El escritor inglés Lawrence Osborne en su libro “El turista desnudo”, realiza un meritorio trabajo de investigación acerca del origen del turismo, de sus inventores, fines y consecuencias. Cuenta Osborne que fueron las acomodadas familias inglesas, en el siglo XVIII, las que enviaban a sus vástagos a realizar un viaje por Europa que finalizaba en Roma o Venecia.
El fin de tan loable y costosa iniciativa no era otro que infundir conocimientos de “alta cultura” en los jóvenes que emprendían dicho viaje. Sin embargo, a nadie se le ocultaba que, durante el mismo, no faltaban los episodios amorosos y sexuales que también iniciaban a los protagonistas en otros conocimientos.
Osborne traza un recorrido sobre la evolución del turismo, desde esos tiempos pretéritos hasta nuestros días. Como buen y acomodado inglés que es, resalta la construcción del Canal de Suez como un gran avance de las rutas viajeras desde el Mediterráneo hacia el Oriente. Enumera también los grandes hoteles que se fueron construyendo por esta ruta, desde el Mena House, de Giza en El Cairo, hasta el Continental de Calcuta.
Una gran época de esplendor en los viajes de clases muy acomodadas, que se lo podían permitir y todo muy lejos de las clases humildes trabajadoras que apenas aspiraban a un viaje si no era para ir a buscar trabajo al “Nuevo Mundo” o como séquito sirviente de estas mismas familias.
El presente cambia
Cuando se analice, si es que no se ha hecho ya y yo lo ignoro, la evolución actual del turismo, se debe hablar de otros parámetros, especialmente del “turismo de masas” y de la casi necesidad contemporánea del viaje de ocio, el no-negocio que llamaban los romanos, y que todos conocemos como el viaje de vacaciones.
El mundo es un pañuelo, o global, como usted prefiera, ya no hay distancias, los medios de transporte han ido evolucionando de una forma progresiva hasta llegar a donde estamos. Los vehículos a motor primero, los trenes un poco después y, por último, los aviones han sido capaces de cambiar siempre a mejor en velocidad, confort y seguridad. De este último medio, el avión, se ha pasado de ser considerado un lujo al alcance de muy pocos a una forma de desplazarse asequible al gran público.
Los “vuelos baratos” en avión, llamados “low cost”, han sido un primer revulsivo. Asistimos atónitos en sus primeros años unos precios ridículos para billetes con destino a cualquier capital europea y, aunque un poco más tarde registraron un alza, lo cierto es que siguen siendo asequibles para multitud de destinos de todo el mundo.
Después la acomodación
Y si el avión permite el desplazamiento, una vez en el destino hay que equilibrar los días de estancia con un sistema también asequible a los nuevos viajeros. Me aseguran que el invento tiene varios decenios, yo lo inauguré hace ocho años en un viaje a Marruecos, cuando descubrí el alquiler vacacional al alquilar su apartamento a una bilbaína a través de una página que ya no existe, o se ha refundido con otras.
El sistema me pareció perfecto para mis necesidades y no fue el precio lo que más me gustó. No hay nada como estar en casa, y un hotel no es una casa, cuestión de espacio o a la hora de montarte una cena en zapatillas y bata, algo que no se puede hacer en el restaurante. De otra parte, supongo, los usuarios de los hoteles tienen también razones de peso para elegir dichos establecimientos, con más o menos estrellas.
Pero la realidad es que, de forma paralela, con la ayuda imprescindible de la informática e internet, han proliferado y siguen aumentando, las páginas donde encontrar una vivienda para alquilar y pasar unos días de vacaciones.
Cada vez más viajeros se asoman a la web de Aibnb, Booking, Home Away y otras menos conocidas, a la hora de planificar su viaje. En un minuto se comprueban precios, disponibilidades, fotos de la vivienda y su ubicación en la ciudad. La facilidad aumenta cuando permiten efectuar la reserva con la opción de anular tres días antes si se encuentra algo mejor o se cancela el viaje por cualquier motivo, todo sin gastos de cancelación.
La extensión de esta oferta se puede decir que ha llegado a todos los rincones del planeta, quizás menos a zonas alejadas de la civilización, pero eso son otros viajes.
El motivo de la numerosa oferta
Si bien es cierto que todo comenzó con la “economía colaborativa”, intercambios de viviendas entre personas de distinta procedencia, alquiler de una habitación compartiendo el resto de la casa o de una parte independiente, el resultado final es el alquiler del apartamento, piso, casa o chalet completo variando los precios por la capacidad, la comodidad o, incluso, lujo de la vivienda.
Muchos propietarios de una segunda vivienda han dado este paso y, reservándose unos días para las vacaciones de sus propios, el resto del año obtienen sus beneficios y pagan sus gastos mientras mantienen la propiedad a su disposición, basta bloquear las fechas en la página web para que nadie la pueda alquilar.
La casuística es muy variada, y también ha caído en picaresca e incluso prácticas abusivas. Se ha dado el caso de un inquilino tradicional que ha subarrendado su vivienda por habitaciones sin conocimiento del propietario. A la vez ha habido propietarios que han desahuciado a sus inquilinos tradicionales para entrar en este mercado. Hay bloques enteros de viviendas, en algunas grandes ciudades, que la empresa propietaria ha destinado el inmueble a este uso exclusivo con la alarma general de las viviendas adyacentes.
Este verano ha sido prolijo en noticias relacionadas con todo esto y, siempre de fondo, el despiste general de las administraciones que no saben, o no alcanzan a regular este fenómeno al que, mucho nos tememos, acabarán dando una solución fiscal, es decir que impondrán tasas y pagamentos para decir que el asunto está resuelto.
Daño colateral
Si en algo ha repercutido esta oferta ha sido en el precio del alquiler tradicional. En algunas zonas como Baleares, Barcelona o Madrid, donde ya de por sí el precio de alquiler es muy alto, este fenómeno ha venido a incrementarlo y llevarlo a términos prohibitivos para las clases trabajadoras medias.
Los hoteleros también se han quejado de esta, para ellos, injusta competencia, a pesar de que los índices de ocupación, afortunadamente, siguen siendo altos.
En Alicante, especialmente en la capital, el incremento ha sido muy notable: basta “pasear” un poco por esas páginas webs en el ordenador y percatarse de la variada oferta existente.
Afortunadamente, el aeropuerto, AVE y buses siguen trayendo miles de visitantes que contribuyen al incremento de nuestra riqueza, aunque no todos los economistas estén de acuerdo, también los hay detractores.
Pero lo cierto, como dice Lawrence Osborne, es que el turismo hoy en día es un fenómeno imparable, de masas, allí donde vayamos vamos a encontrarnos con tour operator dispuesto a vendernos un paseo en barco, una excursión o cualquier otro producto que haga las delicias del viajero, convertido ahora en turista.
Solo, según el escritor, queda un paraíso habitado únicamente por nativos: Papúa, pero ya les digo que allí llueve mucho, los nativos no siempre están de buen humor y queda demasiado lejos para tan solo quince días de vacaciones.
Comentar