España necesita un Gobierno de coalición constitucionalista en esta hora excepcionalmente peligrosa en la que el país está seriamente amenazado por culpa de los independentistas, sin que haya posibilidad de que el Gobierno de Pedro Sánchez resuelva la crisis de la que es víctima tras haberla provocado de forma más que insensata, arriesgadísima y poco lúcida. ¿A dónde va Sánchez dependiendo de las huestes de Torra-Puigdemont y de Junqueras? A ninguna parte. Lo de Torra es de juzgado de guardia. Se merece un 155 ‘cum laude’ y para una larga temporada. No sólo se cisca en el Rey y en la Constitución, sino que califica al Estado democrático español de opresor sin respeto alguno a los tres poderes que definen una democracia, legislativo ejecutivo y judicial.
No es que Torra susurre al oído de Sánchez que el camino a la independencia es irrenunciable, es que se lo está gritando sin cesar. Y se jacta el títere de Puigdemont de haber entrado en la Moncloa con el lazo amarillo en la solapa, presumiendo de representar a todos los catalanes cuando su lacito le delata y le inhabilita para hablar en nombre de más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña. A los independentistas los han manipulado durante casi cuarenta años de adoctrinamiento en los centros de enseñanza y ese sí que es el gran problema de España, el de la Educación con mayúsculas, un asunto al que los constitucionalistas tienen que enfrentarse con valentía porque de seguir por el camino actual se estará consumando la tragedia de la ruptura de España.
No estamos ante una broma de mal gusto sino en un momento crucial de la historia de la patria común de todos los españoles sin excepción salvo de los que se autoexcluyen. ¿Cómo no entienden los socialistas en el Gobierno que las huestes independentistas se rearman cuanto más se humilla Sánchez ante las bravatas ‘torra-puigdemontistas’? ¿Verdaderamente creen Sánchez y su Gobierno que prometiéndoles el indulto a los golpistas encarcelados o fugados van los independentistas a renunciar a ‘su’ república catalana?
El día en que entró Torra con el lazo amarillo en la Moncloa se produjo uno de los sucesos más bochornosos en la vida de Pedro Sánchez. Jamás un presidente de España debió protagonizar una humillación tan inmensa y además tan inútil. El que tiene que ser presidente de todos los catalanes y representante máximo del Estado en Cataluña exhibió impúdicamente el lazo amarillo independentista ante un Sánchez que tragaba y traga todo lo tragable por unos votos que le llevaron al palacio presidencial.
Creo que este juego sucio tiene que terminar ya. Sánchez tiene que dejar de parecerse a Zapatero para asemejarse a Felipe González, recuperando aquel PSOE socialdemócrata que consolidó la transición democrática para que, tras unas elecciones generales (incluso sin ellas, acaso) se conforme un Gobierno de coalición de partidos constitucionalistas comprometidos en una reforma sensata de la Constitución.
Lo último de Torra y Torrent tras conocerse las penas que pide el fiscal para sus compañeros golpistas: acusan a Sánchez de cómplice de la “represión” del Estado. Y se alían con Puigdemont para un gobierno paralelo al de la Generalitat. ¿A qué espera Sánchez para aliarse con PP y Ciudadanos y acabar con la revuelta sediciosa en Cataluña aplicando un 155 fulminante y tan prolongado como sea preciso?
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