Sus pequeñas y coloridas y fragantes flores simbolizan AMOR, modestia, fidelidad, y su delicado y dulce aroma calma la ira, sana grietas, cicatriza… Son “las divas del reino de las plantas” y, por su sencillez, nos enseñan que siempre estamos reinventándonos, que el cambio es necesario para un nuevo crecimiento y abundancia en nuestras vidas, mimándonos, cuidándonos, como las violetas del emperador con sabor francés…
La vida y vivir la vida requiere de violetas, de mimos, de atención persistente y armoniosa y sus hojas en forma de corazón proporcionan un lugar donde sentarse a contemplar y son agradecidas para ensaladas, bebidas frías decoradas, gotas de licor, pastas o galletas de mantequilla con un toque floral, cócteles, tisanas, infusiones, tartas, pétalos de violetas confitados, caramelos, ramilletes, y tanto y más…
Y es que me parece extraordinariamente maravilloso escribir en mi ordenador blanco, ya desgastado, en compañía de deliciosos bombones de chocolate blanco rellenos con frutos del bosque y de una infusión con hibiscos, espino blanco, melisa y manzanilla, sobre un personaje pletórico de historia, literatura, y AMOR en mayúsculas, y que lo haga con tanta ilusión y colorido como su pasión por la vida, su pasión por esos besos de flores, por sus flores favoritas, las violetas, para su AMOR…
Y es que me pierdo dulcemente y viajo en cada una de esas 255 cartas escritas a ese AMOR por Josefina, repletas de esperanza y anhelo por la savia de esas violetas, exiliado en la isla de Elba, cuando anunció que regresaría a Francia cuando florecieran en primavera y que se convertirían rápidamente en un nombre en clave para identificar a sus partidarios y más fieles y leales. ¿¿¿Te gustan las violetas???
Violetas para ese AMOR verdadero, unidireccional y desabrido, disperso en su ingratitud, del que recibió tres o cuatro escuetas cartas que se convertirían en una especie de librería de emociones y su más preciado ramillete de violetas. Palabras escritas que viajarían en el tiempo, en el aire, entre valles y montañas, mares, y tanto y más, y a fuego lento, mientras otros acariciaban sus pétalos, y hoy es siempre todavía, y cada palabra expresa intensidad, fuerza, valentía, amor, pasión, locura, deseo, desánimo, desesperanza, tormento, y tanto y más, hasta su último suspiro, a las 5:49, en la isla de Santa Elena. ¡Francia! ¡Ejército! ¡Josefina!
¿¿¿Las violetas de Napoleón??? Crecen con facilidad, son valiosas por su delicado aroma y sabor, sus hojas con forma de corazón y sus flores son comestibles, calman el cuerpo, el corazón y la mente y son perfectas para sentir la magia y el hechizo del amor. Eso tiene el amor, “me hace perder la cabeza, uno no se cura de ese bendito mal” y las violetas para que prosperen requieren de cuidados y atención adicional. ¡¡¡Si las violetas hablaran!!!
Soy la flor intacta que nadie mira… Soy la flor que resta penas… Soy esa flor suave, repleta de locura… ¿¿¿Acaso pretendes homenajes sin caer???… Y es que sólo con verlas despiertan en nuestros sentidos vista, olfato, tacto, gusto, oído, intercepción y propiocepción que operan a nivel del cerebro, sensaciones escandalosamente nuevas, sanadoras, medicinales, depurativas, literarias, y tanto y más. La mitología romana cuenta que Venus preguntó a su hijo Cupido quién era la más hermosa, si ella o el grupo de ninfas y Cupido respondió que las ninfas eran más bellas, y Venus, muy enfadada, las convirtió en violetas, blancas, rosas, verdes, azules y púrpuras…
Les encantan los lugares bien iluminados, el riego abundante cuando están en floración y les enferma el encharcamiento, la aparición de pulgones y cochinillas, sobre todo en la época estival, por eso es recomendable acompañarlas de amigas como las áster, hermosas flores en forma de margaritas, con un centro abotonado vivamente coloreado con blancos, rosas, rojos, malvas, violetas, morados y azules y con un buen puñado de folíolos de hiedra, “la reina de los viajes del alma”, porque trepa, hace piruetas y llega muy, muy, y más y más lejos y lejos, ¡va allá donde su espíritu la lleve!, esencial para los nuevos comienzos y este que está a puntito de caramelo… Y sus exquisitas ramas de sauce y su flexibilidad nos recuerdan que debemos inclinarnos con el viento para capear las tormentas de la vida, y su capacidad de echar raíces nos habla del renacimiento y de la capacidad de ver la oportunidad en la desesperación. Y me uno a esa fuerza y valentía, de esos solísimos años, más solos que la una, en Santa Elena, horas y horas, más una más, madrugadas, noches estrelladas y sin estrellas, bajo las ramas de ese árbol mágico que le acarició en sus brazos, le envolvió, le abrigó, le aireó, le calmó del dolor, del desamor, de esa solísima, sola, soledad, y pasara lo que pasase, pudiese disfrutar de momentos de paz, silencio, naturaleza salvaje y escape de la realidad y un sauce que le acompañó sin expectativas, que comprendió su dolor, y le mantuvo a flote, que le dio refugio, y le escuchó, “imposible es una palabra que sólo existe en el diccionario de los necios”. Napoleón.
Y así sin más… la magia de las violetas, nacidas directamente de la tierra y nutridas por la calidez del sol, ha alimentado el hechizo del AMOR romántico, la caricia de la brisa y la mirada de la luna que guía… ¿¿¿Te gustan las violetas???
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