A veces bastaría con acercarse al diccionario para entender la complejidad y trascendencia de una decisión por tomar para entender de qué va el debate. Amnistía, recoge la RAE, es el “perdón de cierto tipo de delitos, que extingue la responsabilidad de sus autores”, mientras que indulto sería la “gracia por la cual se remite total o parcialmente una pena”. Parecen lo mismo, pero no lo son.
La cuestión de fondo, a luz de los encendidos debates de estos días, estaría en discernir dónde se pone el acento, si en ahondar en el camino del perdón y gracia ya iniciado con los indultos a los líderes encarcelados del procés catalán o si se abre la portezuela a una suerte de responsabilidad inversa: todo lo que hicieron aquellos líderes independentistas y quienes les siguieron en las calles y en las instituciones estuvo, en el fondo y en la forma, justificado y debería ser legitimado; y, por el contrario, todo lo que hizo el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, que te gustará más o menos pero era un gobierno democrático, estuvo mal y fue causa de la que devinieron los tristes acontecimientos de 2017 en Cataluña. ¿Es este el mensaje de pacificación y reencuentro que se quiere ofrecer a la ciudadanía toda, el marco de la futura convivencia?
Pocos temas como este de la aún nonata amnistía han levantado, antes de suceder, tal polvareda en un debate de hondas implicaciones políticas y jurídicas en el corto y en el medio plazo. Las opiniones, a favor y en contra, y con los matices que se quiera, navegan a una velocidad de vértigo y es difícil hacer distinción entre la burda y pura propaganda de parte y la razón jurídica, el alcance, la oportunidad, las consideraciones de si cabe o no en el actual marco constitucional. El ruido, una vez más, impide mirar el paisaje con una cierta tranquilidad y esperanza. La desazón impera.
Entretanto, lo cierto es que las preguntas que muchos ciudadanos tienen derecho a hacerse estos días serían básicamente algunas como éstas: ¿Si la amnistía era hasta hace unos días una barrera infranqueable para el PSOE y para el mismísimo presidente en funciones del Gobierno, Pedro Sánchez, justificaría la mera posibilidad de su reelección —o de cualquier otro gobierno— cruzar la línea que va del indulto a la amnistía con el voto de quien, además, va a ser hipotéticamente el principal beneficiado de la misma, a la sazón el expresident de la Generalitat Carles Puigdemont, hoy prófugo de la justicia?
Otra. Si la amnistía de 1977 impulsada por el gobierno de Adolfo Suárez supuso dejar claro que las víctimas políticas del régimen franquista estaban amparadas por una legitimidad de facto en defensa de la libertad y de los derechos democráticos, al tiempo que se condenaba a un régimen abyecto que agonizaba, ¿quiénes serían ahora las víctimas y quién el régimen abyecto que nos proponemos amparar y condenar?
En su justificación de los indultos de 2021 el mismo Pedro Sánchez fue claro y dijo una y otra vez a modo de explicación pública que “hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia”. Entonces, la pregunta que surge a continuación podría ser esta otra: ¿Puede haber concordia a futuro cuando el principal instigador de aquellos hechos no solo no ha sido castigado, ni ha pedido perdón, sino que se vanagloria una y otra vez tras la pancarta del ¡Ho tornarem a fer!?
Aviso a navegantes. Pese a la creencia generalizada de que los indultos impulsados por Pedro Sánchez en 2021 contarían a día de hoy con un apoyo mayoritario en la opinión pública española, la realidad parece matizar esa certeza que anda cabalgando la opinión publicada. Una encuesta de Eldiario.es hace apenas un año era concluyente al respecto: un 60 % de los encuestados en todo el territorio español consideraban entonces que los indultos no habían mejorado la relación de Cataluña con el resto de España, aunque lógicamente ese porcentaje variaba mucho a un lado y otro del espectro ideológico, dentro y fuera de Cataluña.
De modo que, descontado el fracaso de Núñez Feijóo en su intento por acceder al Gobierno, el debate sobre la delgada línea roja que va del perdón (indulto), ya transitado, al olvido (amnistía), por recorrer, sería el tuétano que estamos a punto de morder. Como lo que hay en juego es la misma convivencia dentro de Cataluña y entre Cataluña y el resto del país, quizás estaría bien que quienes estos días patrocinan y se oponen a la amnistía lo explicasen claramente y huyan de eufemismos, de silencios culposos, de medias verdades, de acusaciones baratarias.
Y en esa necesaria labor de claridad que exigen las circunstancias quizás sería necesario y urgente que quienes dicen ser partidarios de la amnistía dijeran claramente a los ciudadanos si lo que se proponen hacer y firmar es perdonar, pedir perdón o, incluso, olvidar. Porque, como en el caso del indulto, la amnistía y la RAE, pueden parecer lo mismo pero no lo son.
El perdón puede ser camino de reconciliación, el olvido, por el contrario, casi siempre deja nuevas víctimas. Es esta última realidad la que se desprende del titular —Paz, piedad, perdón— del texto que el periodista Xavier Vidal-Folch publicaba el 12 de septiembre en El País citando a su vez la propuesta de paz que otro expresidente de Gobierno, Manuel Azaña, lanzaba en 1938 en el Saló de Cent de Barcelona, una historia y unos hechos que recuerdan en demasía los que vivimos en estos días.
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Indulto sí sí sí y mil veces sí… Pero amnistía no porque es negar el delito cometido como si no existió y desdecir las sentencias judiciales y la separación de poderes en un «Estado social de derecho» y Democracia con la Constitución vigente… Evitamos la ‘ley de la selva’ y desgobierno gracias al ecuanime imperio de la Ley en igualdad tod@s…
Pedro esa es, en principio, también mi forma de verlo, más cuando desde la otra parte ni siquiera se ha hecho a día de hoy el más mínimo reconocimiento de que aquello que se hizo e impulsó supuso hacer saltar por los aires la arquitectura constitucional, base de cualquier convivencia a futuro…
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Pepe, saludos desde Pinoso.
Como sabes yo no soy jurista, pero la pregunta que yo haría es ¿Se puede hacer una amnistía a la carta? Es decir que solo beneficia a quienes participaron en “el tinglado del procés” que se sepa la amnistía de 1977 benefició a todos, la propia palabra lo dice, ¿o no?
Igual no sirve la comparación, aquel padre que tiene dos hijos y le deja todo su efectivo a uno de ellos, el notario le dice que no puede ser, pero el padre se lo entrega solo a uno. Repito ¿Se puede hacer una amnistía a la carta?
Salud Pepe.
Esa es Jesús otra buena pregunta, y seguramente se pueda hacer y de hecho se ha hecho en otros países algo parecido, otra cosa es si se debiera, si los supuestos efectos benéficos serán mayores o no al grave quebranto que pueda producir a futuro, además de ser un paso donde se deja de lado, se desconoce y no se tiene en cuenta a las víctimas de aquel proceso alocado e incendiario contra la convivencia…
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