El otro día consiguió cabrearme escuchar la radio. Aseveraban desde la atalaya del progresismo de salón y de la insoportable ya posición de lo políticamente correcto, algunas lindezas adoctrinadoras. Y yo me pregunto: ¿Por qué eso de que si decimos que no somos racistas, somos parte del problema? ¿Por qué decir que no estás de acuerdo con cómo se enfoca lo del feminismo es casi una aberración social? ¿Por qué ahora ir al fútbol, si te enfadas, solo está permitido decir ¡cáspita! o ¡sapristi! y, como mucho, también ¡rayos y centellas!? ¿Pensar en el cambio climático de forma no «oficial» es ser negacionista?¿Nos pueden decir cómo tenemos que opinar para ser como ustedes quieren que seamos, opinemos, pensemos y, por supuesto, votemos?
Nos pasará como al bendito obrero de la herrería condenado por blasfemias e insultos graves a la honorabilidad de la madre de Manolo, un compañero, ya que al derramarle el hierro fundido por la espalda no le dijo: «Manuel, intenta ser más cuidadoso y no derrames el hierro fundido por mi espalda, que no es sensación agradable.» La verdad es que dijo: » Manolo, mcetpm».
De verdad que con los incidentes lamentables que se dan en estadios y pabellones se extrapola a la opinión pública la idea manipulada de que odiamos a los negros, a los indios, a los moros, es decir a los inmigrantes o migrantes. La idea para tontos es que los energúmenos del fútbol son los fascistas racistas, violentos e intolerantes extremistas… ¡de derechas, por supuesto! Y además nos sueltan que es la inmigración la que ha conseguido la gran expansión económica en la que vivimos en España. Este momento económico debe ser magnífico, pero yo no lo veo por ningún sitio, la verdad.
Lo que veo es que tal vez sean los dos millones y medio de pymes y autónomos de esta tierra, sean lugareños o no, los que consiguen con sus impuestos sufragar a gran parte de estos mentecatos que nos dicen cómo tenemos que pensar, vivir, a quién tenemos que odiar y cómo tenemos que enfadarnos, hablar o relacionarnos con nuestras parejas; de qué nos tenemos que escandalizar, cómo debemos opinar y sentir. Incluso nos dicen que nos levantemos para aplaudir y ovacionar a quien ellos digan como sucedió el otro día en lo de los balones de oro, triste espectáculo que me recordó la frase de la reina Amidala de Lo Naboo cuando se abolió la república galáctica dando lugar al imperio: «así es como muere la libertad, tras una gran ovación».
Con todo ese trabajo manipulador y nada burdo, sabremos y distinguiremos a los buenos de los malos y votaremos bien; con ello conseguiremos el principal objetivo que sigue siendo que distingamos entre el superior intelecto de la progresía hispánica y la cutrez de la corrupta derechona naftalítica acechante. O me votas a mí o eres un facha; es el mensaje.
Lo peor de este intento de manipulación no es sólo que cale, que nos lo creamos, sino que lleguemos a transmitir a nuestros hijos qué es lo correcto y qué pueden pensar o no. Igual que nos revelamos contra imposiciones de curas o monjas, ahora gran parte de la juventud se revela contra historias que no se creen ni ellos, pero igual que nosotros podríamos tener temor al fuego eterno del infierno si nos tocábamos la pilila, ahora es miedo a qué le dicen, cómo y cuándo a una chica que les guste, y ellas tendrán cierta confusión con lo que se puede hacer y cómo. Desde luego esto pasa en la adolescencia actual. Hay miedo a que cualquier cosa que puedan decir o hacer, sobre todo los chicos, sea delito federal.
Una auténtica mierda el buenísimo ilustrado de esta banda de estúpidos. Y muy dañina. Triste que les toque vivir a esa juventud de hoy unos tiempos tan retrógrados, tiempos de «gorriones», de aquellos de Juego de Tronos. Rayos, centellas, cáspita y mcelmqlp. Haciendo amigos.
Es ciertamente la libertad lo que está en peligro… y el sentido común. Nos quieren aborregados… mcespm. Te felicito. Un gran artículo.
Un abrazo Sr