Cada día se está poniendo un poco más difícil, bien en coche, bien a pie, subir la cuesta del Altozano para acudir al Rico Pérez. Ser del Hércules, ya no es como ser aficionado de uno u otro equipo, lo de ser del Hércules es algo así como un ejercicio de fe, un acto casi espiritual que va mucho más allá.
Ayer Hércules 1 – Cornellá 1
Nuevo empate pero nueva decepción y disgusto. El tanto catalán llegó en el minuto 90 de la segunda parte, ya casi en el descuento. Esto no dejaría de ser anecdótico si no fuera porque es la tercera vez en lo que va de mes que el equipo se desangra de la misma forma, o lo que es lo mismo, se han dejado escapar unos cuantos puntos.
Este domingo en un partido vulgar, con una mejor segunda parte y con cierta aportación positiva de los nuevos fichajes, el Hércules controló a un rival poco ambicioso pero al que le sobraba oficio, maneras y se asentó muy bien en el terreno de juego. Aún así, les hicimos el gol faltando 20 minutos, pero algo falla, en vez de rematar al equipo contrario con otro tiro de gracia, o bien contemporizar hasta el final, parando, mandando y templando, al equipo le entran mil nervios, tiemblan las piernas y llega el maleficio que nos persigue, llega el empate, cuando más daño hace, donde más duele. Es como tener ya un dinero en tu bolsillo y a última hora te lo vuelven a quitar. ES EL MALEFICIO HERCULANO.
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