Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Beacheando

Vivo en la playa de San Juan desde los ocho años, cuando la playa aún era de arena blanca y las máquinas, muchos años después, la sacaban del fondo del mar para hacerle una cirugía estética y, al final, para llegar a la orilla era necesario coger el bus desde la misma acera. Pasamos de tener apenas playa, pero cálida, al desierto lleno de arena oscura y de conchas, con un par de horas de caminata hasta la primera de las olas.

Soy de la época del C1 (que llegaba a El Campello, cuando para llegar a El Campello no era necesario dar la vuelta a la Comunidad Valenciana porque era una línea recta; antes se llega a Murcia), del C2 (que pasaba por el Tobo, en su momento anunciado como el tobogán de agua más largo de Europa), de la D (que pasaba cada media hora y paraba en la Albufereta, cuando se podía bajar por debajo del puente de la misma playa) y de la Finca Ansaldo, de la familia de mi gran amigo Ramón Escolano, que era lo mejor que se podía encontrar para comer. Lugar de famoseo nacional e internacional. Fotos, insisto, de famoseo colgaban de sus paredes. Fotos mágicas y sorprendentes. Sí, eran otros tiempos. Grandes tiempos. Paellas de verdad y con sabor a paella. Y con olor a paella. Gran familia los Escolano.

Tiempos del Voy Voy, del Calígula, del Copity, La escollera, de Il Paradiso, donde disfruté de un concierto de Radio Futura, con La canción de Juan Perro, pero donde no había aire acondicionado (dicen que a propósito, no lo sé) y la gente consumía líquido, o lo que fuera, mientras sonaba el tema 37 grados. Aunque había muchos más allí dentro y te robaban el macarrón del depósito de la Puch Condor III, que era un plástico que unía el depósito de la gasolina con el carburador en la época de las Derby, las Vespino, las Rieju, las Yamaha, las Vespa y alguna que otra más. El Va Bene, Factory (El Chinchorro) con sus dos láseres surcando el cielo. Y diré más para los frikis de esa época, había una disco donde ahora hay un «chino» que se llamaba Le Palais Disco Láser, pero eso ya son palabras mayores. Yo entonces, aún era muy chico. Pero eso ya quedó atrás. En una lejana galaxia. Ahora todo es BEACH.

Uno ya no reside en la playa de San Juan, uno reside en la beach San Juan o, en su defecto del B2 (para mí siempre será un permiso de conducción), en San Juan beach (soy de francés). Así de sencillo. Y al inglés, como en sus volantes de auto, hay que darle la vuelta.

La Playa de San Juan en 1972 (Fuente: Alicante Vivo).

Fontana tenía una bolera y arriba había restaurantes, sitios de comida y cena y el Telepizza que está (y sigue estando) en todos lados. Luego llegó el Garden que, sin tener bolera, tenía el Peret (lo sigue teniendo), el Delicatessen, el Popeye y tenía, del mismo modo, restaurantes y lugares donde tapear. Pero no eran beach.

Contexto: paseo de playa, julio de 2023, sábado por la tarde. De repente, aparece sobre la arena una torre socorrista con más colorido que el vestuario de la Barbie y en letras mayúsculas San Juan Beach. ¿San Juan Beach? ¡Noooo! ¡Playa de San Juan! Que no me imagino yendo a Inglaterra o a cualquier lugar de habla anglosajona donde aparezca la palabra PLAYA. Sin embargo uno o una se da un paseo por la playa de San Juan y la palabra beach aparece en la mitad de los locales de comida, bebida o lo que sea. Y si no, vayan contando mientras se dan un garbeo por esa preciosa playa que tenemos. Una de muchas, por supuesto (of course para los que ya sólo saben entender el inglés).

Recuerdo cuando, supuestamente, daban ayudas a los locales que ponían su nombre en valenciano y, de repente, todos los restaurantes, locales y comercios llevaban lo del nou, lo del ca y cualquier combinación con tal de sacarse beneficio por emprar la llengua valenciana, ara no, ara tot és beach. Que en el fondo no queda mal, pero se echa en falta algún nombre en castellano, que luego te llega Ale-Hop, que no sabes qué idioma es, saca la vaca, y se te rompen los esquemas. Pero que siempre está abierto y lleno y uno se alegra de que el comercio triunfe en estos tiempos tan difíciles.

