Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Ana y los lobos

Fuente: Perfil en YouTube de RTVE Noticias.

Ana, la Ana de España, ya no está sola. Lo ha proclamado ella a los cuatro vientos nada más salir de una clínica de EE. UU. con un bebé recién nacido en brazos. A partir de ahora ya nunca más estaré sola, fueron sus palabras exactas. De eso, parece, se trata. De no estar solos. Lo demás, la mujer alquilada nueve meses, el propio bebé, el vender una exclusiva para rellenar el hueco, como que importa menos.

La modernidad, o la posmodernidad, que ya no se aclara uno, era al parecer también esto. Poder ser madre a los 68 años (¿o son 71?) cuando antes ya se ha sido casi todo. Todo se compra y todo se vende. Sin límites. Absolutamente todo puede ser mercadeado en la plaza pública donde las reglas parecen hechas más para permitir que para regular, más como escaparate que como fondo de armario. Y donde las palabras —maternidad subrogada— dicen una cosa, pero deberían decir otra —vientres de alquiler—, donde un supuesto y falsario altruismo de conveniencia sirve para encubrir el tráfico de seres humanos. 

Fuente: http://www.noalquilesvientres.com/.

Ana ha llenado el hueco dejado por el fallecimiento de un hijo anterior, al modo del viejo refranero: la mejor manera de sacar un clavo es con otro clavo. Lección castiza de sabiduría y de orden primigenio donde reina el desorden. Y aquí, en el país de Ana, andamos preguntándonos por su soledad, por sus años de más, cuando en realidad, quizás, deberíamos andar interrogándonos por toda esa carga de hipocresía que se deja entrever alrededor. El PP, dubitativo, haciéndose el gallego, sin querer enfadar ni a unos ni otros, no vaya a suceder que la partida se juegue en un puñado de votos. El PSOE e IU-Podemos, con el papel cambiado, dándose golpes en el pecho junto a curas y obispos, y como si todo esto —la vida de una bebé comprada en el mercado de las apariencias y las vanidades— no estuviera sucediendo mientras ellos gobiernan. Con sus propias leyes.

Fuente: Perfil @LGB_Madrid en Twitter.

Ana, la otra Ana, la institutriz inglesa de Saura en su película Ana y los lobos, estaba rodeado de seres extraños, de vidas paralelas, de secretos inconfesables, de historias truculentas, todo ello bien visto más o menos como sucede ahora. Entonces, la pregunta, las preguntas, que quizás nos deberíamos hacer: ¿Quién es aquí, en esta historia casi distópica, Ana, quiénes son sus lobos? ¿Por qué tienen que suceder cosas como éstas al límite para que la opinión pública empiece a balbucear? ¿Tiene esto algo que ver con que la protagonista de esta historia sea una mujer, ya que poco o nada sucediera cuando los protagonistas principales fueron otros, Miguel Bosé, Kike Sarasola, Javier Cámara, Miguel Poveda, Jaime Cantizano…? ¿Es solo la edad lo que ha levantado ese rumor de incredulidad, porque nada de esto sucedió cuando otras mujeres famosas —Isabel Pantoja, la baronesa Thyssen— recorrieron similar camino? ¿Por qué hablamos tan a la ligera del derecho a ser madre/padre como si fuera una realidad jurídica a proteger cuando en realidad a lo que nos estamos refiriendo más bien es tan solo al resbaladizo terreno de los deseos?

Pero lo importante, alegrémonos, es que Ana, nuestra querida Ana, ya nunca más estará sola. Lo hemos leído, lo hemos oído. El sombrío y tardío descubrimiento de que la soledad también tenía un precio. Amén.

Pepe López

Periodista.

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  • Cierto. El periodista ha escrito con propiedad. La falsedad suscrita de quienes debieran mantener la cordura, frente a un pueblo cada vez mas ignorante. Ignorancia creciente causada por ejemplos magistrales de ignorancia. En el caso de la señora Obregón, la victima propiciatoria, que todos han olvidado, es la pobre niña, nacida de una madre que no es su madre, con genes que pertenecen a otra mujer y otro hombre, sus padres en realidad, manipulados debidamente para que el ovulo fuera fecundado en el seno de aquel cuerpo, su verdadera madre durante nueve meses. ¿Qué de las emociónes que pueda haber recibido esa niña intrautero? ¿Qué, de las emociones se han podido enraizar en su alma durante esos nueve meses de gestación subrogada? ¿Cuál el impacto de esas emociones una vez en brazos de una madre diferente, que es su madre? Y por otra parte, ¿cómo aquellos que facilitan la posibilidad de abortar, incluso a niñas menores de edad, se rasgan las vestiduras por la concepción de una vida, aunque sea de aquella manera? Incongruencias contradictorias, salidas de una sociedad inculta de conocimientos y de valores. Pero, centrémonos en la niña, por favor.