para un ramo de rosas.

Que hay que cuidarse por dentro, pero también por fuera que decía un antiguo inspector de la Conselleria, la ética de la estética, que uno ha de saber a dónde va y como decía mi madre, siempre la ropa interior limpia, que nunca se sabe cuándo tienes necesidad de ir al médico. Pues eso, que me llevo gastada una pasta en ropa interior este mes porque como me paso la vida por esos lares, pues que nunca se sabe.

Lo dicho que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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