«Sólo cuando se haya talado el último árbol; sólo cuando se haya envenenado el último río; sólo cuando se haya pescado el último pez; sólo entonces, descubrirás que el dinero no es comestible»
Adagio de los indios creek
¡Por fin! Tras muchos años en que se negaba, incluidos algunos científicos, el que se estuviese generando un cambio climático, la humanidad ha reaccionado y hoy somos conscientes de que ya está presente y que, de no atajarlo convenientemente, nuestro planeta, en menos de cincuenta años cambiará notablemente y también nuestra vida sufrirá ese gran cambio.
Últimamente están apareciendo noticias alarmantes en los medios de comunicación sobre los cambios que el medio ambiente está sufriendo a pasos acelerados en cuestiones relativas a la fauna, la flora y sobre todo al clima. Este último empezó a manifestarse de forma clara a mediados del siglo pasado. A finales de la década de los ochenta, la constatación de que había aparecido en la Antártida un gran agujero en la capa de ozono fue el inicio de que algo estaba ocurriendo en la atmósfera y que el hombre no era ajeno a ello. Los científicos alertaron de las posibles alteraciones del clima, sobre todo en América del Sur, en un fenómeno llamado el Niño que periódicamente produce unas lluvias torrenciales y vientos huracanados. Las predicciones se cumplieron y a lo largo de estos últimos años se han producido, con mayor frecuencia de lo que era habitual, grandes inundaciones en países como Perú, Bolivia y Ecuador y también en nuestra Comunidad y en otras como en Murcia que han arrasado grandes extensiones territoriales. También anunciaron que los huracanes que se producen en la zona del Caribe, podrían ser devastadores y más continuos. La predicción también se ha cumplido y por poner un ejemplo, ahí está el Katrina que destruyó parte de la ciudad de Nueva Orleans y produjo una gran cantidad de víctimas. Se dijo, que el agujero, se había producido por la emisión de gases a la atmósfera y en particular por los que utilizan los sistemas de refrigeración, tan habituales en nuestra vida.
Fueron muchas las voces que se alzaron en contra, diciendo que eran unas previsiones alarmistas y catastrofistas. Por desgracia, siete décadas después, se vienen confirmando estas previsiones que más que alarmistas eran sensatas y realistas.
Las emisiones de los gases producidos por la industria y el parque automovilístico han ido en aumento en los últimos tiempos y parece que esta carrera, en la que cada año se emiten más gases que producen un mayor efecto invernadero, no hay quien la pare.
Han tenido lugar reuniones para evitar que estas emisiones fuesen en aumento y en lo posible que se redujeran a unos niveles menores. En la reunión de Kyoto, se alcanzó un acuerdo para reducirlas que no firmó el principal causante de la contaminación atmosférica, los Estados Unidos. Este país, que no firmó este primer acuerdo y, sigue sin firmarlos en reuniones posteriores, sobre las medidas correctoras para paliar esta situación, todos los años, aumenta el nivel de emisiones de gases producidos sobre todo por su industria. En este mismo caso se encuentra actualmente la República Popular China.
En la Amazonia, el gran pulmón de la Tierra, se han deforestado grandes superficies de selva virgen para convertirlos en campos de cultivo. En los últimos veinte años, se ha llegado a cortar una superficie de arbolado equivalente a toda la península Ibérica. El destino posterior de estos terrenos para cultivos intensivos, empobrece la tierra, y para recuperarla son necesarios abonos químicos que no sólo contaminan localmente, sino que el arrastre producido por las aguas de lluvia de estas sustancias químicas, también afecta a las que rodean estos campos. La utilización de plaguicidas para proteger las cosechas y de herbicidas y desfoliantes para evitar que la vegetación propia de la selva se recupere, son también causantes de la contaminación de las tierras aledañas. Y esto puede ser un ejemplo puntual de lo que se ha hecho o se esta haciendo, en la actualidad, en las selvas tailandesa, vietnamita, laosiana, congoleña o en los bosques siberianos, noruegos, canadienses, etc. Sólo las tribus indígenas, por poner como ejemplo, que habitan en la Amazonía se han opuesto a esa deforestación y a las explotaciones petroleras que han causado numerosas víctimas denunciadas en medios de comunicación, sin que los países a los que pertenecen esos territorios hayan tomado ninguna iniciativa para detener estos expolios. Estas gentes a los que los «civilizados hombres blancos» llamamos salvajes, saben que si la «Pachamama» (la Madre Tierra) es perturbada, tarde o temprano la vida en su mundo y en el nuestro, cambiará y no se podrá retroceder si no dejamos de alterarla. Yo nunca llamaré salvajes a unas personas que, por estar en contacto a diario con la Naturaleza, la conocen infinitamente más que nosotros y saben lo que podría llegar a suceder de seguir así. Por si fuera poco, últimamente la Amazonía se ha visto afectada por grandes incendios como los que se han dado en este año. No descarto que por negligencia o interés esté detrás la mano del hombre.
