Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Contrastes

Una historia alicantina

Santa Faz (Fuente: Alicante Turismo -Ayuntamiento-).
Este año de 2020 estará marcado en negro en el calendario de la historia y tradiciones alicantinas. No habrá romería a la Santa Faz. Pocas veces en sus 530 años de existencia ha sucedido algo semejante. Aprovechemos el momento para repasar la historia de la Reliquia, desde su origen en el año 33 hasta hoy. Y mientras renovemos energías para, en 2021, retomar el camino de la Peregrina, de Alicante a Santa Faz. ¡Com sempre!

A lo largo del tiempo, en la abundante historiografía religiosa, fe y costumbres se mezclan entre sí y ambas, a la vez, con la leyenda. Así, siglo tras siglo, se han consolidado multitud de tradiciones por todo el mundo, también aquí. En Alicante fe y tradición tienen nombre: la Santa Faz.

Año 33 de nuestra era.

Mediterráneo oriental, ciudad de Jerusalén.

Una vociferante multitud se agolpa en las callejuelas estrechas, retorcidas y empinadas. Un hombre, sudoroso y ensangrentado, arrastra la pesada cruz de madera que iba a ser su propio patíbulo. De entre la muchedumbre surge la figura de una mujer, se desprende del velo que le cubre la cabeza y con él plegado limpia el rostro de Jesús de Nazaret(1), que milagrosamente quedó grabado en los pliegues de ese paño por tres veces. En el lugar donde acaeció este episodio (Vía Dolorosa, en Jerusalén) se levanta actualmente una pequeña iglesia, la de Santa Verónica, también conocida como capilla de la Santa Faz.

Capilla de la Santa Faz en Vía Dolorosa, Jerusalén. Es la sexta (VI) estación del viacrucis (Biblioteca Vaticana Digital).

Los primeros cristianos dividieron el lienzo en tres partes que custodiaron celosamente. Eran las primeras reliquias sagradas de la nueva religión.

Entrado el siglo VI la prudencia aconsejó su traslado fuera de Jerusalén, la ciudad santa empezaba a ser objeto de las primeras invasiones musulmanas y las sagradas reliquias embarcaron con rumbo a la isla de Chipre.

Allí estuvieron hasta el siglo VII. Los turcos invadieron la isla y, en torno al 640, fueron trasladadas a Constantinopla, capital del imperio, donde se depositó el lienzo en la majestuosa iglesia de Santa Sofía, lugar más frecuentado por los cristianos que el monasterio chipriota donde había permanecido hasta entonces. Largo tiempo estuvo el paño de la santa faz en la actual Estambul, hasta que en mayo de 1453 la ciudad fue asediada y tomada por los turcos. Las reliquias sagradas allí depositadas corrían verdadero peligro. Los hijos del emperador Constantino XII huyeron a Roma llevando con ellos el lienzo de la santa faz que entregaron al papa Nicolás V.

Su Santidad Nicolás V (Biblioteca Vaticana Digital).

Este guardó los paños con el rostro de Cristo en su oratorio privado. Cuatro papas después, Sixto IV (el de la capilla sixtina) envió a Venecia uno de los lienzos que su antecesor había guardado en el oratorio papal.

Papa Sixto IV (BVD).

La ciudad de los canales era asolada por una epidemia y el papa envió el lienzo para que obrara el milagro de acabar con ella… como así sucedió. Los venecianos, que habían prometido devolver la reliquia, se hacían los remolones, el tiempo pasaba y la santa faz no regresaba. El Papa tuvo que amenazar a Venecia con graves sanciones canónicas y envió a un cardenal de su confianza como legado pontificio para que -a base de mano izquierda- se trajera de vuelta a Roma el sagrado lienzo. El cardenal no era otro que Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro VI.

El Papa español Alejandro VI (BVD).

