Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Contrastes

Alicante expoliada entre el silencio y el olvido

Un episodio desafortunado de la Alicante decimonónica…Muere un marqués sin descendencia directa con un rico legado artístico que dona a la ciudad de Alicante, pero sus voluntades no son respetadas. Y lo que pudo haber sido se queda en una frustrada carrera legal que pierde la ciudad, los ciudadanos y el arte, cayendo en el […]

Un episodio desafortunado de la Alicante decimonónica…Muere un marqués sin descendencia directa con un rico legado artístico que dona a la ciudad de Alicante, pero sus voluntades no son respetadas. Y lo que pudo haber sido se queda en una frustrada carrera legal que pierde la ciudad, los ciudadanos y el arte, cayendo en el olvido. Te lo cuenta Benjamin Llorens a razón de su investigación en diarios de los años 20 del pasado siglo.

A mediados del siglo XIX Alicante contaba con una colección artística de primera magnitud en el palacete del marqués de Algorfa, sito en la calle Mayor de la capital.
Vamos a recrear una historia que en este 2019 es prácticamente desconocida en la terreta. Lo haremos bebiendo en las fuentes del periódico El Luchador que en 1922 (hace ahora 97 años) publicó el relato del frustrado Museo Algorfino, lo que sucedió a mediados del XIX (han pasado más de 160 años) y que ya en los años 20 del pasado siglo era poco conocida en la ciudad (habían transcurrido casi 7 décadas). El propio diario se refería a ella como «una vieja historia poco comentada, poco conocida…No ha habido nadie que recogiera -ni siquiera por curiosidad espiritual- el relato del inconcebible despojo con que fue ofendido Alicante».

Corría el año de 1762 cuando el rey Carlos III otorgó el marquesado de Algorfa a Francisco Ruiz-Dávalos y Rosell. Ya entrados en el siglo XIX nos encontramos con Carlos Pérez de Sarrió y Ruiz-Dávalos, sexto marqués de la Algorfa y protagonista de esta historia, tal y como recoge El Luchador.

El anterior marqués, don Ignacio, hermano mayor de quién nos ocupa, fue «un erudito y sabio español» especialista en Historia y Filología antiguas. Falleció sin descendencia y el título pasó a su hermano Carlos, también soltero, teniente de navío de la Armada española y enamorado del arte. Una vez retirado de las correrías marítimas se instaló en su palacete de la alicantina calle Mayor, convirtiéndolo en un museo abierto a todo el que quisiera admirar las obras allí expuestas. Había reunido el marqués cuadros, esculturas, cerámicas y objetos arqueológicos que poseía de su patrimonio y añadió lo que fue adquiriendo en sus viajes por el mundo como navegante al servicio de la corona de España. Era un mecenas de la época, apoyando a jóvenes artistas y ejerciendo él mismo el arte de la pintura.

Alicante y su puerto, 1863 (AMA)

Con los años, don Carlos decidió legar a su ciudad de Alicante el tesoro artístico (que no era pequeño, como veremos) guardado en su palacio de la calle Mayor. Dispuso en su testamento que «con todos los cuadros y objetos artísticos de su propiedad quede constituido en esta misma casa el Museo Algorfino de Alicante». Y como en el futuro esta institución necesitaría mantenimiento y servicios dignos, destinó varias fincas urbanas de su propiedad «para que se contribuya con sus rentas a la conservación del museo y a los emolumentos de su director y guardianes». Todo pagado del bolsillo del marqués, incluso después de muerto. Ni ayuntamiento, ni diputación, ni ministerio alguno tendrían que gastar un duro en el proyectado Museo. Pero todo ello no fue suficiente para que Alicante mantuviera la institución.

El marqués dictó también disposiciones y reglas para el funcionamiento del Museo Algorfino y ordenó su apertura al público cuanto antes. Como señalaba El Luchador, «todo está dispuesto con método, con decisión clara y estricta. El marqués se honra a sí mismo y honra a Alicante. En su postrer acatamiento a la ciudad palpita un noble y exaltado amor al Arte y a la Patria».

Carlos Pérez de Sarrió y Ruíz-Dávalos, sexto marqués de la Algorfa, falleció sin descendencia directa en 1855 en su ciudad de Alicante. A partir de ahí se organizó el belén. Los herederos del marqués se lanzaron sobre la importante herencia según señalaba el autor del reportaje en El Luchador, el periodista Francisco Montero Pérez, desde las páginas del diario republicano:
«Y contra la ciudad, contra el Gobierno, contra el espíritu del pueblo, contra la memoria del Marqués, comienzan su cruzada…Los familiares del marqués se aprestaron a la lucha. Antes que allanarse a la voluntad de su ilustre deudo, prefirieron arremeter desaforadamente contra todos los obstáculos que se opusieran a la suya».

Alicante a mediados del XIX. Grabado de Alfred Guesdon. (BNE)

Al haber sido el marqués teniente de navío recurrieron al tribunal militar del apostadero de Cartagena invocando la ley de desamortizaciones vigente en los años 50 del siglo XIX.

«Querían que se anulase el testamento y que los bienes del finado se declararan libres. Así podrían asegurar la posesión de la herencia».

El pleito adquirió proporciones importantes, haciéndose cada vez más prolijo y confuso, con una lenta marcha. Mientras tanto, el ayuntamiento no había conseguido forzar la apertura del Museo Algorfino y cumplir así la última voluntad de su conciudadano. Pasaban los años y el asunto iba dando vueltas por los tribunales.

