Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Amnistía, (posiblemente) un camino de rosas y muchas espinas

Pedro Sánchez a su llegada al encuentro con el Consejo Europeo en Granada la semana pasada. Fotografía de Fernando Calvo (Fuente: Moncloa).

En la cuestión de la amnistía por venir hay como un ambiente viscoso que todo lo impregna, que todo lo contamina, que hace que la conversación pública sea más ruido que debate, más insulto que argumento. Los diarios y sus opinólogos, los editoriales están atravesados por este mismo posicionamiento y controversia y casi siempre se expresan para defenderla o criticarla sin matices, raramente para explicarla. Ese es el paisaje y esos los ingredientes con los que habrá que cocinarla: con fuego alto y mucho voltaje.

Para los muy cafeteros de un lado y de otro, para quienes se colocan a un extremo u otro de la raya divisoria, será muy difícil que penetre el discurso matizado, más equidistante si se quiere, que defiende que los avances que acaban consolidándose y produciendo una mejora social y económica casi siempre son aquellos que, básicamente, están basados en los consensos amplios. La hoy denostada Transición quizás fue el mejor de ellos. El éxito del desarrollo del estado autonómico que la siguió posiblemente fue otra de esas historias de éxito, como lo sería el ingreso en la Unión Europea, etc.

Lo otro, el duro espectáculo al que asistimos hoy en día a propósito de la amnistía, serían solo bandazos, las puras consecuencias políticas de la acción física basada en la acción-reacción. Un golpe, un fuerte disparo, siempre tiene una fuerte carga de retroceso para el que hay que estar preparado si no se quiere salir dañado, si no se quieren repetir viejos errores. Esto es, previsiblemente, lo que ocurrirá.

Un ejemplo. El amparo e impulso que el hoy recuperado para la causa socialista expresidente José Luis Rodríguez Zapatero ofreció a un nuevo Estatut de Cataluña, al margen del PP catalán y al margen del PP español, fue posiblemente una de las razones que trajeron las consecuencias de todos conocidas. A Zapatero (”Apoyarédijo en un mitin en Cataluña ante Pascual Maragall— lo que vosotros aprobéis en Cataluña”) le permitió gobernar, como ahora podría permitirle a Pedro Sánchez seguir gobernando. ¿Es lícito pensar que todo lo que vino después, con el procés como punto álgido de aquel periodo, tiene en parte causa en aquella promesa inicial y personal de Zapatero? ¿Algún parecido con la realidad actual?

Izda.: el expresidente Zapatero (Fuente: Moncloa). Dcha.: Pasqual Maragall (Fuente: Ayuntamiento Barcelona).

Claro que el PP fue el culpable directo de lo sucedido, la causa directa de todos los males, con su recogida de firmas contra Cataluña, con su recurso al Tribunal Constitucional tras haber sido votado por los propios ciudadanos de Cataluña, pero la semilla de todo aquel dislate quizás estuvo en aquel disenso inicial impulsado personalmente por Zapatero. Eso, raramente se relata, se reconoce. Es más fácil, más cómodo, cargar toda la responsabilidad en el enemigo político, en el que está al otro lado del espejo.

Ninguna otra reforma de ningún otro Estatuto —y se hicieron muchas por aquellas fechas— se hizo sin contar con el Partido Popular, entonces y ahora, alternativa de gobierno. Avanzar, lo vimos entonces y podría volver a suceder ahora, no siempre es posible si te lanzas por una pendiente divisiva de la que tú puede que incluso no seas el mayor responsable. Lo vemos estos días a propósito del valenciano/catalán en la Comunidad Valenciana y en las Islas Baleares, donde muchos de los pasos que se habían dado hacia delante se están desandando a marchas forzadas, y donde el valenciano/catalán ya no parece un idioma del que sentirse orgulloso y al que tenemos la obligación de proteger, sino una poderosa arma de guerra cultural destinada a crear desazón y enfrentamiento. ¿Es este el camino?

Mas allá de cuestiones jurídicas, de si la amnistía cabe o no cabe en la Constitución, que ya se dilucidará en su momento procesal oportuno, parece evidente que aprobar una medida de gracia de tanta trascendencia y tan divisiva socialmente como lo es la amnistía hoy en día y con solo el 50 % de los votos del Congreso, podría acabar siendo —incluso obviando que forma parte de un acuerdo de investidura— un mal negocio, un mal presagio. Y es previsible pensar que, como entonces, la reacción no se hará esperar.

