Actualmente vivimos en una época de acelerado avance tecnológico donde el constante desarrollo digital juega un papel fundamental en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y donde estos recursos avanzan a pasos agigantados, instaurándose en prácticamente todos los aspectos de nuestro día a día. Si observamos detenidamente cualquier ámbito de la realidad que nos rodea, es evidente encontrar cómo diversas tareas y empleos han sido sustituidos o complementados por recursos tecnológicos y/o digitales. Hasta hace unos años era impensable pensar que la tecnología pudiera colarse de una forma tan rápida en nuestras vidas, como, por ejemplo, es el caso de los cajeros automáticos de entidades bancarias, supermercados con máquinas de pago mediante autoservicio, e incluso procedimientos médicos complejos, como intervenciones quirúrgicas asistidas por robots.
Todos estos avances nos hacen plantearnos muchas preguntas: ¿Cómo están afectando y cómo nos afectarán en un futuro esos cambios? ¿Será necesario adaptarse a esta nueva realidad o será ella la que se adapte a nosotros? ¿Qué pasará con la gente que se oponga por completo al uso de las nuevas tecnologías? ¿Se dispondrá de alternativas o deberemos claudicar ante estas nuevas imposiciones tecnológicas? ¿Qué pasará con los que se queden atrás por no poder adaptarse (como es el caso de muchas personas mayores)? No hay una respuesta concreta para cada una de estas preguntas, siendo la incertidumbre a esta nueva realidad la que deberemos ir abordando poco a poco, adaptándonos a un futuro de cambios desde todas las etapas de la vida. Algo que sí se puede afirmar es que este aumento de la tecnología ha acrecentado, más si cabe, la gran brecha generacional existente entre las personas más jóvenes, las cuales han nacido inmersas en el uso de estas tecnologías, y los adultos mayores, quienes han tenido que ir adaptándose de forma gradual a esta nueva, y en ocasiones complicada realidad.
Tomando como referencia los datos recientes obtenidos de Naciones Unidas, actualmente la brecha digital afecta en torno a 3700 millones de personas en todo el mundo, siendo un gran porcentaje de ellas personas mayores. Además, estas personas suelen encontrarse en situaciones que les impiden el acercamiento a las nuevas tecnologías, lo que incrementa aún más la brecha digital entre ellas. A pesar de todos estos cambios e impedimentos, cada vez más personas están logrando superar y sobreponerse a las barreras y brechas tecnológicas y digitales que han ido surgiendo con el paso de los años, lo que les ha abierto las puertas a nuevas oportunidades para mejorar su calidad de vida, evitar la soledad y, a la vez, mantenerse conectados con el nuevo mundo digital en el que nos encontramos. El uso de estos recursos está permitiendo que, por ejemplo, mediante el uso de la telemedicina y teleasistencia, personas que se encuentran en zonas remotas puedan acceder de una forma más rápida y directa a una asistencia sanitaria lo más acorde posible a sus necesidades, evitando grandes desplazamientos o estar contacto con otras personas, a pesar de vivir solas. El inconveniente que surge es que, para poder tener acceso a estos recursos, es necesario “estar conectado” y la realidad en la mayoría de los casos es que muchas de estas personas no lo están.
Además, debemos hacer hincapié en que uno de los grandes problemas que nos encontramos a la hora de que estas personas puedan utilizar estos recursos y se pueda reducir, en cierta medida, esta gran brecha en la era digital en la que nos encontramos, no radica únicamente en la aplicación de nuevas tecnologías y/o en la eliminación de esa gran brecha digital existente, sino también en poder garantizar un correcto acercamiento de todos los recursos existentes a toda la población, donde se incluyen los adultos mayores y, donde muchas veces se encuentran excluidos de estas prácticas. Realizar una correcta formación puede suponer para muchos de ellos un gran avance, permitiéndoles realizar un buen uso de éstas. No podemos olvidarnos de las zonas más rurales o alejadas de grandes núcleos urbanos, las cuales cuentan con un elevado porcentaje de habitantes que superan los 60 años, por lo que la correcta formación e implantación de la telemedicina y teleasistencia, así como del resto de tareas cotidianas con base tecnológica es fundamental. Para esta población, realizar tareas, aparentemente sencillas, como pagar un recibo bancario o retirar dinero de un cajero automático, pueden suponer grandes obstáculos debido a la falta de formación e información adecuada acerca del uso de este tipo de sistemas. Además, como se ha comentado con anterioridad, muchas terapias y tratamientos que se llevan a cabo actualmente también implican el uso de tecnología, lo que añade aún más complejidad a este tipo de situaciones.
