Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Basureando

El concejal Manuel Villar presentando los contenedores marrones para basura orgánica (Ayuntamiento de Alicante).

Uno siempre se da el paseo del abuelo, eso lo atribuyo a dar un paseo después de comer a ritmo lento e ir fijándome en las cosas que suceden alrededor. Lo suelo hacer para bajar la comida y todo ese rollo. Pues total, que voy paseando y paso por la iglesia de la playa de San Juan y a la Virgen le faltaba un brazo. La figura de una Virgen María que tienen fuera de la iglesia, en una especie de jardín, tenía seccionada la mano derecha. Voy y pregunto al cura que, casualmente, estaba por allí, porque la iglesia estaba a punto de comenzar la misa, y me cuenta que unos vándalos se habían colado la noche anterior, habían cogido la imagen de la Virgen, la habían tirado al suelo y pretendían pegarle fuego. Así como suena, pero que, gracias a Dios, habían alertado, imagino que unos vecinos, y no habían podido prenderla, sin embargo, se llevaron la mano derecha de la imagen.

Y uno se queda a pensar en qué momento puede suceder tal acto, qué lleva a X personas a saltarse la valla de una iglesia, a coger la imagen de una Virgen y de tratar de prenderle fuego. Ahí, en medio de la playa, evidentemente a la vista de los vecinos. Pero ¿para qué? ¿Con qué fin? Uno puede ser creyente o no, pero nada justifica tal acto.

Y hablando de basura, tampoco logro entender ese contenedor que necesita un código para poder tirarla. Tiene hasta una imagen QR, una de esas cosas que parecen un Tetris desenfocado, para poder abrirlo y echar dentro los residuos. A ver, no nos vengamos arriba, no deja de ser basura, con código, pues vale, pero creo que nos estamos pasando de estupideces. Al lado de mi casa hay un montón de contenedores para casi todo. Bueno, eliminaron el del aceite. Pero para casi todo. Y uno cerrado bajo llave. A veces, todos están a rebosar, de hecho, a veces, no se puede echar nada dentro y toca dejarlo a pies del contenedor; pero hay uno que no, el del código, el de la basura especial. El mundo se nos va de las manos.

Paseo por la calle y veo a adolescentes un domingo a las once de la mañana con jarras de cerveza llenas que, evidentemente, han chorizado de un lugar de comida rápida. No pasarán de los 16 años, con dos pintas; no ya que es alcohol a las once, que también, sino que se han llevado jarras que no son suyas. ¿Valores de esas personas? Ninguno.

Realizado por la IA de ChatGPT.

Te paseas por el centro, o por donde sea, y no dejas de ver a personas sacándose selfies, los y las influencers lo petan. Es el mundo digital. Las redes sociales son el futuro. La peña gana pasta por hacer publicidad de gafas, de zapatillas, de pantalones, de ir a comer aquí o allí. Son todos guapísimos y guapísimas. Pero ya no existe el mundo del no móvil, hasta la gente que pide en la calle tiene móvil con conexión a internet, guasap, y yo me pregunto, ¿cómo pagan esa cuenta y siguen pidiendo? ¿Dónde conectan el móvil para tener cobertura? Si están en la calle y tienen redes sociales y conocen a tantas personas, ¿por qué razón no les ayudan?

El mundo está girando en cien mil direcciones y nada es lo que parece. Gira tanto que por inventar, que no quede. Que el 11 de noviembre fue el Día del soltero, el single day, vamos, que antes la peña que no tenía pareja no tenía nada que  hacer ni celebrar, pero es que ahora se celebra todo. Vamos, que a uno no se le deja tranquilo si quiere vivir en paz consigo mismo. Que hoy, ahora, parece que hay que estar obligado a algo, que la libertad en el fondo, y al fin, entiendo, que es un falso rol esclavista de una libertad inventada y creada por alguien para hacerte creer que todo va bien y que, en el fondo, tú eliges tu propio destino y todo eso. Luego te mandan al psicólogo, o a hacer yoga, o a hacer pilates como solución a casi todo.

Es que a día de hoy, o tienes un virus o tienes estrés y la medicina contra eso poco puede hacer, Dalsy, ibuprofeno o a hacer ejercicio para aliviar la tensión. Pero claro, luego te pones a elegir para ponerte en forma y crossfit es lo más normal que puedes elegir, porque ya no sabes qué antiguo garaje transformado en  gimnasio elegir, que el bajo que no es una casa para alquilar, lo es de boxeo y ya, como que te pierdes entre tanta lingüística que de nombres en castellano, poco.

Y recuerdas cuando de niño paseabas por el barrio y había jugueterías, librerías, papelerías, incluso discos Pony en Jaime Segarra, que vendían calkitos. Y un par de locales más allá, el local Zipi y Zape que vendía el álbum de Orzowei y el de Ulises y Telémaco con los Danone y de Panini las estampas del fútbol para cambiar en el cole si eran repes. Y ves a la peña de entonces, a tus propios compañeros de clase, en el mismo barrio, y piensas que el tiempo por ti no ha pasado, que sólo ha pasado por ellos, por todas esas personas que crecieron a tu lado. Y la vida te da un tortazo de realidad y te pone en tu lugar y te recuerda que el rock and roll mola, pero que las arrugas y el pilates te devuelven al mundo real, y no sólo por lo que cuesta cada clase, sino porque hay personas que no hemos nacido para ese tipo de enseñanza. Larga vida al rock como excusa para los dinosaurios, que es más fácil partirnos que doblarnos. Una época donde no existían patinetes eléctricos. (Barcala, patinetes para la tercera edad).

Canción: Manuel, Raquel, de Tam Tam Go

Lectura: Dios. La ciencia. Las pruebas, de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies.

En fin, que ustedes lo lean, lo pasen y  lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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