El sábado 7 de marzo el Teatro Principal de Alicante exhibió «Juana», una pieza de danza/teatro con dirección artística de Chevi Muraday, dramaturgia de Juan Carlos Rubio, textos de Juan Carlos Rubio, Marina Seresesky y Clarice Lispector, y fragmentos de George Bernard Shaw, Alcuino de York, Antiguo y Nuevo Testamento, Emmanuel Royidis, Fiedrich Schiller, William Shakespeare y Juana Inés de la Cruz, y protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón. Completan el elenco Carlos Beluga, Chevi Muraday, Maximiliano Sanford y Alberto Velasco.
«Juana» reúne en esta pieza a algunas de las más célebres mujeres que, unidas por su nombre, han poblado la historia. Aitana Sánchez-Gijón pone rostro, voz y en danza a la Papisa Juana, Juana de Arco, Juana la Loca, Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Doña.
Esta producción de Teatro Español y Losdedae Compañía de Danza es una producción bicéfala. En lo que se refiere a la danza, indiscutible el trabajo del gran Chevi Muraday (Premio Nacional de Danza 2006) quien plantea un trabajo coreográfico marcado por la intensidad emocional que caracteriza su obra, y con el reto de incorporar a una actriz que no es bailarina y conseguir equilibrio y un nivel acorde a su trayectoria. Muraday ya asumió esta labor en «Return», espectáculo para el que contó con la actriz Marta Etura que sorprendió con su faceta como bailarina y que, no en vano, ha seguido vinculada al mundo de la danza.
Imposible no mencionar el trabajo de iluminación de Nicolás Fischtel sin el que la pieza quedaría en muchos momentos en cueros y que, sin duda, junto con el inteligente juego que permite la escenografía de Curt Allen, Willmer y Studio DeDos son los elementos que aportan cuerpo y personalidad al conjunto.
La parte delicada llega cuando abordamos la segunda cabeza. Decir que es una pieza de danza/teatro me parece mucho decir. Podemos argumentar que se ha incorporado la palabra a la obra y que esa palabra en boca de Aitana Sanchez-Gijón se convierte en teatro. La pata que hace que la producción se tambalee es sin duda ésta. La dramaturgia de Juan Carlos Rubio hace aguas. Los textos originales, junto con los fragmentos seleccionados quedan expuestos como una masa espesa que obliga al espectador a luchar por entender, por encontrar una hebra a la que agarrarse para seguir el hilo, en una función a la que acude mucho público que no es habitual de danza, al que le cuesta entrar en el código abstracto contemporáneo y que por tanto busca en la parte teatral el clavo al que agarrarse.
Inevitable dedicarle la última reflexión al trabajo de Aitana Sánchez-Gijón. Esta actriz a la que le quedan ya muy poquitas o ninguna cosa que demostrar, merece un reconocimiento especial por este trabajo. ¿Es su mejor trabajo? NO. Pero que a estas alturas una actriz de esta envergadura decida apostar por un proyecto en el que se la va a sacar de su zona de confort, se la va a exigir un trabajo físico enorme, en un género en constante lucha por llevar al público a las salas, con la responsabilidad de saber que es su nombre el reclamo más atractivo para el espectador, es un riesgo que ella asume sin pestañear, con la elegancia y la coherencia que han caracterizado su carrera. Sánchez-Gijón transita por estas Juanas desdibujadas y las mantiene a flote gracias al talento y sin duda al trabajo.
«Juana» no ha superado completamente las expectativas que genera la ficha artística que presenta, y el magnífico trabajo de imagen promocional (al que, injustamente, no solemos hacer mención como parte de la producción) de Sergio Parra, Lighuen Desanto y Damián Comendador, y no las supera sobre todo por lo que a la parte teatral atañe. A «Juana» le falta Juana. Lo dejamos en un casi.

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