Por aquel entonces andaba en la capital de la cristiandad un cura de la aldea alicantina de San Juan, mosén Pedro Mena, que tras doctorarse en Teología en la vecina Valencia y conocer al cardenal Rodrigo de Borja (Borgia en su grafía italiana) viajó a Roma donde trabajó próximo al futuro papa (hay quien dice que fue su secretario personal). Era el año de 1484 cuando Rodrigo volvíó de Venecia con la misión cumplida y la santa faz, pero hete aquí que Sixto IV pasó a mejor vida por entonces y el cardenal en lugar de retornar el lienzo al oratorio papal, como no había papa (debió pensar él) se lo guardó en el suyo. Poco después le dió la reliquia al mosén de San Juan con el encargo de hacer un uso adecuado de la misma para aumentar la devoción por nuestro señor en estas tierras del levante español. Agradecido y obediente Pedro Mena retornó a la terreta haciéndose cargo de la parroquia del lugar de San Juan, en la huerta de la Condomina. La santa faz viajó hasta Alicante en una cajita de madera de cedro con incrustaciones doradas, también obsequio del cardenal. El mosén guardó el paño santo en un arca y aquí comienzan los hechos extraordinarios acaecidos en la tierra de Alicante.

Arca en la que el mosén Pedro Mena guardó la reliquia de la Santa Faz. Fue quemada el 26 de julio de 1936 en el asalto a la iglesia de San Juan (donde se conservaba) por grupos afectos a la causa republicana, durante los primeros días de la guerra civil (AMA).

El señor cura dejó el lienzo en el fondo del arcón y cuando volvió a abrirlo se lo encontró en la parte superior, desplegado, la cara del Señor frente a frente. Extrañado, volvió a situarlo en el fondo. Pero de nuevo lo encontró arriba. El hecho se repitió en cuantas ocasiones abría el arcón y el párroco de San Juan, intuyendo en él poderes sobrenaturales, decidió exponerlo a la veneración pública colocando el lienzo sobre una tabla de madera y explicando al pueblo el significado de la reliquia.

Ya se había corrido la voz por los contornos cuando la pertinaz sequía que azotaba la alicantina huerta de la condomina dió lugar a que se organizara una procesión de rogativa pidiendo la lluvia (propluvia), en la que se portaría el lienzo de la santa faz. Se preparó todo para el 17 de marzo de 1489. Así lo cuenta el historiador castellonense Rafael Martín de Viciana en 1564:

«…acaeció que los de la tierra, por falta de aguas que del cielo caian, votaron por hacer una procesión desde el lugar de San Juan al monasterio de Nuestra Señora de los Angeles (a extramuros de la ciudad de Alicante, en el cerro del mismo nombre). El mosén Pedro Mena puso la santa figura en manos de fray Francisco Villafranca para que la llevase en procesión y él entendió en ordenar las gentes, caminando y orando todos con mucha devoción…»

Cuando la procesión llegó al pequeño barranco de Lloixa (actual calle del Barranquet, en el caserío de la Santa Faz) el padre Villafranca sintió un peso enorme en los brazos, no podía sostener la santa imagen

«…en su ayuda acudieron labradores y clérigos. Arrodillados en el suelo, todos circunstantes contemplaron y vieron salir del ojo derecho de la figura una lágrima gruesa. Y aquella discurrió y bajó hasta el medio de la mejilla y allí se congeló…»

En aquel momento en Alicante se sintió un fuerte estruendo. La imagen lloró y la lluvia cayó.

Cuadro de Juan Conchillos (1680) que representa el milagro de la lágrima (Archivo Histórico Español/M. Cultura).

A partir de ahí los prodigios y milagros en torno al lienzo llegado desde Jerusalén, vía Chipre, Constantinopla, Venecia y Roma, han sido innumerables. En aquellos días de marzo de 1489 el de la lágrima y los posteriores milagros, incluido el de la beneficiosa lluvia, prendieron la devoción en las gentes de la huerta alicantina. En el mismo lugar donde sucedieron los hechos se levantó a toda prisa una iglesia, con piedra de la sierra de San Julián, para que albergara la sagrada reliquia y en el aniversario del primer milagro se llevó a cabo una peregrinación desde la colegiata de San Nicolás a la nueva iglesia de la Santa Verónica en el barranquet. Era el año de 1490, había nacido la Peregrina, la Romería de la Santa Faz.

En agosto de ese mismo año de 1490 (aún tardaría Colón dos más en descubrir América) el papa Inocencio VIII concedió Bula de Indulgencias, en la que se establecían 100 días de gracias espirituales e indulgencias a todos los creyentes y devotos que visitaran el monasterio el 17 de marzo, el lunes de pascua, pentecostés y el 6 de agosto (fecha de emisión de la bula pontificia).

Inocencio VIII (BVD).

También se reconocía el milagro de la lágrima. Alicante quedaba señalado como un lugar escogido por Dios.

