Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

Alicante, ¿el gran sueño de Ana Barceló?

Ana Barceló es felicitada por María José Adsuar (Fotografía: Axel Álvarez).

Muchas veces hemos escuchado frases del estilo “para mí ser alcalde (o alcaldesa) de mi pueblo es lo más a lo que uno puedo aspirar”. Independientemente de si hablamos de un pequeño pueblo, de una gran ciudad, expresiones como esta —“después de ser alcalde…”— esconden un cierto intangible, un hilo que raramente se da en otras esferas de la vida pública y de la vida política. Ser alcalde de la ciudad donde se ha nacido es para muchas personas, efectivamente, como ver cumplido un sueño.

Seguramente esto tiene algo que ver con una visión un tanto romántica del servicio público. También, y por contra, si has nacido, si te has criado en ese lugar, si, de alguna manera, conoces a muchos de sus vecinos, de su vida social, cultural, económica, es muy posible que antes de tomar decisiones todas esas caras se te aparezcan para guiarte en la mejor dirección, aunque, a veces, como sabemos, ocurre precisamente justo todo lo contrario.

Ayuntamiento de Alicante (Fuente: https://www.alicanteturismo.com/).

De ahí, seguramente, que tengamos tantos ejemplos históricos fijados en la retina de grandes y recientes responsables de uno y otro signo político cuyo nombre está ineludiblemente unido a una ciudad, bien porque nacieron allí, bien porque tuvieron una pronta relación con ella. Recientemente, se me ocurren los nombres de Iñaki Azcuna (PNV), alcalde de Bilbao de 1999 a 2014, que pilotara la gran transformación urbanística de una ciudad oscura hasta llevarla a la luminosa ciudad que es hoy la capital vizcaína; Pascual Maragall (PSC), cuyo nombre permanece unido en la memoria colectiva a Barcelona, en parte por el éxito de los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, en parte por el carácter del propio personaje; Julio Anguita (PCE), el primer alcalde democrático de la ciudad de Córdoba, alcalde comunista y una rareza política entre las grandes capitales españolas; y Francisco de la Torre (PP), cosido indeleblemente a la ciudad de Málaga y a su transformación reciente como ciudad espejo donde tantos otros alcaldes miran con cierta admiración hoy en día.

Iñaki Azkuna, 2005. Fotografía: Javier Mediavilla (Fuente: Wikimedia).

Aterrizando en lo más próximo y cercano, ahí tenemos Alicante, espejo de justo lo contrario, casi siempre maltratada por quienes han sido sus últimos primeros ediles, sin apenas huellas, sin memoria, sin rasgos emocionales que resaltar. En unos casos porque en parte eran elementos extraños a ella, en otros porque su acción de gobierno estuvo simplemente cercana a la esfera de la corruptela y al negocio personal. Una desgracia que la ciudad ha heredado y vive con resignación.

Pasqual Maragall, 2004. Fotografía: Generalitat de Catalunya, Archive President.cat (Fuente: Wikimedia).

En este terreno del despropósito mantenido, quizás merezca expresión aparte el caso de la agrupación socialista alicantina. Unas veces fue el mero resultado electoral quien lo hizo imposible y otras, las más, por la mala cabeza de sus responsables, que ha hecho que este sueño, que este encuentro, lleve décadas aplazado.

En el plano de lo que pudo ser y no fue, me vienen a la cabeza los nombres de José María Perea y de Carmen Sánchez Brufal. Ambos nacieron y se criaron en la profundidad de sus calles, gentes que conocen, sufren y padecen la ciudad porque lo demostraron antes de tener responsabilidades políticas y lo siguen demostrando a diario, desde sus lugares de trabajo, desde sus atalayas de activismo social y político. Ambos estuvieron cerca, muy cerca, de haberlo podido intentar, pero eso no sucedió y, seguramente, la ciudad se perdió en uno y otro caso dos buenas decisiones que no se tomaron porque los intereses espurios de unos pocos vencieron al territorio de los sueños.

Julio Anguita, 1996. Fotografía: Pool Moncloa (Fuente: Wikimedia).

Ahora, nuevamente, este errático y desnortado PSOE alicantino, el mismo que impidió el paso de Perea y Brufal, dirigido por gentes que pareciera no quieren a su ciudad por cómo proceden, por gentes que actúan más en beneficio propio que con afecto a la ciudad donde viven, han decidido, con el aplauso y la complicidad de su secretario general y presidente de la Generalitat, Ximo Puig, que el mejor camino, la mejor opción para volver a intentarlo, es alquilar, subcontratar, el puesto a una persona “extraña”, Ana Bárceló. Y esto, quede claro, nada tiene que ver con las supuestas capacidades políticas o de gestión de la propia Barceló.

Hablamos aquí de una persona, Ana Barceló, que ya fuera alcaldesa de su ciudad, Sax, que ya cumplió ese sueño, con una herencia de luces y sombras, y cuyo principal bagaje político de ahora es el de haber ostentado la Conselleria de Sanidad durante la fase más dura de la pandemia, pero con casi una nula relación emocional, personal, afectiva, con la ciudad que ahora pretende dirigir. Ese es su aval y esa su carta de presentación.  

Francisco de la Torre Prados, 2010. Fotografía: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Fuente: Wikimedia).

Barceló tiene todo el derecho democrático a intentarlo, ¡faltaría! Tiene la legitimidad de haber ganado las primarias y, por tener, tiene el apoyo político de quien ostenta todo el poder orgánico del partido y, seguramente, también su principal referente, su mayor caudal político en estos momentos, como es el citado Ximo Puig, vaya también todo eso por delante.

Es más, Ana Barceló podrá aprender rápido el pálpito de la ciudad, conocer sus entresijos, los muchos males que afligen a una ciudad largamente maltratada y abandonada por quienes la dirigieron; podrá, incluso, alcanzar la vara de mando de la ciudad —la votación de los ciudadanos es soberana—, pero hay algo en toda esta operación política que huele a impostura, a cosa no natural, a operación de marketing, a simple juego de tronos.

Ana Barceló, delante de la fachada del Ayuntamiento de Alicante (Fotografía: Pilar Cortés).

Barceló podrá, lo hemos dicho antes, llegar a ser alcaldesa de Alicante, pero difícilmente podrá ser la alcaldesa que la ciudad necesita, difícilmente se dará aquí cumplimiento a esa cierta magia que hablábamos al principio. Sonaría raro oírla proclamar un día: “Ser alcaldesa de Alicante era mi gran sueño”. Eso sería otra impostura en una ya larga historia de despropósitos.

Pepe López

Periodista.

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