La pregunta que ahora muchos se hacen y que tenemos derecho a hacernos es si una amnistía de parte será la solución a un problema de todos y que, en palabras de Ortega y Gasset en una situación demasiado parecida a la actual, parece irresoluble, o si, por el contrario, será el principio de problemas nuevos que nos negamos a mirar de frente porque nos horroriza lo que vemos.

Javier Cercas, cuyas opiniones son casi siempre polémicas e hirientes a uno y otro lado, lo tenía claro en su colaboración en El País del 13 de septiembre: “Una medida de gracia como la de 1977, que borre los delitos del procés, deslegitimaría la democracia entera y contribuiría a enquistar el problema catalán dando la razón a los delincuentes. Me niego a creer que el presidente Sánchez cometerá semejante desatino”. Otros, muchos, opinan justo lo contrario. Este es el paisaje en el que nos movemos, las arenas movedizas en las que estamos obligados a seguir caminando.

Pedro Sánchez hablando sobre amnistía en Granada la semana pasada (Fuente: Moncloa).

Poco ayuda en este viaje el frío y calculador posicionamiento del presidente Pedro Sánchez que va mostrando las piezas del puzle con una parsimonia casi desesperante. La tarea que tiene el PSOE y el futuro gobierno, si es que al final hay gobierno, es, descontadas las burbujas de la propia celebración, titánica. Convencer que la amnistía era la solución y no el principio de otros problemas no va a ser tarea fácil.

Y no solo porque un PP en ascenso cabalgando sobre las cenizas de la enésima crisis de Vox lo vaya a torpedear por tierra, mar y aire, también porque el universo nacionalista e independentista vive del enfrentamiento y el agravio constante, de apurar hasta las últimas gotas el victimismo, pero sobre todo porque la principal tarea va ser la de convencer a sus propios votantes. Algo que hoy, a tenor de las encuestas publicadas, no parece vaya a ser tarea sencilla.

A veces, la calma que se pueda observar en el paisaje tras la gran batalla, podría ser engañosa, el prólogo de una nueva batalla por venir, si cabe más encarnizada, tiempo en que las rosas de la pequeña victoria del presente pueden quedar cubiertas por las espinas de un negro futuro.

¿Qué hacer, entonces? A veces pareciera que casi sería mejor no avanzar rápido para avanzar seguro. Dejar de mirar con altanería y desprecio a quienes piensan distinto. Ampliar consensos. Dibujar acuerdos con quienes, inicialmente, piensan diferente. La amnistía, como lo fue la reforma del Estatut entonces, no parece que sea una ley que se pueda —o, mejor, se deba, porque poder sí se puede— aprobar con solo la mitad de los diputados. Con la mitad del país enfrente.

Pepe López

Periodista.

4 Comments

Click here to post a comment

  • Dices lo que piensa Javier Cercas de la amnistía, pero no dices lo que piensas tú. Divagas ampliamente pero no te confiesas. Di claramente lo que piensas. Nos gustaría saberlo a los que te leemos con gusto. Un saludo cordial.

    • Ramón creo que una medida como una amnistía en los términos en los que se está planteando y que salga adelante con solo la mitad de los diputados -diputado arriba diputado abajo- es un muy mala cosa, un error de bulto y mal negocio político, que posiblemente encierre además a futuro más peligros que soluciones ofrece, pues el tema acabará a buen seguro en los tribunales y en el propio Tribunal Constitucional… Defendí en su día los indultos como un necesario camino de reconciliación y perdón (que no olvido), pero sinceramente creo que la amnistía es claramente otra cosa en cuanto supone el olvido penal de los hechos del procés, y en este punto concreto comparto el razonamiento de Javier Cercas.

      • No es ‘olvido’ sólo, sino ‘anulación’ de los delitos. ¡Es muy fuerte; es delictivo!

  • Yo quiero votar, por responsabilidad democrática y solidaridad entre todas las autonomías, como defiende el artículo 2 de la vigente Constitución Española de 1978, frente a la irracional marabunta insaciable y mezquina en sus chantajes…
    La solución es nuestro derecho a votar por una ‘mayoría absoluta’ estable y comprometida que elimine los chantajes diarios…
    Un abrazo. Pedro J Bernabeu