Toda la ciudadanía, independientemente de sus capacidades o antecedentes, debe tener las mismas oportunidades de acceder y comprender la información que les rodea.
Hay una oportunidad para que eso que no logra conseguir el sistema educativo actual —que, por cierto es del XIX—, que todo el alumnado pueda avanzar, conocer y alcanzar sus objetivos, independientemente de si está dentro de los estándares o no, pueda ser una realidad por fin. La AI personaliza, o tiene la capacidad de hacerlo, el conocimiento de cada uno, independientemente de sus capacidades intelectuales, físicas o sociales. Adaptarse a las motivaciones individuales de cada estudiante es un aspecto clave para llegar a la idea de igualdad de oportunidades en la educación.
La AI es un avance que nos hará avanzar. La universidad y los estudios superiores son el marco donde primero se deben implantar, sobre todo porque suponen una actualización y reciclaje de métodos muy gastados e inservibles a pesar de la comodidad que suponen para los instructores. Sabemos que provocarán resistencia, seguro, ya lo hacen.
Pero la universidad no puede ignorar este avance, estamos como con los albores de internet y como supongo que la Humanidad se ha encontrado con cada avance, con cada innovación. Y debe ser entusiasta y encabezar ese movimiento imparable que nos ofrece ese mar del que solo vemos lo que está llegando a la orilla.
Si no lo capitaliza, el campus perderá su razón de ser y el conocimiento se dividirá y atomizará, perdiendo la titulación su valor social y, sobre todo, su utilidad profesional en pos del saber, y el saber cómo buscarlo y usarlo. El conocimiento puede estar dirigido por el hombre, pero su extensión solo la abarcarán las máquinas, ya lo hacen.
El reciente estudio de Pedreño y Cía. da claves absolutas de cómo comenzar esta tarea y de cómo las universidades pueden mejorar la transmisión de información y el conocimientos de su alumnado. Nada menos que señalan cientos de ideas que ni se hacen ni se ponen en marcha actualmente y que ya están dentro de las posibilidades que el nivel de hoy de la herramienta ofrece. La IA no es simplemente un avance tecnológico más, sino un cambio fundamental en cómo podemos concebir la educación y la gestión universitaria.
Pero evidentemente también refleja el ansia por la normativa que es lo primero que se pone en Europa sobre todo lo que surge y se instala por delante del desarrollo y la investigación; el miedo es lo primero, tristemente. Europa está diciendo a China, Rusia y USA que inventen (y se la jueguen) ellos, que nosotros, si eso, ya lo compramos o lo prohibimos. Evidentemente hay aspectos éticos y consecuencias de su uso que hay que controlar en la AI, pero desarrollando sus ventajas y asumiendo su presencia y utilidad.
El cambio de paradigma en la educación es la base, ya que gracias a sistemas de AI seremos capaces de adaptarnos y responder a las necesidades individuales de cada estudiante, por lo que esta AI supone una auténtica necesidad y revolución, queramos o no.
Hay que trabajar y hacerlo duro y, tal vez, sea ese temido momento de levantar las alfombras y espolvorear los techos de organizaciones e instituciones y renovar para ser útiles y hacer avanzar el mundo, que para eso se crearon en la Edad Media las universidades.
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