Hace ahora dos semanas el Hércules venció de milagro, inesperadamente y de forma agónica al Peralada. El pueblo, queremos decir la afición, pese al triunfo, dadas las malas sensaciones y el pobre espectáculo, terminó por pedir la destitución del entrenador, de tal forma que sonó la ya consabida cantinela del «Fulano vete ya», en este caso Siviero. Tras el cese del pobre entrenador argentino, que tan poca huella ha dejado, se fichó a un hombre de carácter, Claudio Barragán, a las primeras de cambio un empate en Formentera, y a las segundas de cambio, primer partido en casa, más de lo mismo.
Falta de ajuste, falta de profundidad, falta de ánimo y, lo que es peor, falta de liderazgo, nadie puede o nadie está capacitado para asumir galones. Ganamos por la mínima, al segundo por la cola, en el tiempo de descuento, cuando muchos ya habían abandonado el campo, y cuando el autor del gol ni se lo creía, y los que permanecíamos en el estadio tampoco.
La grada no tiene argumentos para tan solo después de quince días, decir «Claudio vete ya»: acaba de llegar, no tiene mayor culpa, no tiene arte ni parte, y es entones cuando hay que buscar un nuevo culpable, una nueva cabeza de turco. El pueblo es insaciable. Vayamos pues al que en mayor o menor medida confeccionó el equipo. Si dijimos, «Siviero vete ya», y lo echaron, digamos entonces, «Portillo vete ya», en alusión al secretario técnico del Hércules. El que fichó, el que trajo jugadores, el que articuló, el equipo, o al menos el que asume esa responsabilidad o esa faceta, cara a la galería.
No diremos desde aquí que la afición, que es soberana, esté equivocada o confundida, pero sí al menos, que esta petición, es más complicada que la primera. Echar a Siviero era relativamente fácil. A fin de cuentas, dinero. Uno se va y pongo a otro. Pero como pedir, que se vaya de la finca el hijo del dueño de la finca…Como pedir que se vaya de la fábrica el hijo del dueño de la fábrica.. Juan Carlos Ramírez, será el presidente del Hércules, pero Enrique Ortiz, sigue siendo Enrique Ortiz y Javier Portillo es su yerno, el marido de su hija, el padre de los nietos de Ortiz.
Difícil lo tiene Ramírez y el propio Ortiz, si el mismísimo Portillo no da un paso al frente, como en su época de jugador, y decide irse él por su voluntad, porque lo de echarle, eso es harina de otro costado.
Y por cierto, desde esta redacción pensamos que se puede ser más listo o menos, más avispado o menos, pero seguramente Portillo dispuso de un presupuesto para confeccionar el equipo, y trajo jugadores de valía y contrastada clase en función de ese presupuesto. Por trivializar el asunto, es como si nos dan sesenta mil euros y nos piden que compremos el mejor piso que podamos en Alicante. Probablemente nuestra intención sea adquirir uno en Alfonso el Sabio, o en Maisonnave, o en la Explanada, pero al final igual terminamos cogiendo algo aceptable en el Barrio de los Ángeles, en San Agustín, o por la Virgen del Remedio.
Es una evidencia que este Hércules está capacitado para andar, no más allá de mitad de la tabla y sufrir, y es palmario que si algo más quiere, como ya apuntamos, será a base de traer cuatro o cinco revulsivos en el mercado de invierno que marquen la diferencia. Sobre todo de efectivos que tengan gol, y eso se arregla, como casi todo en esta vida, con dinero, como lo del piso en Maisonnave. Lo demás son zarandajas, llantos y lamentaciones. Y a partir de ahí, cada uno puede llorar lo que quiera y el Estadio Rico Pérez, puede convertirse cada quince días en un foro de peticiones. ¿Por qué no?; Siviero vete ya. Portillo vete ya. Claudio vete ya. Ramírez vete ya. Ortiz vete ya. E incluso por pedir que no quede. ¿Por qué no? ECHÁVARRI VETE YA.
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