Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

¿A quién le importa Miguel Hernández?

Miguel Hernández. Fotografía de Universidad Española a Distancia (UNED) (Fuente: Wikimedia).

Los restos del poeta oriolano Miguel Hernández descansan hoy en una tumba excavada en la tierra del cementerio de Alicante cubierta de una losa de mármol blanco. A izquierda y derecha, como enraizadas en la tierra, dos pequeñas torres cuadradas también de mármol hacen como de vigías contra la intolerancia. En la de la derecha se puede leer, sobre un placa con fondo azul cobalto, cuatro de los versos más conocidos del poeta, aquellos que inmortalizara Joan Manuel Serrat: Llego con tres heridas / la del amor / la de la muerte / la de la vida. Y ahí, parece, sigue su memoria, sangrando.

Miguel Hernández, que nació el 10 de octubre del año 1910 en Orihuela y murió en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942, enfermo y abandonado, es seguramente junto a García Lorca, Antonio Machado y pocos más, uno de los poetas cuyos versos han volado más alto y más lejos. Ese reconocimiento y esa admiración nacional e internacional a su obra y a su memoria no parecen estar en discusión en casi ningún otro lugar, salvo aquí, en Orihuela, en Alicante, en la Comunidad Valenciana.

Y es que aquí, en su tierra, aún andamos estirajando su obra, peleándonos por su memoria, discutiendo si debemos o no pedir la anulación de las farsas de juicios y tribunales que lo condenaron a muerte. Estudiosos y escritores alicantinos como Juan Antonio Ríos Carratalá y José Luis Ferris han dedicado parte de su vida a hacer posible borrar esta historia, esta infamia, pero ni aún así. Seguimos empantanados en una ciénaga que habla mal, pero sobre todo de nosotros mismos.

Como reflejo de este marasmo, de este extemporáneo y tardío ajuste de cuentas, estos últimos días hemos asistido a la penúltima actualización (habrá más) de la tragedia que vivió el poeta en vida, que le causó la muerte y que parece no tener fin. El Ayuntamiento de Orihuela, la ciudad que inspiró parte de su obra, se negaba a sumarse a la petición realizada por la familia del poeta para pedir la anulación de los juicios sumarísimos del franquismo. Era un acto protocolario, meramente institucional, sin valor jurídico, pero el PP de la ciudad donde dio sus primeros pasos, donde escribió sus primeros versos, debió considerar que aún no era el momento. Votó junto a los ultras de Vox y la moción decayó.

Y como la farsa siempre puede subir algún peldaño más, casi al mismo tiempo, fruto de esta doblez de una parte del arco ideológico cuando de hablar del poeta se trata, el mismo PP, el que preside Carlos Mazón, decidía, ahora sí, sumarse a una petición casi idéntica en las Cortes Valencianas. Lo que no fue posible en Orihuela, lo fue en Valencia, como poco después lo era también en la Diputación Provincial de Alicante. Pero como el marasmo y el sinsentido no parecen tener límites, Vox de Torrevieja sorprendía a propios y extraños poniéndose del lado de las demandas de la familia para que el ayuntamiento salinero apoyase la petición de nulidad de los sumarios franquistas. Ver para creer.

Tumba de Miguel Hernández en el Cementerio Municipal Nuestra Señora del Remedio, Alicante (Fuente: Wall Street International Magazine).

En el entretanto y como botón de muestra de tanta herida abierta, de tanta esquizofrenia política, hoy gran parte de su legado (unos cinco mil documentos) están “exiliados” en un museo de Quesada (Jaén), porque en su tierra su memoria no ha encontrado ni tiempo, ni espacio, ni cobijo, ni tranquilidad para descansar en paz. En octubre de 2011, Mercedes Alonso, la primera alcaldesa del PP en Elche en democracia, decidió que esta ciudad no era lugar para homenajear al poeta. Así que a los pocos meses de acceder al cargo quiso marcar territorio ideológico y quién mejor que el poeta. El Ayuntamiento denunció el convenio que otra corporación anterior, socialista, había firmado con la familia del poeta para que la ciudad ilicitana albergara durante un tiempo mínimo de 20 años un centro de exposiciones y de estudios hernandianos. Dicho y hecho. Misión cumplida. Por orden de la autoridad se finiquitó el convenio, se cerró el museo, se acabó el centro de estudios hernandianos. Era, fue, otro intento de borrar la memoria del poeta.