Según un estudio llevado a cabo por la Universidad Politécnica de Madrid, pensamientos edadistas, así como limitaciones a nivel institucional son dos grandes factores que propician el alejamiento del adulto mayor a una tecnología óptima y de calidad. Diversos estudios demuestran que el uso de la tecnología en el día a día de las personas mayores puede ayudar a favorecer, en gran medida, el equilibrio físico, la actividad a nivel cognitivo e, incluso, mejorar la independencia de los usuarios. Si nos fijamos, por ejemplo, en los datos que muestra el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI), el 41,7 % de las personas de más de 75 años han utilizado Internet en alguna ocasión, un 8 % más que el año anterior. Estos datos demuestran que su uso es cada vez más frecuente entre los adultos mayores, lo que propicia ese acercamiento a las nuevas tecnologías y esa disminución en la tan mencionada brecha digital y generacional. En países como España, los adultos mayores constituyen la base de la pirámide poblacional, además de ser una gran fuente de apoyo y conocimiento para todas las generaciones venideras. Es por ello por lo que invertir en una correcta educación tecnológica para ellos, no solo favorecería su inclusión, sino que permitiría que pudieran usarlas para mejorar su calidad de vida. Permitirles el acceso a ciertas tecnologías emergentes y poder adaptarlas a sus necesidades podría evitar en muchos casos su aislamiento social.
Actualmente y con el resurgir de todos estos temas que comentaba hasta ahora, existen diversas iniciativas que trabajan por el acercamiento de las nuevas tecnologías y la disminución de la brecha digital, como es el caso de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo (AGM). Del mismo modo, la Universidad de Alicante cuenta con una Cátedra de Brecha Digital, de la cual es colaboradora la Generalitat Valenciana, así como con un grupo de Gerontotecnología conformado por diversos perfiles profesionales, comprometidos en ahondar en este tipo de temas aportando visibilidad y sensibilización mediante la publicación de artículos, Trabajos Fin de Grado y Trabajos Fin de Máster, jornadas y actividades, entre otros. Además, desde el año 2020, de la mano de esta universidad se han ido egresando estudiantes con nuevos perfiles profesionales, como es el caso de los graduados y graduadas en Ingeniería Biomédica, los cuales se encuentran comprometidos con estas buenas prácticas, aportando soluciones y prototipos que combinan una parte sanitaria y una base tecnológica. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer y muchas más propuestas son necesarias para acabar con la brecha que, por desgracia, todavía existe.
Actualmente, miembros de la Asociación Gerontológica del Mediterráneo se encuentran desarrollando una comunidad de práctica virtual y multidisciplinar centrada en personas adultas con deterioro cognitivo, especialmente la demencia y sus tipologías, lo que permitirá que estas personas, así como familiares y/o cuidadores, puedan estar en contacto de una forma síncrona, favoreciendo además la estimulación cognitiva mediante el uso de la tecnología. La creación de comunidades de prácticas virtuales mediante el uso, por ejemplo, de programas de Realidad Virtual o Realidad Aumentada, permitirían que pudieran estar conectados entre ellos y evitar así esos grandes períodos de soledad en los que muchas veces se encuentran. Además, podrían realizar tareas cotidianas desde la comodidad de sus hogares, mientras realizan simulaciones de actividades del día a día. Por otro lado, también les permitiría estar en contacto con personas en sus mismas situaciones, compartir vivencias y reducir ese gran distanciamiento físico y emocional al que suelen estar sometidos. Tenemos la responsabilidad de abogar por un correcto acercamiento tecnológico mediante la valoración del tipo de formación que se ofrece actualmente en centros e instituciones, pudiendo adaptar y modificar dicha formación a las necesidades actuales de los principales usuarios. Debemos de dejar de pensar en una enseñanza única y unidireccional, donde todas las personas mayores disponen del mismo tiempo, los mismos recursos y las mismas características, y adaptarla a las necesidades de cada uno de ellos, ya que, si pusiéramos más énfasis y medios en este tipo de recursos, reduciríamos en gran medida esta gran brecha generacional existente entre la tecnología y los adultos mayores.
Patricia Verdú Rodríguez
Ingeniera biomédica miembro de ASOGEROMED
Magnifico artículo,Patricia.
Enhorabuena.