Mucho nos habría gustado comenzar este comentario con aquel tópico tan llevado y traído en la jerga futbolística de «a entrenador nuevo, victoria segura». La frase tiene su gracia pero no tiene tampoco más recorrido, ni mayor celebridad. Unas veces sí y otras no. El caso es que el que la pariera puede decir que ese día estuvo ocurrente, porque lo que sí es verdad es que tanto el aficionado, como el directivo, como los jugadores e incluso el propio entrenador, en tal trance espera algo, o algo más, o la victoria.
El caso es que el Hércules no pasó del empate en la Isla de Formentera. Lo de siempre, el balón a bocajarro que no entró, la oportunidad que se desperdició y el penalti que no nos pitaron. Manifiestamente superiores pero sin llegar a remachar.
Sin embargo, si queremos ver la botella medio llena, más que medio vacía, si podemos decir que nos trajimos un punto, que hacía tiempo que el Hércules no puntuaba fuera de casa y que son otras sensaciones.
Como ya he referido en alguna ocasión, una vez dijo Jorge Valdano que el fútbol, respondía y se desarrollaba en función de estados de ánimo.
Un cambio de entrenador y, después de tiempo sin ganar, los mismos jugadores ganan. Una reprimenda de un presidente a mitad de semana, con bronca y enfado y los mismos jugadores ganan. Tres despidos de futbolistas por bajo rendimiento en una plantilla y los mismos jugadores ganan. O lo que es lo mismo: estados de ánimo.
Aquí y ahora lo que queda es encomendarse al nuevo emperador. El recién llegado (Yo Claudio). Es una evidencia que ni el anterior Siviero, ni éste otro van a marcar ellos los goles, pero también es una evidencia que Claudio en cuanto a carácter y personalidad está a años de luz de su antecesor.
Un pequeño grito o gesto de desaprobación del argentino que se ha marchado, podía resbalar o ser intrascendente a buena parte de la plantilla, sólo una mirada de mala leche de Claudio hacia alguno de los futbolistas, puede suponer que alguno se ponga nervioso. La mirada fija, dura y lacerante del valenciano, curtido ya en mil batallas, puede ser más efectiva que mil charlas o razonamientos.
Es como cuando de niños en el colegio, era la misma clase y los mismos compañeros, el mismo día y la misma mañana, pero en un cambio de hora, entraba otro profesor y de pronto se pasaba del relajo y del «Ji Ji Ja Ja», a la tensión y la ansiedad más absoluta; se había acabado el cachondeo.
Y afortunadamente, en ese sentido el nuevo emperador herculano tiene todo el apoyo del presidente Ramírez, que ya se despachó diciendo que echaba al entrenador, pero que por su gusto echaría también a cuatro o cinco jugadores, porque en Alicante se vivía muy bien, y a algunos parece que se les relaja cuerpo y mente.
Ojalá haciéndose el tonto, pero siendo listo. O siendo listo desde el principio y dejándose de tonterías, YO CLAUDIO, pueda cambiar el rumbo del Imperio Herculano.
Comentar