“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”, escribió Antonio Machado y cantó Juan Manuel Serrat. Pero es conveniente saber o, al menos intuir, hacia dónde se va. Tener un horizonte y hacer lo imposible por no perder el norte. Si uno, por ejemplo, quiere llegar al monasterio de la Santa Faz, lo tiene fácil ya que son muchos los puntos desde los que otros caminantes ayudan a formar parte de La Peregrina. Lo que ocurre es que no todos los peregrinos hacen el mismo camino. La tradición religiosa de siglos se vio desvirtuada, en los últimos años, por miles de jóvenes que pasaban olímpicamente del monasterio y de las celebraciones en torno a la sagrada reliquia y acababan montando un macrobotellón diurno en la cercana playa de San Juan.
Afortunadamente las cosas (el botellonismo y lo que de irreverente caminata conlleva) han mejorado notablemente este año. Las autoridades municipales y numerosas entidades culturales y deportivas se pusieron de acuerdo para organizar multitud de actividades en la playa y el botellón quedó orillado y minimizado. Descendió el número de intoxicados etílicos y sería deseable que la experiencia antibotellón de la playa sirviera para conseguir minimizarlo durante los fines de semana en la noche alicantina.
Todo cuanto se haga para reconducir las tradiciones a sus más puros orígenes hemos de aplaudirlo. Con la masificación de La Peregrina se corría el peligro de la pérdida de identidad. Nunca sobran romeros auténticos y siempre deben ser eliminados los falsos, los que no buscan el encuentro con la Faz Divina supuestamente impresa en el lienzo con el que la mujer Verónica enjugó el rostro sudoroso y sangrante de quien caminaba con la cruz acuestas camino del Calvario.
La Santa Faz alicantina es un lienzo que trajo de Roma el párroco de San Juan de Alicante Pedro Mena hacia 1580. Una terrible sequía, que afectó gravemente a la comarca de l’Alacantí, movió al sacerdote a sacar en procesión el lienzo para implorar la lluvia benéfica, que llegó junto con el milagro de la lágrima. Era 17 de marzo de 1589. Desde entonces se ha venido celebrando la romería. Es una tradición de profunda raigambre cristiana y lo menos importante es dilucidar si se trata del lienzo que la Verónica utilizó compadeciéndose de Jesús. Es, indudablemente, una imagen de Cristo y, como sucede con imágenes y cuadros de vírgenes y santos, lo de menos es la materia de que están hechos, pues lo importante es lo que representan, Jesucristo, la Virgen (con sus diversas advocaciones) y los santos siempre abiertos a conceder gracias, milagrosas o no, para llevar con alegría o resignación, según los casos, el peregrinaje hacia la otra vida, que es eterna, frente a la actual, de la que decía Santa Teresa que solo es “una mala noche en una mala posada”.
Es bueno alimentar ilusiones y pasiones. Machado escribió esto: “En el corazón tenía/ la espina de una pasión;/ logré arrancármelo un día,/ ya no siento el corazón/. También esto otro: “Anoche, mientras dormía,/ soñé, bendita ilusión,/ que era Dios lo que tenía/dentro de mi corazón”. Era un peregrino de la vida profunda, uno de los grandes escritores que las nuevas generaciones parece que no han leído y al que alguno homenajea mal, utilizándolo para reabrir heridas de guerra civil cuando él era un hombre de paz y de reconciliación de las dos Españas. Nunca es tarde para peregrinar a la Santa Faz (Faz divina,misericordia) pensando en una España teresiana y machadiana. No sólo de pan (y de redes sociales) vive el hombre.
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