En esta suerte de desencuentros, otro muy reciente. La editora Kalandraka, la misma que venía colaborando con el Ayuntamiento oriolano en el premio de poesía internacional Miguel Hernández para niños y niñas, acaba de dar un portazo al premio y al consistorio oriolano, señalando que no se dan las condiciones para seguir apoyando dicho premio “como consecuencia de la decisión del gobierno municipal de esta localidad de rechazar la petición de la familia de Miguel Hernández para que se anulen los sumarios que lo condenaron a muerte”. Las decisiones arriesgadas tienen, casi siempre, sus repercusiones.

Más allá del siempre socorrido reparto de culpas, de las decisiones basadas en las gónadas ideológicas de algunos, esos mismos que en su intimidad se consideran en parte herederos de los que procuraron y ampararon su muerte, hay un hecho, una pregunta que sobrevuela la figura de Miguel Hernández, que siempre me he hecho y que imagino se han preguntado muchos: ¿Cómo es posible que en casi cincuenta años de democracia, ni la Diputación de Alicante, ni el Consell autonómico, instituciones ambas que han gobernado tanto PSOE como PP, hayan hecho posible que el gran poeta oriolano haya encontrado en su propia tierra un hueco preferente en sus agendas, ese museo, o casa-museo digno, o centro de estudios, donde su memoria esté a resguardo de la intransigencia? ¿Por qué nos hemos conformado con dejar esa responsabilidad en manos de dos ayuntamientos como Orihuela y Elche, cuyas capacidades han sido y serán siempre limitadas?

A la derecha de la marmórea losa blanca que cubre la tumba de sus restos, también los de Josefina Manresa y los de su hijo Manuel, otra pequeña torre cuadrada, otro poema sobre fondo azul cobalto: Aunque bajo la tierra / mi amante cuerpo esté / escríbeme a la tierra / que yo te escribiré. Como reza el título de la novela de García Márquez El coronel no tiene quién le escriba, aquí parece que son muchos los que aún le niegan al poeta el derecho a esa última carta.

Quizás, después de todo, sea mejor así. Lo extraño, lo doloroso, es que, más de ochenta años después de su muerte, todo este marasmo de decisiones nos hace darle vueltas a una idea cuya sola imaginación nos sobrecoge y perturba a la vez. En realidad, bien pensado, podría suceder que lo de menos aquí es Miguel Hernández.

Pepe López

Periodista.

3 Comments

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  • Estimado Pepe López: Quien esto escribe es un simple médico que se ha creado literariamente, como tantos, a la sombra de Miguel Hernández. A su sombra fundé en 1968 «Lásser, Revista Oral de la Poesía», en Alicante y a su sombra tuve que purgar, en 1973, durante dos años, mi correspondiente expediente de la Brigada Político Social, que me envió al Sahara Español.
    Miguel Hernández está donde está gracias a Vicente Ramos y Manuel Molina, que se «la jugaron» en aquellos años. Tienes toda la razón, sin embargo, en cuanto al abandono institucional de las ultimas décadas, ya libres de la dictadura.
    Respecto a la muerte de Miguel fue como consecuencia de una tuberculosis pulmonar que, probablemente, adquiriera al principio de la guerra civil. En la cárcel empeoraría su estado físico, a pesar de los cuidados que, no puedo dudar, le aportaban en la enfermería del recinto. Es más, creo casi con certeza, que fue uno de los neumólogos mas prestigiosos de la época (el doctor Barbero) quien siguió su tisis hasta su muerte. Y hemos de recordar qué era la tuberculosis en aquella época y en aquella situación .
    Cierto en el abandono, pero ocurre por la manía de politizar todo en esta nuestra vida. Un abrazo.

  • La grandeza y belleza de su obra debería ser suficiente para consensuar la difusión y estudio de su trabajo y dejar la estupidez imperante con tanta ideología mal enfocada.