Todos y cada uno de nosotros, como seres que habitamos en esta Tierra, tenemos la obligación de no alterar y cuidar el legado que nuestros predecesores nos dejaron para transmitírselo a nuestros descendientes
Joaquín Ñeco Castaño
La agricultura ha pasado de ser un medio para abastecer inicialmente a la familia y después para proveer el consumo interior de un país, a ser una producción masiva para no sólo cubrir estas necesidades, sino para poder exportar al exterior y tener una mayor rentabilidad, sin considerar las consecuencias posteriores. Algo que por otro lado ya ha sucedido y de lo que no hemos tomado ejemplo para que no vuelva a ocurrir. En la década de los años treinta del pasado siglo, se produjo una gran sequía en las praderas norteamericanas que produjo un cambio de su suelo. Las gramíneas que todos los años florecían en esas praderas y por sus características eran capaces de sujetar el terreno ante las grandes tormentas que se dan en esas tierras en épocas de calor extremo, fueron sustituidas por grandes extensiones de cultivos de maíz y trigo que hicieron que se convirtiera en polvo el terruño, al no poder afincarlo adecuadamente estas plantas, cubriendo pueblos y cosechas con una capa tan espesa que la mayoría de los agricultores tuvieron que dejar sus tierras y viviendas y emigrar a otros estados. Esta catástrofe se conoce todavía en los EE.UU. como el famoso Dust Bowl (escudilla de polvo). Es paradójico que una nación que ha sufrido en el pasado un hecho como este, producido por la mano del hombre, en el presente se niegue a colaborar para que algo parecido no se vuelva a repetir a nivel mundial.
Los recursos del mar han sufrido últimamente tal acoso, con la utilización de procedimientos de pesca intensiva que, al ritmo actual de extracciones, unos científicos de una prestigiosa universidad canadiense, han estimado que para el año 2050 habrán desaparecido la mayoría de las especies que hoy se capturan al no darles tregua para que se recuperen.
La masiva y desordenada utilización del agua, ha traído como consecuencia que los acuíferos hayan disminuido sus reservas, produciendo notables alteraciones en zonas tradicionalmente húmedas y como consecuencia repercusiones en toda la cadena biológica. Tómese como ejemplo las tablas de Daimiel, otrora un almarjal con agua y con una gran riqueza en fauna y hoy estaría convertida, en su mayor parte, en unos terrenos yermos y estériles si no se les hubiesen aportado agua procedente de acuíferos. Claro que hemos vestido a un santo desnudando a otro y, el problema, también repercute en el hombre pues somos el último eslabón en la cadena biológica y si falla cualquiera de los intermedios, las consecuencias para nosotros pueden ser imprevisibles.
El efecto invernadero, ha producido un aumento de la temperatura media y ya nadie duda que estamos en un proceso de cambio climático provocado por el hombre. En los últimos cien años la temperatura media ha aumentado casi un grado y medio y se está anunciando, por parte de los científicos que, en cuatro o cinco décadas, se podrían alcanzar aumentos próximos a los tres grados de no poner los medios correctores oportunos. De ocurrir esto, los casquetes polares sufrirían grandes deshielos que traerían como consecuencia el aumento del nivel de la mar y por consiguiente muchas de las poblaciones actuales que están en las costas desaparecerían casi o en su totalidad. Muchas de las especies animales que viven en esas zonas, acostumbradas a un clima frío, se extinguirían al cambiar tan bruscamente el medio en el que han vivido y no poder adaptarse a la nueva situación al ser el cambio tan rápido. Algunas de estas consecuencias por el aumento de la temperatura, ya se están apreciando. Por ejemplo, en Groenlandia, se ha comprobado que algunos de sus glaciares han perdido masa de hielo y han retrocedido, incluso kilómetros, en su recorrido. Los osos polares, de esta región de la tierra, al disminuir la capa de hielo flotando en la mar, y como consecuencia su alimento principal, las focas, se ven obligados a recurrir a las basuras de los poblados para poder comer con el consiguiente peligro para sus habitantes, que han visto incrementados los ataques mortales. Igual ha sucedido con algunos glaciares en Suiza, que han desaparecido y han quedado al descubierto las morrenas.
