Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

Algunas notas sobre la mediocridad

Decía Eurípides: “frente a una muchedumbre, los mediocres son los más elocuentes”. Vayamos por partes: qué es la “elocuencia” y qué es la “mediocridad”. Dejemos aparte el concepto de “muchedumbre”, mucho más recurrente, cuando queremos referirnos a una multitud de personas. Así, la elocuencia es la facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir, como podemos consultar en cualquier diccionario. Más interesante es el análisis del primer término: hablamos de mediocridad cuando no se tiene la calidad suficiente para asumir la responsabilidad o el conocimiento que se le presupone. Que uno de los tres grandes poetas griegos formulara esta sentencia no deja de ser un acierto o, como mínimo, un punto de arranque del debate sobre su aseveración.

¿Podemos entender así que una persona con falta de formación o de capacidad tiene mejor elocuencia? Es obvio que el poeta buscaba provocar una reflexión de gran interés para él mismo sobre cómo los méritos en la elocuencia pueden disimular o esconder carencias del individuo en cuestión. Podemos comprender que la falta de unas aptitudes puede suplir otras, aunque el individuo sin preparación suficiente en unas suele presentar también un mínimo en el resto. Las aptitudes de cada ser humano pueden ser infinitas o nulas, es evidente; todo dependerá de su voluntad o no de aprendizaje, pero sobre todo de sus cualidades innatas.

Todo ello quedará en manos de la honestidad de cada persona de asumir las responsabilidades o las dedicaciones para las cuales tiene aptitudes o de su capacidad de simular las que no posee. Dejaré de momento la reflexión sobre este último concepto, la honestidad, y me centraré en el de la mediocridad. Según algunos psicólogos, la mediocridad que pueden mostrar algunos humanos puede deberse a diversas razones como la falta de motivación para esforzarnos y perseguir metas —frenada en muchas ocasiones por una autoestima baja—, la falta de habilidades o conocimientos en el área que se espera sobresalir, un ambiente desfavorable que no favorezca la propia superación y la más recurrente, la comodidad o el conformismo que impide salir de la zona de confort y no cumplir sus desafíos personales. En este sentido, el miedo al fracaso puede reforzar esta falta de voluntad por superarse.

Así, uno de los máximos exponentes de la psicología humanista, Abraham Maslow, que acuñó el complejo de Jonás o miedo al éxito, expuso en sus estudios El hombre autorrealizado (1962) o A Theory of Human Motivation (1943) la teoría de la jerarquía de las necesidades en la que describió la motivación humana según una pirámide de necesidades. Para el psicólogo, el ser humano parte de las que son básicas hasta llegar a su máximo potencial que es la autorrealización. La persona mediocre no busca incrementar su potencial, se resigna a su situación e incluso se vanagloria de ello.

No es cuestión de entrar en valoraciones sobre quién de nuestro entorno ha dejado de superarse y se siente en la situación de acomodo que le impide progresar en sus valores. No somos quiénes para juzgar y sentenciar a los otros: es una cuestión que siempre he considerado que le toca a cada uno. Pero es fácil localizar supuestos líderes o responsables de nuestro entorno que no se han preparado suficientemente para el encargo de sus funciones. A veces los procesos políticos para la elección de nuestros representantes no necesariamente priman la selección de las candidaturas más cualificadas o competentes. La elección puede estar influenciada por acciones de financiación, popularidad, marketing o incluso factores emocionales que desplazan otros criterios objetivos de experiencia o de habilidad. De este modo, un líder mediocre puede continuar en sus funciones sin que sus malas decisiones o el desempeño deficiente no se corrija correctamente debido a la falta de mecanismos de control y de fiscalización. Todo ello, sin duda, conlleva el desapego de la ciudadanía a la gestión política, asumiendo como normal lo que no lo es.

Tenemos personas suficientemente preparadas en nuestra sociedad para la gestión de nuestra cotidianeidad. Habrá que revisar, pues, los mecanismos de selección e intentar entre todos qué elementos objetivos facilitan la elección de los mejores, tanto sea en el ámbito público como privado. La progresión de nuestra sociedad, de nuestras instituciones e incluso empresas tiene que fomentar la formación, la progresión del conocimiento y rechazar el estancamiento de la adquisición de los valores de cada uno. De lo contrario, seremos también una comunidad mediocre, estancada en su día a día, sin sentido crítico y perdiendo las oportunidades que el progreso nos ofrezca.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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  • Otro denso e interesantísimo artículo, que, si se leyera en una sesión del Consejo de Ministros, provocaría una cadena de dimisiones… Impensable. No se darían por aludidos. Son tan mediocres casi todos como la portavoz del Gobierno en sus comparecencias. Frente a una muchedumbre de telespectadores, la muy mediocre es la más elocuente. Ganas me dan de enviar tu artículo a la Moncloa. Y a más sitios. Un cordial saludo, señor catedrático.