Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

Una profunda crisis de valores

Fotografía de 8 Photo (Fuente: Freepik).

En el mundo actual sufrimos una profunda crisis de valores e incluso una transmutación de los mismos.

Aparentemente, se  ha primado el valor económico, pues una buena parte de la actividad diaria, del cotidiano existir, se apoya en el dinero, pero en un sentido irreal. El valor económico existente realmente en nuestra sociedad es perjudicial y dañino, pues supone desterrar aspectos tan positivos como el ahorro, la buena administración, el sentido correcto del gasto, el saber distinguir lo esencial de lo accesorio, el huir del consumismo… Y estas ausencias son de lamentar. No se da ese deseable valor humano positivo, constructivo, pues se da evidentemente el antivalor o contravalor. Cada valor tiene su contravalor. El valor económico tiene  su contravalor económico. Hemos de pensar en  lo que realmente supone la clave de bóveda de la construcción financiero/monetario/bancario/dineraria. No hay valor económico apropiado en estos tiempos, la Banca tiene usura, abusa del cliente. El cliente muchas veces se endeuda hasta las cejas, gastando por encima de sus posibilidades. Los partidos políticos se financian con préstamos y así, al no poder pagar los elevados intereses, están cogidos por el poder financiero, que es el que  auténticamente domina, tristemente, el mundo.

Estamos dominados por los poderes financieros. Nos tienen cogidos. Este poder, estos poderes, que sí alcanzan límites abusivos, son una especie de neocapitalismo salvaje y llevan en su seno el germen de la corrupción, el antivalor económico y el abuso en la distribución de la riqueza (que pasa a ser en buena parte el botín del león, el festín del poderoso, frente a las migajas para los humildes).

¿Cómo acabar con esta tupida red que nos envuelve, que nos atrapa? La solución sería algo radical, una subversión de los antivalores y que se truequen en valores positivos. Mientras tanto…

Fuente: Freepik.

Pero los antivalores, en general, dominan en la sociedad. Predomina el egoísmo (antivalor) frente a la necesaria solidaridad (valor), la codicia (antivalor) frente al ahorro y la buena administración (valor), la violencia frente a la paz, la agresividad frente a la sociabilidad, la enemistad frente a la amistad, la envidia frente a la admiración, la competencia fiera frente a la emulación, la indiferencia frente al interés por el otro, la mala educación frente a la urbanidad, lo soez frente al respeto… y  así hasta casi el infinito.

Ciertamente, hay excepciones, hay sectores minoritarios y personas concretas que son ejemplo y espejo en que mirarse, pero todo ello apenas supone una pequeña parte del colectivo social.

Ante este triste panorama, hay que tomar medidas correctoras para no terminar de caer en el abismo. Medidas educativas (cuando ahora se reduce la inversión en educación), medidas sociales (en un tiempo en el que el presupuesto se recorta), medidas políticas (actualmente en la propia política tenemos una de las raíces corruptas), medidas jurídicas (frente a un sistema judicial sospechoso…), medidas democráticas (porque la democracia es muy débil en nuestros días, con muchas lagunas)…

Es solamente una reflexión. Ojalá pueda tenerse la solución mágica.

Veamos con cierto detalle los caracteres de estas medidas que se deberían tomar, tanto por el Estado como por las diferentes instituciones de la sociedad civil. Es una tarea de todos, en coordinación efectiva y práctica.

Medidas a adoptar para paliar las insuficiencias de los valores económicos actuales

Urge cambiar los valores económicos actuales, que podemos denominar “injustos”, por otros nuevos, regeneradores, que denominaremos “humanistas”. Para ello, se debe tomar toda una serie de medidas, vigorosas, en unión sinérgica y holística.

Medidas educativas. Es evidente la insuficiencia de las cantidades que en los presupuestos generales del Estado se dedican a la educación y la investigación. Los estudios de esa rama de las Ciencias de la Educación que es la Economía de la Educación hacen ver que es precisamente la educación (y asimismo la investigación) uno de los motores básicos del desarrollo económico y social de una nación. En España minusvaloramos estos aspectos y así nos situamos en Educación, a la cola de los países avanzados. Y no se diga si hablamos de la investigación, tanto pura como aplicada.

Medidas sociales.— Las necesarias medidas sociales son evidentes. Hemos de ir a la mejora decidida de aspectos como la alimentación, la vivienda (tema candente), el índice de pobreza (esas colas del hambre…), la política migratoria  (acogiendo en condicione humanas y justas y controlando el fenómeno) y otros de análoga naturaleza.

Medidas políticas.— La sombra de la corrupción de los políticos es uno de los caballos de batalla existiendo casos y casos  en los diferentes partidos, y de todos son conocidos nombres y apellidos, lo que mancha esa deseable limpieza moral del mundo. Urge un consenso entre partidos, más unidad y unos códigos éticos claros y contundentes, por el bien general.