Representación del milagro de las tres faces (caras) acaecido el 25 de marzo de 1489 en el santuario de los Angeles (AMA).

Durante los primeros años la morada de la Reliquia fue atendida por las monjas beatas jerónimas que, en 1518, fueron sustituidas por 4 monjas clarisas franciscanas provenientes de Gandía. Pero en poco tiempo las vocaciones se desbordaron y -como diríamos ahora había «overbooking» para ingresar al convento. Ese mismo año la ciudad de Alicante, que se había erigido en depositaria de la Reliquia, constituyó el Patronato de la Santa Faz con el fin de amparar la conservación de la misma y del propio monasterio. En torno a éste, con el tiempo, se levantaron algunas viviendas de familias alicantinas. Iba naciendo el caserío de la Santa Faz.

En enero de 1525 el papa Clemente VII aprueba canónicamente la relación de prodigios de la Santa Faz.

Clemente VII (BVD).

La devoción seguía creciendo. Hacía ya 35 años que se celebraba la romería. Al calor de la misma nacería una feria de comerciantes que con el tiempo cogió importancia y perdura hasta hoy.

Feria de Santa Faz 1947. A la derecha el rostro de Franco en la pared. Foto de Francisco Sánchez (AMA).

Un año después (1526) en el llamado cinturón de fuego del Océano Pacífico, camino de las islas Molucas, el marino español Juan Sebastián Elcano, primero en circunnavegar el globo, agonizaba afectado por el escorbuto. Decidió hacer testamento destinando 30 ducados de oro para cumplir una promesa que él no podría llevar a efecto por su estado de salud: la de peregrinar en la alicantina romería de la Santa Faz. Seis ducados eran para el romero que se encargaría de realizar el camino de la Peregrina en su lugar y otros 24 en donación a las clarisas del monasterio como tributo por la devoción del ilustre marino a la Santa Faz. La promesa no se cumplió y cayó en el olvido. Más de 400 años después el almirante alicantino Julio Guillén Tato lo descubrió en el testamento de Elcano y se encargó de que -por fin- se cumpliera el exvoto del marino español, lo que sucedió el 20 de abril de 1944.

La tripulación del Juan Sebastián Elcano, buque insignia de la Armada española, en la Peregrina de 1944, a su paso por el barranco del bonhivern (Av. Denia).
En el monasterio de la Santa Faz quedó constancia de la promesa de Elcano con un mosaico y la reproducción de la nao Victoria (Foto: Hojadellunes.com).

De vuelta al siglo XVI, en 1575, el papa Gregorio XIII (el del actual calendario gregoriano) concedió jubileo de indulgencia plenaria a todos los fieles que visitaran la sagrada reliquia el 17 de marzo, fecha del primer milagro y en la que por entonces se celebraba la romería.

Gregorio XIII (BVD).

En 1582 el concejo municipal de Alicante mandó construir una torre cuadrada junto a la iglesia, como vigía y protección frente a las incursiones de los piratas berberiscos.

Durante los primeros años de la tradición la Reliquia carecía de protección. Eran frecuentes las visitas de personajes ilustres, tanto alicantinos como foráneos. A cambio de una donación al convento, todos querían llevarse su pedacito de devoción en forma de fragmento del sagrado lienzo. Así que, trocito a trocito, peligraba la integridad de la Reliquia. Hubo que tomar cartas en el asunto y tanto las autoridades municipales como las eclesiásticas -que en esto mandaban más- prohibieron tocar el paño de la verónica, la encerraron en un tabernáculo y la rodearon de un cerco de plata a modo de relicario.

Los milagros y promesas cumplidas por la Santa Faz habían aumentado con los años. La devoción estaba ya muy enraizada. Al tiempo que la romería crecía también lo hacía la feria aledaña y los festejos en torno a la misma. Pero había un problema. El 17 de marzo siempre caía en cuaresma, tiempo de ayuno, vigilia y oración, lo que -en opinión de la jerarquía eclesiástica- no casaba nada bien con los festejos que en torno a la romería y al monasterio se celebraban cada año. Así que prestos a la tarea los clérigos reunidos en el tercer sínodo diocesano de Orihuela acordaron, en 1663, trasladar la fecha de celebración de la romería al jueves siguiente a la «dominica in albis», que es el 2.º domingo de pascua, el siguiente al de resurrección. La fecha actual. Pero los alicantinos no hicieron caso. Con el apoyo de las autoridades civiles la disposición no se cumplió. Se hizo caso omiso de ella durante 89 años, toda una vida, hasta que en 1752 (tras una agria polémica entre autoridades civiles y religiosas en torno a la procesión del Corpus, que finalizó con varias excomuniones y el consiguiente temor) el obispo de Orihuela, Juan Elías Gómez de Terán, puso las cosas donde hoy están y por los mismos motivos que los esgrimidos años atrás en el sínodo diocesano. Tras 261 años efectuándose cada 17 de marzo, la estricta moral eclesiástica la situó en la fecha en que hoy día la celebramos.

