¿Acaso puede un triunfo ser indignante? El triunfo, la victoria, el logro de un objetivo, ya sea deportivo o de cualquier índole, nunca es motivo de indignación, o no debería serlo. Por contra debería ser motivo de satisfacción, de concordia y de congratulación. Lo sucedido este pasado domingo en el Rico Pérez, entre el Hércules y el equipo filial del Mallorca, al margen de un espectáculo deportivo, es prácticamente un estudio sociológico sobre el comportamiento de las masas o los colectivos ante determinadas situaciones.
En esta vida, lo que unas veces o en determinadas circunstancias podría provocar indignación o rabia, la misma cosa provoca hilaridad, gracia, choteo o simplemente ni se toma en serio.
Ahora, cuando ya no hace falta para casi nada, si acaso para aquello de jugar la Copa del Rey, va el Hércules y gana a domicilio al Atco. Baleares, más este fin de semana, gana al Mallorca B, por cuatro tantos a cero. Lo más chocante, paradójico o inusual, es que los cuatro goles llegaron en la primera parte, uno detrás de otro, una celebración se iba sumando con la siguiente y aquello no terminábamos de creerlo. Por si faltaba algo, tres de los cuatro goles los marcó Berrocal, un jugador que en toda la temporada sólo había marcado dos, pero en media hora le bastó para hacer tres.
¡Qué cosas más raras pasan!
Naturalmente la gente lo tomó a chufla, a pitorreo, a guasa. Unos decían: «A buenas horas»; otros: «¿Esto qué es, por qué queréis renovar?». Otros no creían lo que veían. Otros aplaudían y daban vítores y proferían oles, irónicos y cínicos.
Tal fue el caso que, cuando aún no se llevaba disputado un cuarto de hora, llegaron tarde dos chicos jóvenes, y al entrar y ver el marcador en aquel momento con dos goles a favor, se tuvieron que pasar la mano por los ojos, para dar crédito a lo que estaban viendo. Como diría el clásico, Alfredo Amestoy, desconocido a día de hoy para la mayoría: «Vivir para ver».
Ahora la pregunta del millón sería si, de haber sido un partido a vida o muerte, donde la victoria hubiera decidido, jugar o no jugar el Play-Off de ascenso a Segunda División A, el Hércules hubiera ganado con tal suficiencia o la hubiera pifiado, como en tantas otras ocasiones.
Cuando hubo que estar a la altura no se estuvo, y cuando ya no hace falta para nada, jugamos de forma notable.
Sólo soy periodista. Pero cómo me gustaría que algún profesional cualificado, psicólogo o sociólogo fuera capaz de explicarme las reacciones humanas y el comportamiento social, de lo sucedido el domingo en el Rico Pérez. Y por supuesto, no solamente en el terreno de juego, sino casi más de los comportamientos del grupo humano en las gradas de un campo de fútbol.
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