Beach. Me suena a bicho. Creo que los puestos de socorristas, que molan mucho y que el rollo Vigilantes de la playa es muy mediático y son todos y todas muy jóvenes y guapos y guapas, quizá debieran apostar por el idioma patrio. Pero eso es porque, quizá, uno ya es viejo en edad y letras, pero que no dejan de ser puestos de aquí, que los extranjeros no van a tener problema en encontrarlos. Que no sé el nivel de inglés de los/las socorristas pero que, ¡vaya!, existen más idiomas. Que Alicante y sus playas no sólo se nutren de un turismo en concreto, que es universal. Que tiramos del inglés porque está en las instrucciones de todos los prospectos y electrodomésticos y que parece que queremos igualarnos a las pelis de Miami Vice, porque la tele vende mucho y el Ferrari blanco de «Sonny» Crockett, más (todos rojos menos ese especial por la serie y dicen que costó convencer a la carrocería).

Y como ya hemos puesto la zona de deportes, pues que solo falta el rollo Top Gun con cuerpos esculturales y cosas parecidas y un montón de pelotas coloridas surcando el cielo y gente sudorosa saltando sonriente con el sol de fondo para los selfis del Facebook, Instagram u otra red social. Imaginen cualquier banda sonora de los 80 (Joe Cocker no es Maluma, pero moléstense en escucharlo. Buffff, va, de los 90 por no arriesgar a la edad del lector o lectora). Y ya tienen la postal del verano beach.

Luego vamos y mandamos a los puestos de jipis a la otra punta de la playa rompiendo una tradición de toda la vida y con el cabreo de muchos de los vendedores que se sienten estafados. Normal. Pero es que parece que todo siempre es a disgusto de todo el profesional autónomo. ¿Existe esa persona que decide hacer lo contrario a lo que la lógica y el sentido común argumentan sin complicación? Sí, al parecer, supuestamente, se llama polítc@.

Aún no sabemos dónde La Caixa desplegará su circo playero para complicar más la circulación y el aparcamiento en la zona, aunque siempre pueden dejar el coche en el parquin de algún centro comercial e ir en Tram, porque como en los barrios no se puede aparcar… Siempre se puede utilizar el carril bici, que para eso está. Lo dije ya en otro artículo. Patinete hasta para la tercera edad. Luego hay políticos y políticas que acuden en bici a actos, pero custodiados con coches escolta. La tontería es infinita pero creo que ya todo vale en un país en el que nadie se queja de nada. Estupidez sostenible. Sostenemos la estupidez, diría yo.

Recuerdo que en casa se usaba el Bloom, un matamoscas como otro cualquiera, que está el Raid y un montón más. Pues en casa se usaba ese. Otros lo llamaban «flis», pero que eso de «flis» a mí me sonaba ya como a fracaso, por lo del nombre contra el mosquito. Mosquito versus «flis»; es como ver Juego de Tronos y que al Momoa, Khal Drogo, lo llamasen Paquito (con todos mis respetos para los Paquitos, por cierto, buen nombre para un local de comida en la localidad)… Pues como que no. Pues por eso, que estamos ante una plaga de beach(os) con todas sus consecuencias y que, por supuesto, seguiremos acudiendo a dichos locales, cuya calidad será extraordinaria y el servicio exquisito, pero que no deja de llamar la atención que sean pocos los que se oferten con nombres más de aquí.

Que hay que atraer al turismo, de acuerdo; que hay que llamar la atención del foráneo, bien; pero que uno echa de menos algo más de tradición lingüística en una playa en la que lleva toda la vida y que, salvo algunos casos puntuales que no nombro por no hacer publicidad, otras franquicias que lo copan casi todo se sirven del inglés, que no de otros idiomas, insisto, para un turismo plural y universal que nutre nuestras playas. Nunca hubo un plus para los locales con nombre en castellano. Es lo que hay.

En fin, que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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