Las estaciones provisionales, separadas, de autobuses y del tren, las líneas del tranvía sin acabar, el recurso final de aprovechar el Auditorio como centro de congresos, el freno a la Vía Parque muestran el desastre urbanístico-municipal de los últimos 30 años.
Una persona que haya estado fuera de la ciudad de Alicante durante diez años no encontrará grandes cambios en la urbe. Sigue a mitad de camino de algo que no se sabe muy bien qué puede ser. Es un boceto de ciudad, como se publicó ahora hace una década en la edición alicantina del diario Las Provincias. Empecemos por lo que se ha hecho, para acabar enseguida: el Auditorio de Alicante, en Campoamor, resultado de décadas de enfrentamiento para construir el Complejo Cultural en los terrenos que en su día ocupó el Hogar Provincial. Bueno, bajo la presidencia de José Joaquín Ripoll, y por su insistencia frente al campismo, se construyó e inauguró. Ahora es un recinto que ofrece conciertos y en cuya explanada pasan la tarde muchos vecinos de la zona.
De los congresos se tratará unas líneas más abajo. Ha llegado el AVE y enlaza con Madrid en algo más de dos horas (no los 105 minutos que se prometieron durante una década), en una estación cutre y fea a rabiar pero que cumple sus funciones, a pesar de que ni siquiera haya dinero para colocar una visera a la parada de taxis, ni para limpiar el suelo de los andenes. En la playa de San Juan y en San Gabriel hay dos grandes depósitos para almacenar agua de lluvia para riego y evitar que la que los colectores no pueden expulsar al mar tras un fuerte aguacero inunden las calles. Además, lenta pero de manera constante se han modernizado la red del alcantarillado, paso final del plan antirriadas, como insistía el conseller García Antón. Hay un paseo elevado muy chulo a la zona ganada al Puerto y se ha empezado lo que será su continuidad entre las playas de El Postiguet y la Albufereta.
Alicante, sin embargo, sigue siendo una ciudad muy sucia. Los vergonzosos últimos acontecimientos de las ratas entre San Nicolás y la calle Mayor evidencian la incapacidad de los gobernantes en algo teóricamente sencillo en los inicios del siglo XXI. Los accesos al casco urbano, a pesar de la mejora en la avenida de Dénia, son muy mejorables. Conviene recordar que el plan inicial de esta arteria urbana era soterrarla por completo para que la ciudad dispusiera de un gran bulevar entre La Goteta y la Santa Faz. De aquel plan se pasó al soterramiento sólo de las intersecciones, que, claro, no se completó. Porque el primero de todos a la salida de la ciudad, el cruce del Bulevar del Pla con la avenida de Dénia, es en superficie y con semáforos. No es excusa que lo cruza el tranvía.
Del mismo modo, el desvío hacia la Albufereta se hace a través de semáforos, cincuenta metros después de salir de un túnel. Es una verdad como un templo que la solución requerida es más cara; pues entonces que no se presuma de lo que no hay. La solución dada a la avenida de Dénia es una chapuza, como lo es la terminal provisional de autobuses, junto al Puerto, como lo es la Casa del Mediterráneo, como lo son los accesos viarios desde Torrellano y El Altet, al igual que la penosa estación del tren, todo un banderín de enchanche al regimiento de los pusilánimes.
La Vía Parque se interrumpe a la altura de San Agustín y Rabasa y en la zona de San Gabriel, ¿qué pasa con la piscina y el centro medioambiental en la zona de Los Ángeles? Qué decir, aunque no es todo responsabilidad del Ayuntamiento de Alicante, del proyectado acceso por tren o por tranvía al aeropuerto o, en la misma línea de culpabilidad, al proyecto inacabado del tranvía (una buena idea abocada al fracaso si no se concluye la obra y, sobre todo, si no se acorta el tiempo de paso entre convoy y convoy). Con la línea 2 con parada de inicio en la plaza de los Luceros en lugar de en la Estación del Tren, con el túnel excavado pendiente del cruce de la avenida de Salamanca, o con el que atraviesa la Serra Grossa tapiado para evitar desmanes, tras ser paralizado por la crisis, el TRAM apenas cumple su función.
