Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Alcorques y alcornoques

A la izquierda una acera embarrada por la tierra que rebosa desde una anterior zona ajardinada, y a la derecha una recién construida con el mismo diseño defectuoso (Fotografías: Toni Gil).

Alcorque Del ár. hisp. alqúrq, y este del arameo qarqā o qurqā.
1. m. Chanclo con suela de corcho.
2. m. Hoyo que se hace al pie de las plantas para detener el agua en los riegos.

Algunas de las obras que se empezaron hace meses en la ciudad de Alicante empiezan a mostrarse casi acabadas. En el eje de las avenidas Benito Pérez Galdós y Carmelo Calvo se evidencian ya algunos signos: pequeños jardines, nuevos ejemplares arbóreos y plantas parecen atisbar un mínimo de acierto en los proyectos acometidos, aunque aún no podamos justificar algunos anchos de aceras (que están utilizándose para aparcar encima los furgones de reparto) que han conllevado la eliminación de muchas plazas de aparcamiento.

Pero hay un detalle que pasa bastante desapercibido y es el diseño de los espacios ajardinados y de los nuevos alcorques; los primeros, limitados por bloques cuando son frontera con las calzadas y en el interior, siguiendo la línea de otros anteriores, por una estructura de acero,  un cuadrilátero en el caso de árboles, instalado a ras del suelo. En ambos casos, la tierra está prácticamente al mismo nivel, con lo cual ya se producía y se seguirá produciendo un desparrame fuera de su entorno natural, bien por las lluvias, el viento y, sobre todo, por la intervención de los perros cuando la patean. Algo que se podría evitar con la elevación de esos límites en cualquiera de los dos materiales utilizados. Me temo que, cuando vayan progresando en los siguientes “ejes” de obras en los que está inmersa la ciudad, siga proliferando el diseño y nos encontremos con más suciedad en torno a esas pequeñas  zonas verdes.

Entretanto parece que desde el Ayuntamiento se pretende ampliar de seis a doce los “inspectores de limpieza” y dotarles de “autoridad” para imponer multas. ¿A la empresa adjudicataria de la pública? ¡No!, a los ciudadanos. ¿Acaso la Policía municipal no existe? Debe ser que no, porque salvo algún motorista con el que me cruzo, a pie, por las calles del centro —y no digamos por los barrios— apenas si es posible ver alguno. Si existieran rondando habitualmente, los ciudadanos poco escrupulosos —especialmente algunos dueños de canes— tendrían algo más de cuidado.

Pero no quisiera cerrar estas líneas sin insistir en el diseño de los alcorques, sin insinuar por ello que todos los que responsablemente hayan tenido que intervenir en las obras sean injustamente tratados con el apelativo del segundo sustantivo del titular, el que la RAE adjudica en su tercera acepción.

Toni Gil

Periodista.

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