La especulación urbanística ha traído, como consecuencia, una destrucción de zonas de un alto valor ecológico que en un futuro nos pasarán la factura. Para crear esas grandes urbanizaciones, esos campos de golf que producen una rentabilidad momentánea, pero que en el futuro nadie podrá utilizar porque no habrá suficiente agua para mantenerlos, se han destruido parajes y se ha alterado el equilibrio natural que mantiene en todo momento la Naturaleza, y estas actuaciones dejan su huella y, en el futuro, nos daremos cuenta de los errores que cometimos en el pasado. Algunos especuladores dicen, por ejemplo, que los campos de golf se riegan con aguas recicladas. Esto es un argumento falaz, porque se olvidan de que esas aguas provienen de haber sido utilizadas anteriormente para otros fines, como el consumo humano, en servicios sanitarios, en lavado, etc. pero si escasea esta, ¿qué vamos a reciclar?
Los incendios de los bosques, algunos los menos, provocados por causas naturales y otros, en su inmensa mayoría por la mano del hombre, están acelerando procesos de desertización al no haber tapiz vegetal que contenga el arrastre de las tierras por la acción de la lluvia. Estos incendios suelen abarcar grandes zonas que hacen muy difícil su control y extinción y que claramente denotan una acción criminal. Recuérdense los incendios ocurridos en California, Australia o en nuestra Galicia en el pasado verano.
El futuro
Muchos lectores se preguntarán: esta visión de hechos que están ya sucediendo o que se estima que se producirán ¿es una situación caótica y apocalíptica? Pues mi opinión es que, de no ponerle remedio, se puede convertir en realidad. Todos y cada uno de nosotros, como seres que habitamos en esta Tierra, tenemos la obligación de no alterar y cuidar el legado que nuestros predecesores nos dejaron para transmitírselo a nuestros descendientes. Es una obligación moral, es más, diría que hasta un pecado, no cuidar lo que Dios nos dio para que viviésemos en este planeta. Desafortunadamente, aunque estas noticias no pasan desapercibidas a la inmensa mayoría del público no se les exige, a nuestros gobernantes, las leyes y por supuesto las medidas que contengan estas que podrían corregir esta situación y, como los avestruces, prefieren esconder la cabeza en un agujero porque de momento no les afectan mucho. Yo no la escondo y por el bien de nuestros descendientes, se lo pido.
Nuestros gobernantes, deberían ser los primeros en dedicarse a resolver este problema que afecta a todos los habitantes del orbe y dejar a un lado los intereses mezquinos, partidistas y egoístas para que este planeta llamado Tierra puedan heredarlo nuestros descendientes.
En la “Conferencia de París sobre el Clima” celebrada en diciembre de 2015, 195 países firmaron el acuerdo vinculante mundial sobre el clima. Para evitar un cambio climático peligroso, el acuerdo establece un plan de acción mundial que pone el límite de calentamiento global muy por debajo de 2º C.
La decisión no era vinculante para los estados miembros hasta que 55 países que más producen gases de efecto invernadero del mundo, lo ratificaron ¿Se tomaron medidas para detener en lo posible este cambio en nuestra atmósfera? Creo que ninguno. La prueba evidente es que los niveles de gases y las temperaturas han aumentado.
En junio de 2017, el presidente de EE.UU. Trump, anunció que su país se retiraba de los acuerdos de París como había anunciado en su campaña electoral, volviendo a repetirse lo que sucedió en Kioto. Su retirada se produjo por las presiones que ejercieron las industrias del petróleo y el carbón y ante la amenaza que, al disminuir la producción de estas industrias, aumentara el desempleo. Con lo cual, las esperanzas del mundo entero que esperaba que este acuerdo saliera adelante para detener, por lo menos, este gran problema al que se enfrenta la humanidad quedó prácticamente en suspenso por la retirada de una de las naciones que más gases produce su industria y emite a la atmosfera.
En la reunión de Madrid de los países de la ONU afectados por el cambio climático, estoy seguro que se pondrán sobre la mesa las leyes oportunas para tratar de combatir este problema. De lo que no estoy tan seguro es que a posteriori se tomen también las medidas oportunas para hacerle frente. Espero equivocarme.
Quiero dejar por sentado que no pertenezco a ninguna ONG ni a ningún grupo ecologista, soy simplemente un humilde habitante de esta Tierra que no quiere que se cumpla una vieja sentencia anónima que dice:
“Los bosques preceden al hombre. Los desiertos le suceden”.
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