Medidas jurídicas.— Nuestro sistema judicial adolece de un farragoso marco legislativo y práctico que creemos es, en sentido estricto, claramente incompleto. Pero la democracia es frágil y ha de estar apoyada por una regulación suficiente que garantice la defensa de los derechos humanos al máximo nivel. Soplan siempre vientos de fronda asediando la limpieza de este imprescindible modelo político. Como es natural y evidente, la carrera judicial debe ser absolutamente profesional y técnica, al margen de ideologías de partido. Los jueces y fiscales tienen una tarea relevante y esencial en un sistema democrático y han de estar avalados por las mejores herramientas del saber jurídico.

Medidas democráticas.— La democracia es el mejor sistema posible o, al menos, el más deseable en comparación con el resto. Pero la democracia es débil y está sujeta a múltiples acechanzas. Ha de desterrarse todo viso de corrupción y los representantes del pueblo han de ser espejo intachable en el que mirarse la ciudadanía. Y la falta de ejemplaridad es acaso el mayor peligro para una democracia auténtica.

Todas ellas son una marea envolvente de una interdisciplinar serie que engloba unas preferentes medidas económicas subyacentes.

Los grandes pensadores

Creo que haría falta que volvieran los grandes pensadores, los grandes filósofos, las autoridades intelectuales de altura, que sean las que marquen el camino. En el mundo de lo light y de los ejemplos basura, hay pensadores light, intelectuales light, líderes light… Para esta meta transformadora nos debemos apoyar en los grandes pensadores y, en especial, en los filósofos axiológicos, defensores de la teoría del valor.

Kant, por Gottlieb Doebler. Imagen: Museo Estatal de Prusia Oriental con Departamento de Alemania Báltica, Lüneburg. (Fuente: Wikimedia).

Ética universal del valor.— Husserl, Scheler, Kant, Pascal y otros, nos dan la pauta en la que en todo momento encontraremos beneficios a nuestros fines. Edmund Husserl (Lecciones sobre ética y teoría del valor) mostró que en la «visión de la esencia» podemos aprehender con evidencia intelectual «esencias ideales». Max Scheler, el padre o fundador de la moderna teoría de los valores,  nos muestra (El puesto del hombre en el cosmos) que somos capaces de aprehender con «evidencia emocional» contenidos de valor igualmente ciertos. Kant, el autor de Crítica de la razón pura, fundó su ética por medio de una ley formal y rechazó todos los contenidos de bienes, falsa conclusión a la que tenía que llegar en su intelectualismo. Blas Pascal ejerce gran influencia en Scheler afirmando que los valores, empero, no pueden ser verdaderamente conocidos por el intelecto, pues son “esencias alógicas”, son sentidos por la emoción, el ánimo o el «corazón». Se aproxima así Max Scheler al concepto de la «lógica del corazón» defendida por Blas Pascal (Pensamientos).

Así pues, las huellas de los grande pensadores, en general, y en lo relativo al mundo de los valores, en particular, deben ser tenidas muy en cuenta, como ya hemos apuntado líneas arriba y ello porque aportan calidad suma y profundidad de pensamiento, algo que se da cada vez menos en muchas “autoridades” del pensar de nuestros días.

La teoría de los valores según Scheler

Sobre el sentido de los valores, o estimativa, nos muestra Scheler a  estos como aquellas cualidades de carácter permanente que producen de suyo un deber ideal, y si a este deber le damos forma dentro de la vida diaria se convierte entonces en «imperativo». Dado que la ética consiste en los valores aprehendidos con «evidencia emocional», es de por sí absoluta y, por tanto, igual para todos los pueblos (se trata de una ética universal). La diferencia práctica de la ética procede tan solo de la diferencia geográfica, histórica o racial incardinada en el sentimiento originado por el valor.

Max Scheler (Fuente: Wikimedia).

Pero el hombre, el ser humano siente de una parte, los valores y de otra, la necesidad de los mismos. La persona siente qué valor es necesario preferir, según su jerarquía en el conjunto de los mismos. Scheler habla de tres grados axiológicos:

  • Grado ínfimo o primero.
  • Segundo grado.
  • Grado o nivel tercero.

Así, el grado ínfimo lo constituyen los valores del sentir sensible: lo agradable y lo desagradable, el placer y el dolor, lo provechoso y lo dañino. El segundo grado lo conforman los valores del sentir vital: lo noble y lo innoble (vulgar). El tercer nivel o escalón, está constituido por los valores del espíritu: lo bello y lo feo, el aprecio puro de lo verdadero, lo justo y lo injusto, la cultura… El cuarto y más alto grado lo conforman los valores de lo sumo y lo profano, los valores místicos con sus dos estados axiológicos superiores: el éxtasis y la agonía.

Dónde situar el verdadero sentido que ha de tener un valor económico humanista

No existe, según Scheler, un grupo aparte o independiente de valores «morales». ¿En qué consiste la moralidad? En realzar dichos valores del mejor modo factible, en la vida cotidiana y práctica.