En 1859 (cuatro años tras la muerte del marqués) el gobernador civil Celestino Mas Abad, comunica por escrito al alcalde Lorenzo Berduc que se ha dirigido al Gobierno de la nación para que resuelva la apertura del Museo Algorfino y pide al Concejo municipal que apoye esta solicitud. Por su parte, el alcalde de la terreta «se dirige también a los herederos de don Carlos invocando su patriotismo y amor a la ciudad para que no pongan obstáculos a las disposiciones del finado»… pero que si quieres arroz Catalina. El pleito sigue su curso implacable.

En 1860 el gobierno de su majestad Isabel II se interesa en el asunto y solicita que las autoridades hagan un inventario minucioso de todos los objetos que integran el Museo, pero las llaves del palacio están en manos de los herederos que se niegan a abrir las puertas y protestan por la resolución del Consejo de Ministros. El titular de Fomento envía un despacho telegráfico al gobernador: «Adopte V.S. cuantas medidas juzgue conducentes a la seguridad de las pinturas y otras obras de arte legadas por el marqués de Algorfa para formar un Museo en esa capital de Alicante».

De inmediato el gobernador Celestino Mas da la orden de que las puertas del palacete algorfino de la calle Mayor sean descerrajadas para que, al fin, quede hecho el inventario (765 obras, la mayoría pictóricas como veremos más adelante). Pero don Celestino no para aquí y envía un oficio al fiscal de Cartagena, a cuya jurisdicción naval-militar han recurrido los familiares del marqués: «…A los herederos les alienta para obrar así la forma en que está redactada la clausula 69 del reglamento del Museo, por la que se prohíbe que el Gobierno ni persona alguna intervenga ni autorice en lo más mínimo lo que dispone (el señor marqués) en cuanto a la creación del Museo; y esto lo interpretan los herederos con la violencia que V.S. advertirá, oponiéndose a que propios y extraños admiren las preciosidades artísticas que deben ser objeto del establecimiento para eterna memoria del fundador, cuya voluntad, lejos de contrariar, solicito que se cumpla».

Los herederos continuaron a la suya y «a pesar del pueblo alicantino, de sus autoridades, del propio gobierno de la nación y de la ley moral, otra ley, la concebida y administrada por los hombres, acabó concediendo el triunfo a los que pretendían su propio beneficio personal por encima de consideraciones morales, espirituales, sociales o éticas».
Fue un visto y no visto. “Con codicia propia de mercaderes los triunfantes herederos se repartieron el botín”. Alicante se quedaba compuesta y sin Museo.

Vista del puerto de Alicante, cuadro del pintor Agrasot (Mubag).

El inventario, que pudo llevarse a cabo tras la orden del consejo de ministros, dio a conocer a las autoridades lo que la gran colección albergaba. Fue encargado al alcalde Lorenzo Berduc, al secretario municipal Andrés Charques y, como perito, al catedrático de dibujo del Instituto de Enseñanza de Alicante, Enrique Jiménez…pequeño equipo para tan magna tarea.

«Hemos leído con detención -señalaba El Luchador- la lista de autores cuyos cuadros integran el inventario y nuestro asombro es inaudito. No concebimos que Alicante se resignara a perder un tesoro artístico de esa naturaleza, de ese inmenso valor. Ni que el Gobierno se aviniera a que la voluntad expresa, firme y terminante, del difunto marqués fuese burlada».

Entre las 765 obras inventariadas aparecen Velázquez, Alonso Cano, dos obras de Murillo, Francisco de Herrera, Luis Tristán (discípulo del Greco), José Ribera El Españoleto con tres cuadros, Vicente López, Francisco Ribalta o Zurbarán con el cuadro «San Francisco en oración»… actualmente en la National Gallery de Londres.

De la escuela flamenca se cita a Brueghel, Jordaens, Snyders o Pablo de Vos. Entre los maestros italianos aparecen Tintoretto, Perugino o Luca Giordano, con su obra «San Cayetano»…hoy en la Galería de Arte de Ontario, ubicada en la ciudad canadiense de Toronto.

De las escuelas francesa, holandesa o alemana también había buena representación en el Museo Algorfino de Alicante (por ejemplo dos tablas de Alberto Durero, el más afamado artista del Renacimiento alemán).
Dada la dificultad con que se realizó el inventario muchas obras quedaron sin clasificar, lo que permite sospechar que en ese montón anónimo pudieran quedar escondidas muchas ilustres firmas. Así y todo, lo que el inventario establecía como cierto tendría hoy un valor con cifras mareantes.

Sus autores añadieron algunas consideraciones sobre la dificultad del trabajo y su prudencia al catalogar, prefiriendo etiquetar una obra como “anónima y/o sin título” antes que aventurar un autor no comprobado convenientemente. Y manifestaron su temor ante el futuro del Museo Algorfino: «Pérdida lamentable sería para Alicante, para las Bellas Artes y para la memoria del ilustre señor marqués de Algorfa, que por una fatalidad se dispersara este Museo».

Sus temores no eran vanos y es que -como decía Montero Pérez en 1922 desde El Luchador- «lo más enorme ocurre aquí entre el silencio y el olvido».

Fuentes e Imágenes:

*Biblioteca virtual de la prensa histórica
*El Luchador (todos los entrecomillados son reproducciones textuales de este periódico)
*Archivo Municipal de Alicante (AMA)

*Biblioteca Nacional de España (BNE)

*Diputación Provincial de Alicante (MUBAG)

Benjamín Llorens

Periodista.

Comentar

Click here to post a comment