Las redes sociales se han convertido en los espacios centrales para la construcción de identidades colectivas, sobre todo de movimientos sociales y comunidades globales. Plataformas como X (Twitter), Tik Tok o Instagram no sólo amplían mensajes, sino que crean narrativas que pueden definir grupos, valores y causas comunes. No obstante, esta dinámica también puede conllevar riesgos como la creación de burbujas informativas, una difusión de información falsa y la trivialización de temas complejos a través de formatos cortos o simples. Podemos analizar, por ejemplo, el caso del perfil de @GretaThunberg, en X y en Instagram; la joven activista sueca utilizó estas plataformas para impulsar el movimiento global Fridays for future, dedicado a la lucha contra el cambio climático. Su perfil no sólo le servía como un altavoz personal, sino que se convirtió en el eje central para millones de personas, especialmente jóvenes, que han adaptado el clima como parte de su identidad colectiva. ¿Cómo pueden los medios y los profesionales de la comunicación navegar en este nuevo ecosistema digital? ¿Cuáles son los límites entre el activismo digital y el oportunismo mediático? Un debate que puede ser clave para entender el futuro de nuestras identidades culturales y políticas en la era digital.
En el caso del perfil de Greta Thunberg, a través de un lenguaje directo y contundente, se consiguió transmitir diversas publicaciones sobre el impacto de la crisis climática y su participación en cumbres internacionales sobre la temática. Así se consiguió consolidar una comunidad global que se reconoce en valores como la sostenibilidad, la responsabilidad social y la justicia climática. Una construcción identitaria compartida que ejemplifica cómo un perfil puede trascender la individualidad y convertirse en el símbolo de un movimiento. Pero ¿qué sucede cuando un perfil individual proyecta una falsa voluntad colectiva que esconde intereses políticos o comerciales? ¿Cómo podemos salvaguardarnos de esta errónea construcción de la identidad colectiva? Por lo general, un grupo importante de los llamados influencers pueden estar sujetos a esta voluntad de convertirse en líderes de opinión sin objetivos, sin ningún tipo de interés personal o de un grupo de presión, sea empresarial o de algún tipo de estrategia. Un ejemplo delirante es el de @realDonaldTrump que acabó siendo suspendido en la red Twitter que ahora es propiedad de uno de sus más firmes aliados, Elon Musk.
Esta plataforma se utilizó para movilizar millones de seguidores bajo una identidad colectiva basada en valores como el nacionalismo, el antisemitismo y el rechazo a los medios tradicionales, etiquetándolos a menudo como fakenews.
Los tuits de @realDonaldTrump buscaban polarizar la opinión pública de su país, consolidar su liderazgo en el Partido Republicano y atacar a adversarios políticos. Al mismo tiempo, en el tiempo de su existencia después de perder las elecciones contra Joe Biden, Trump utilizó esta plataforma para promover sus empresas y mantener una presencia constante en el discurso mediático, aprovechando su audiencia como herramienta de influencia y de presión. Un caso, pues, de cómo un perfil personal puede construir una identidad colectiva con objetivos poco transparentes e intencionados.
Es por este motivo que este nuevo ecosistema digital debe exigir más que nunca a los medios y a los profesionales de la comunicación un enfoque proactivo y ético. Por una parte, con la verificación rigurosa de la información cuando los datos proceden de perfiles personales con gran influencia. Las afirmaciones virales tienen que someterse a un proceso de verificación antes de ser difundidas. Es necesario analizar el contenido que producen las figuras mediáticas influyentes, analizando sus posibles intereses políticos, comerciales o personales que puedan esconderse tras sus mensajes. Por otra parte, los medios tienen que priorizar reportajes que expliquen el contexto completo de una historia, evitando amplificar mensajes manipulados o simplistas. En ese sentido, la colaboración con expertos y tecnólogos en la materia puede ser fundamental, entre otros elementos, para entender cómo funcionan los algoritmos de las plataformas sociales y poder descifrar cómo se promueven ciertos mensajes y qué tácticas se utilizan para construir estas posibles falsas o intencionadas identidades colectivas. Necesitamos, por lo tanto, un compromiso de un periodismo responsable que no sólo se adapte a los cambios digitales, sino que también actúe como muro de contención frente a los riesgos de manipulación masiva.
Comentar