Quizá nos movemos, a nuestros fines, en el tercero de los escalones o grados, lo justo y lo injusto, la cultura y el aprecio puro de lo verdadero. Este sería el valor más cotidiano, el que debe cultivar el hombre de la calle, el común de los mortales, más ligado al  día a día,  a la cotidianeidad del quehacer de la gente. Se trata de lograr una mejora ética de la sociedad, que tendría su plasmación, como una línea diamantina,  en una mayor calidad de vida, en hacer de la  gente seres más humanos, más convivenciales, en un clima más acogedor y más próximo  esa deseada y ¿utópica? felicidad amplia.

¿Estamos ante  una decadencia moral de la sociedad? Creo que sí. La revolución ha de partir de nosotros mismos, de nuestro interior. Hemos de transformar los valores económicos existentes (insuficientes, decadentes, amorales) en valores económicos nuevos, renovadores, ejemplares, humanistas, al servicio de un sociedad mejor, más justa y convivencial conjugando el progreso económico y el de índole moral. Seamos felices, amigos. Panta rei (todo fluye). Y como todo fluye, la sociedad iría mejorando paulatinamente en sucesivas etapas eminentes.

Busto de Heráclito que se halla en la Sala de los filósofos en los Museos Capitolinos de Roma. Fotografía de Roy Fokker (Fuente: Wikimedia).

Heráclito ha pasado a la historia como el modelo de la afirmación del devenir. Su filosofía (contenida en la obra Sobre la naturaleza) se basa en la tesis del flujo universal de los seres. El devenir está animado por el conflicto: «La guerra (pólemos) es el padre de todas las cosas», una contienda, por supuesto no en sentido bélico sino metafórico, de lucha interior,  que es al mismo tiempo armonía, no en el sentido de una mera relación numérica, como en los pitagóricos, sino en el de un ajuste de fuerzas contrapuestas, como las que mantienen tensa la cuerda de un arco. El fragmento quizás más conocido de su obra dice:

“En los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”.

Platón bajo la figura de Sócrates en el Crátilo da una caracterización general sobre la doctrina del “flujo perpetuo” que vincula el apotegma con otras famosas citas. En este flujo perpetuo situamos el cambio que se ha de operar en la sociedad, caminando hacia una sociedad ética y plena de valores. Una sociedad nueva y regenerada frente a una sociedad como la  actual, enferma.

Los economistas humanistas

Surge una nueva corriente en Economía, cada vez con más fuerza, la Economía humanista que tiene importantes representantes y dos de ellos son españoles, Sampedro y el alicantino Germán Bernácer. Aportan esa brisa fresca de la nueva Economía que ha de ir consiguiendo importantes logros. José Luis Sampedro Sáez ​​​fue un escritor, humanista, economista y político español que abogó por una economía «más humana, más solidaria, capaz de contribuir a desarrollar la dignidad de los pueblos». Despliega un pensamiento compartido con los problemas de su tiempo. Es autor de la obra “Economía humanista. Algo más que cifras”.

Germán Bernácer Tormo (Fuente: http://www.germanbernacer.org/).

 Escribe el economista alicantino Germán Bernácer Tormo: “Buscan las naciones la manera de eludir el mal que las aqueja y creen hallarlo momentáneamente en tarifas aduaneras, en cambios políticos, en expansiones mercantiles, en conquistas coloniales, que no hacen sino encender el odio y la rivalidad entre los pueblos y los hombres, promover guerras, huelgas, disturbios sociales, revoluciones políticas y otros cruentos males, que son manantiales de nuevos dolores y obstáculos al progreso moral de la Humanidad” (En La Teoría de las Disponibilidades como interpretación de las Crisis Económicas y del Problema Social).

Una sociedad mejor

En ese fluir del río heracliteo, sus aguas nos  deben llevar, ineludiblemente, a una sociedad mejor. Pongamos todos de nuestra parte para conseguir esa ansiada meta.

José Moratinos Iglesias

Doctor en Ciencias de la Educación, diplomado en Psicología, profundo conocedor de la Psicopedagogía e Instructor de Tiempo Libre con sus estudios de Magisterio.

3 Comments

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  • Don José: Nos ha dado usted un fabuloso paseo intelectual por la historia de pensadores profundos y grandes humanistas, aunque observo alguna laguna importante. ¿No se ha olvidado de los grandes filósofos y teólogos del Cristianismo, como San Agustín, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, Suárez, Duns Scoto y otros muchos que dieron lustre a las grandes universidades (Sorbona, Lovaina. Bolonia, Salamanca, Alcalá…) y que fueron lumbreras de la civilización occidental más brillante y que ahora está en fase de derribo. como bien señala usted en su artículo? A los grandes pensadores de la cultura grecorromana es preciso añadir las figuras salidas de esa gran fuente de valores que ha sido, es y será el Cristianismo, tan groseramente atacado, durante decenios, en nombre -dicen- de la ‘Razón’, y yo digo de la ‘Sinrazón’. Un cordial saludo.