En fin, antes de hablar del fracasado Palacio de Congresos y de la inoperancia de todos y cada uno de los gestores de la ciudad de los últimos treinta años que no han sabido sacar adelante por sus torpezas el Plan General de Ordenación Urbana, que es en suma la llave para organizar el futuro de la ciudad, conviene recordar el fracaso tanto de las zonas de ocio del puerto, otra buena idea mal gestionada, porque ni funcionan en la zona de Levante ni en Poniente, como tampoco han servido para nada los centros comerciales de Babel, al final de Catedrático Soler, ni de la Gran Vía ni de Vistahermosa. El de la Goteta es desde el principio una fuente de conflictos, de tráfico principalmente. Ya lo vio venir Díaz Alperi cuando no acudió a su inauguración, después de años de espera del proyecto en el Tribunal Supremo.
Ahora, cuando se vuelve a poner sobre la mesa el Plan Rabasa, el nuevo Plan Rabasa, después de una década de fracasos del antiguo proyecto, meollo del mayor escándalo urbanístico de la ciudad, desgajado del Caso Brugal, y que, en puridad, evidencia la calidad humana y profesional de quienes nos han gobernado en las últimas décadas, se insiste de nuevo en la construcción de centros comerciales que acompañe a Ikea. ¿No ha habido bastante con los fracasos de los comercios en las zonas del puerto, del Polígono de Babel o de Vistahermosa que aún se quiere fracasar más todavía?
Corona la retahíla de fracasos urbanísticos alicantinos que convierten a esta urbe en un boceto de ciudad el porrazo que todos y cada uno de los gobernantes de las últimas décadas se han dado con el Palacio de Congresos. Iba a ser tan chachi piruli para todos los alicantinos, iba a ser lo mejor de lo mejor de la historia de Lucentum, iba a ser tantas cosas que, al final, ni en el Puerto, ni en la tercera fase del Meliá, ni al final de la avenida de Alfonso el Sabio, bajo el castillo, ni en la Goteta, ni en la Ciudad de la Luz, sino que irá en el Paseo de Campoamor, en el Auditorio, que al final será un complejo multiusos. Hombre, una vez concluidas las instalaciones se aprecia que –a pesar del rechazo del arquitecto que lo diseñó (sólo para auditorio) puede servir para acoger congresos y seminarios. Mejor eso que nada, se puede decir tras años de desencuentro. De nuevo se evidencia la carencia de espacio, la falta de aparcamiento, los accesos insuficientes, el pegote de los dos colegios adyacentes (Campoamor y Virgen del Remedio) y la propia Delegación de Sanidad para darle empaque al inmueble. Poniéndonos en lo peor y visto lo visto durante décadas, de las peores, es la mejor solución. Un triste reflejo de lo mal que se hacen las cosas en esta ciudad. ¿Por qué A Coruña, Santander, incluso Castellón tienen recinto de congresos y Alicante no? Un repaso a la política urbanístico-municipal de los últimos treinta, incluso cuarenta años, da la respuesta.
¿Hay que recordar, en fin, qué ha pasado con la Ciudad de la Luz y del Cine, hay que preguntar qué fue de aquel proyecto que lanzó Díaz Alperi un sábado al mediodía cuando todavía le duraba el jet lag de su viaje de regreso de Extremo Oriente, sí, aquel de la ciudad albergara una Ciudad del Oeste? Bueno, para no ir tan lejos, se puede recordar, como hacía F. J. Benito en Información el día de la Virgen del Pilar, fiesta nacional, el plan para soterrar el tráfico de Conde de Vallellano y Juan Bautista Lafora y liberar de vehículos la salida de la ciudad al puerto y a las playas, lanzado en las elecciones municipales de 2007. Cuántos proyectos incumplidos, cuánta demagogia y cuánta ausencia de calidad e imaginación de los gobernantes alicantinos para afrontar la gestión municipal.
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