Monseñor Juan Elías Gómez de Terán, el obispo que puso la romería de la Santa Faz en su fecha actual (el jueves siguiente al 2.º domingo de pascua de resurrección) / Archivo Histórico Español.

Unos años antes, en 1691, Alicante sufrió el bombardeo inmisericorde de la armada francesa, que redujo la ciudad a escombros. Ante el terror que produjo esa acción las monjas clarisas al cuidado del monasterio cogieron la Reliquia y, protegiéndola convenientemente, abandonaron su convento «huyendo a pie por esos montes, causa por la que casi toda la comunidad está ahora enferma», escribía la abadesa sor Vicenta Scorcia el 21 de agosto a su regreso a la clausura.

Cuatro años antes del cambio de fecha, en 1748, la iglesia fue declarada en ruina. En 1750 se procedió a su demolición y se remató el nuevo templo (el actual) en 1766, ya con la fecha definitivamente cambiada. Mientras se realizaban las obras se habilitó una pequeña capilla, en la zona de clausura, para depositar la Reliquia.

En los años y siglos venideros se afinaron los protocolos de la Peregrina. Tales como fijar la asistencia y representación de autoridades o la ceremonia para la apertura del Camarín, el primero de los cuales se instaló en 1680. Desde el siglo XVII la imagen de la Santa Faz iba impresa en las patentes de sanidad que el puerto alicantino concedía a los buques y mercancías que en él fondeaban. Y así, año tras año, romería tras romería, la tradición se hacía más firme.

Unas cuantas riadas después (como sabemos son más habituales de lo que nos gustaría y la iglesia de la santa faz se erigió en el mismo barranquet donde tuvo lugar el primer milagro), entrados ya en el siglo XX, la Reliquia estuvo a punto de desaparecer. El 26 de julio de 1936 (misma fecha del asalto a la iglesia de San Juan) grupos de milicianos asaltaron el monasterio de la Santa Faz, destruyendo mobiliario religioso y laico, cuadros e imágenes. La Santa Faz corría serio peligro. A riesgo de su vida el vecino Vicente Rocamora Onteniente (que conocía bien el convento pues labraba el huerto a las monjas) y el alcalde pedáneo Tonico Santamaría (Antonio Ramos) consiguieron entrar en el camarín y rompiendo el cristal escondieron la Santa Faz en un capazo de esparto. Burlando la vigilancia se consiguió llevarla hasta Alicante donde, escondida en la diputación provincial, estuvo hasta el final de la guerra civil española. Al terminar esta también se hizo frente a la restauración del monasterio, que había quedado devastado. Se construyó un nuevo altar mayor según los planos del arquitecto Vidal Ramos y se retornó la imagen a su lugar.

En el quinto centenario del primer milagro de la Santa Faz, año de 1989, se construyó una réplica del arcón original en el que mosén Pedro Mena guardó el lienzo al traerlo de Roma. Y por primera vez -según el cronista Cerdán Tato- el lienzo original visitó el ayuntamiento de la ciudad.

La de la Santa Faz es una historia de fe y costumbres, de creencias y tradiciones ya tan arraigadas que ningún alicantino permanece indiferente ante ella. Y como alicantino permitidme decir que, sea o no verdad, la tradición de la Santa Faz merece ser cierta.

Este año de 2020 quedará marcado como uno de los pocos en que no hay romería. No saldremos a hacer el camino de la Peregrina, entre la devoción y la fiesta. Esperamos y querremos volver en 2021, con energías y fe renovadas.

Mientras tanto ¡Faz Divina! échanos una manita, que buena falta nos hace.

(1) El episodio de la mujer Verónica no se recoge en los evangelios canónicos, pero sí se refleja en los evangelios apócrifos.

Benjamín Llorens

Periodista.

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